"En la facultad de ciencias de la UNAM, con el físico y filósofo José Marquina leímos el Tractatus logico-philosophicus", le dije sonriendo al matemático y filósofo Max Fernández de Castro. Max (académico tanto de la UNAM como de la UAM) es experto en filosofía de las matemáticas, lógica, filosofía analítica y filosofía del lenguaje. Aquel año (2011) Max me asesoró en mi tesina sobre el primer Wittgenstein (El misticismo y la santidad en Ludwig Wittgenstein).
Gottlob Frege no le entendía y Wittgenstein se desesperaba por tener que darle tantas explicaciones, este último pensaba que terminar la lectura sería una tarea casi imposible. Cuando Wittgenstein leyó el prólogo que Bertrand Russell escribió al Tractatus también se sintió decepcionado, Russell tampoco le entendía. Y lo mismo pasó con los miembros del Círculo de Viena, tardaron en comprender las diferencias entre su filosofía y la de Wittgenstein (la importancia del misticismo, la ética y la estética en el Tractatus).
Por eso sonreí al contarle a Fernández de Castro sobre nuestra pretensión de haber leído y comprendido el Tractatus. Por un lado, el de Marquina se trataba, para muchos, del primer curso serio de filosofía (en la prepa llevamos algunos cursos obligatorios, pero filosofía de la física era una materia optativa y, por tanto, quienes nos inscribimos lo hicimos por interés). Y, por otro, le dedicamos unas cuantas semanas (el programa abarcaba otros temas: el positivismo de Auguste Comte y los textos de los positivistas lógicos). Tomando en cuenta ambas cosas, resulta de una ingenuidad enternecedora decir que leímos el Tractatus.
A pesar de esa ingenuidad, el cursó me gustó y me sirvió para conocer a Wittgenstein y comenzar a leer la biografía que sobre el filósofo escribió Ray Monk (por mi cuenta, ese semestre también leí, entre otros libros, Las variedades de la experiencia religiosa de William James, libro que leyó Wittgenstein).
Recuerdo esto porque un contacto en redes sociales está leyendo el Tractatus y alguien le preguntó si habría una versión con muñequitos. Y sí la hay, al menos de la parte mística. Es de Nathan Wainstein: Visual Tractatus. Lo pueden ver aquí.
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