LAS EXPEDICIONES
Aquellos eran los años dorados de la investigación OVNI en México. Los periodistas, ufólogos e investigadores efectivamente salían al terreno, al campo, a buscar las evidencias del fenómeno OVNI. Hoy, cómodamente acostados en una estera en las azoteas de los edificios, bebiendo algún refresco, fumando delicados y munidos de cámaras de video, muchos jóvenes sin quehacer se dedican a cazar OVNIs para aumentar la colección de videos que saldrá al mercado sin que ellos reciban un duro por su “esfuerzo”.
Latapí y Chavarría se “patearon” la sierra de Puebla de arriba abajo y hacia los cuatro puntos cardinales:
Las regiones casi inaccesibles de la sierra de Puebla (...) se examinaron a lo largo de seis meses y 13 expediciones, (dividimos los) lugares en dos zonas que llamamos A y B así como varios sitios alternos a los cuales nos condujeron los rumores.
La zona A comprendía los sitios visitados originalmente por curiosos, reporteros y buscadores de OVNIs como Tateno, Libres, Texocuizapan, La Caldera, San Andrés Tepexoxuca, Huixcolotla, Xonacatlán y Zaragoza. La zona B comprendía sólo dos lugares: Filomeno Mata, Veracruz y Jopala, Puebla, el sitio donde se halló la evidencia física del OVNI. Las zonas alternas abarcaron sitios de la sierra como Ahuacatlán, Camotepec, Zacatlán, Chignahuapan así como diversos lugares del Estado de Tlaxcala, incluyendo la montaña Matlacueye (Malinche) y varios puntos intermedios. La zona A era la que en principio parecía más prometedora, la B fue la que finalmente aportó resultados. Las zonas alternas fueron cubiertas únicamente por no dejar algo sin ver y abarcaron la parte intermedia de la investigación.
De todas las expediciones a la zona A, la primera “de fondo” fue la más rica en información (falsa) y en emociones, también fue de las más largas pues duró una semana, previa a ella se habían llevado a cabo dos salidas de “tanteo” en automóvil.
Finalmente, después de gastar tiempo, dinero y suelas de botas en buscar lo que entonces llamamos la zona A, tanto Pablo Latapí Ortega como un servidor casi llegamos a la conclusión de que no existía OVNI qué buscar y de que habíamos perdido miserablemente nuestro tiempo.
En medio de este ambiente de desilusión, llegó a la redacción de Contactos Extraterrestres, en los primeros días de noviembre, una carta proveniente de un pequeño poblado llamado Filomeno Mata, Veracruz, que parecía confirmar los rumores referentes a los “pedazos” de OVNI. La carta estaba firmada por los profesores Wenceslao González Castelán, José Cortés Cortés y el señor Mateo Lechuga García, todos ellos originarios de Filomeno Mata. Esta población, mejor conocida como Santo Domingo, se encuentra exactamente en los límites de Veracruz y Puebla, a muy pocos kilómetros de distancia de un pequeño pueblo llamado Jopala. Los profesores firmantes informaban de un pedazo de metal que había caído del cielo en dicho pueblo. La carta decía:
Se trata de la explosión del OVNI, o artefacto, como podría llamársele, que se registró en el mes de julio de este año en la sierra de Puebla, y del cual los investigadores de Contactos Extraterrestres, después de organizar varias expediciones, nos informan no haber encontrado vestigio alguno. Por lo que nos servimos gustosamente hacer de su conocimiento que lo que se dice acerca de “la desintegración en chispas de dicho aparato” es cierto; una de esas chispas fue rescatada después de hacer contacto con el suelo; se trata de un pedazo de lámina cuyo material francamente desconocemos. Las autoridades del municipio de Jopala, Puebla, la guardan y conservan, y nos aseguraron que al momento de recogerla estaba en estado de elevada temperatura, ello lo comprueba el aspecto que presenta. También se cree que como este pedazo hay más en estas áreas.
JOPALA, UN LUGAR PERDIDO EN LA SIERRA
Entre los pueblos olvidados de México –escribió Pablo Latapí en 1977-, Jopala es uno de los más críticos representantes. Desde hace tres años se aprobó el proyecto para la construcción d eun camino de terracería, pero hasta hoy no se ha movido un dedo [11]; los habitantes han protestado, e incluso viajaron varias veces a la ciudad de México para recordar la promesa que les hicieron, pero sin resultados. Así, en 1977, Jopala permanece absolutamente aislada en medio de la sierra. El lugar es muy fértil, y la fruta crece sola, prácticamente a la orilla de las veredas. Sin embargo, los habitantes de Jopala no pueden explotarla; se les pudriría antes de llegar al mercado más cercano. La única forma de sacarla sería a lomo de mula, pero resulta muy caro. Y en avioneta ni soñarlo.
Lógicamente, el pueblo vive como se vivía en la provincia mexicana hace un siglo. No hay luz eléctrica ni centros de salud, mucho menos fuentes de trabajo. Y el índice de población aumenta continuamente. En la escuela, cuatro maestros tienen bajo su responsabilidad a más de setecientos niños.
Esta es la triste descripción del pueblo en donde cayó el fragmento de OVNI. Algunos reportes de aquella época indicaban que se habían visto dos OVNIs sobrevolar El Mirador dirigiéndose hacia el Noroeste; después se comprobó que muy cerca de Jopala y Bienvenido también fueron vistos siguiendo la misma dirección. Si el objeto se fue desintegrando a lo largo de una línea recta, de haber continuado su desplazamiento a través de esa ruta, algunos de sus fragmentos pudieron caer en el mar, a la altura de la desembocadura del río Cazones, en Veracruz.
La mañana de aquel 29 de julio, Miguel Cruz, un pobre campesino de Jopala que se dedicaba al cultivo del café, se levantó y salió de su casa para iniciar sus diarias actividades; de pronto, empezó a escuchar fuertes “tronidos” en el cielo, y pensó que podían ser cohetes artificiales de algún pueblo cercano, pero eran demasiado intensos.
Entonces miré hacia arriba –dijo Cruz-, y vi aquellos pedazos que caían como echando humo. Se veían muy calientes. Uno me cayó muy cerca y hasta pensé que me iba a dar en la cabeza. Cuando supuse que ya estaban fríos, los recogí y se los llevé al presidente municipal. Yo no sabía de qué se trataba.
A muy corta distancia de donde él se encontraba, había caído aquel fragmento de metal al rojo vivo. El pedazo incluso dañó parte del piso de concreto. Cuando la pieza estuvo lo bastante fría, Cruz la envolvió en unos sacos y la llevó a la iglesia de Jopala. El sacerdote no quiso guardarla y la entregó a su vez al presidente municipal don Antonio Hernández García, quien la guardó.
La historia se oía verídica, sin trucos ni engaños como la mayorpia de las cartas que habían llegado a la revista y que se referían al “OVNI estrellado en Puebla”. Héctor y Pablo decidieron investigar. Como Jopala no aparecía en los mapas y Filomeno Mata también es conocido como Santo Domingo, lo cual dio origen a confusiones con otro de igual nombre, se decidió dividir la expedición. Pablo fue quien finalmente pudo llegar a Jopala. Esta es su historia:
Nuestro primer contacto en Jopala fue el señor Ernesto Cruz [12], la “autoridad moral” del pueblo, como él mismo de autodenomina. Él se encargó de presentarnos a la gente que presenció el fenómeno de los pedazos que caían del cielo, y nos relacionó con elpresidente municipal; este último se llama Antonio Hernández García y es descendiente de totonacas, habla con dificultad el castellano, pero nos recibió dispuesto a colaborar en todo. Desde un principio dijo que nos mostraría el pedazo de lámina que guardaba en la presidencia municipal, pero con la advertencia de que no podía cedernos la muestra, ya que era una especie de tesoro para el pueblo y no quería perderlo.
Así, del fondo de un oscuro armario, el presidente municipal de Jopala sacó la preciad pieza. Con asombro comprobamos que pesaba demasiado. Se trataba de una lámina de aproximadamente veinte centímetros de alto por quince de ancho; está muy quemada y deteriorada por todas partes, y muestra los bordes fundidos como si hubieran sido cortados con soplete; en su superficie pueden observarse pequeñas gotas de metal derretido, y por la forma tan irregular que presenta es probable que haya estado sometida a muy altas temperaturas. La pieza entera se encuentra cubierta por una especie de pintura, que ya quemada ha adquirido un color como plomizo; en algunas partes esta “pintura” se ha desprendido, dejando a la vista el metal oxidado.
El propio presidente municipal nos condujo al lugar donde había caído el pedazo de lámina: la casa de Miguel Cruz. En Jopala la mayoría de las casas tienen en el patio una plancha de concreto, de cinco por cuatro metros aproximadamente, sobre la cual ponen a asolear el grano de café para que se seque; fue precisamente en el asoleadero del señor Cruz donde cayó el pedazo.
Tanto el señor Cruz como el presidente municipal hablaron de dos pedazos, pero nos mostraron sólo uno [13]. Ante nuestra insistencia, el presidente finalmente accedió a regalarnos un fragmento de lámina quemada. Cortarlo presentó un problema, pues no contábamos con herramientas adecuadas y el material era bastante duro. Nos consiguieron una tenaza de carnicero y al fin logramos arrancar un pequeño fragmento, mismo que nos serviría para el análisis.
EL ANÁLISIS
Finalmente los ufólogos tenían la prueba de que estamos siendo visitados por seres de otros planetas, una de cuyas naves se había estrellado en la Sierra de Puebla. Quedaba sólo un simple detalle: mandar a analizar el metal.
Los análisis los efectuaron unos químicos metalurgistas que prepararon cinco probetas, o especimenes de prueba, que dieron el mismo resultado. El metal era una aleación cuyo contenido era:
Carbono (C) 0.28%
Manganeso (Mn) 0.84%
Silicio (Si) 1.13%
Cromo (Cr) 0.77%
Trazas de Níquel (Ni), Molibdeno (Mo) y Cobre (Cu). El resto es Hierro (Fe).
Los redactores de Contactos Extraterrestres escribieron: “El análisis indicó un bajísimo contenido de azufre, lo que significa que se trata de un metal de ‘alta pureza’” [14].
Según Latapí, los metalurgistas dijeron que:
La superficie de la lámina muestra una pequeña cáscara de color grisáceo claro [15], la cual es producto de la oxidación por calor, lo que indica que el metal estuvo sometido a muy altas temperaturas.
Ninguna especificación coincidía con el contenido del metal. Se buscó alguna que fuera por lo menos aproximada, para de esta forma conocer aunque sólo fuera parcialmente las características del acero; la más similar fue la siguiente: Acero 401-75 al Cromo-Silicio.
A pesar de no coincidir en todo, esta especificación resulta la más aproximada. Posee la siguiente composición:
Carbono 0.51 a 0.59
Manganeso 0.60 a 0.80
Silicio 1.20 a 1.60
Cromo 0.60 a 0.80
La especificación sólo se fabrica en España y no hay referencias de la misma en México ni en los Estados Unidos. Hay que destacar que los contenidos de Manganeso, Silicio y Cromo concuerdan con los de la muestra de Jopala, pero no los de Carbono.
El acero de esta especificación española se utiliza como alambre para la fabricación de resortes, ya que su composición lo hacen un acero de buena resistencia a la tensión. Los metalurgistas afirmaron que era la primera vez que veían algo así en forma de lámina. Lo llamaron “una pieza rara para un uso raro”.
En caso de laminar este tipo de acero, se le podría utilizar para fabricar tanques de alta presión.
La lámina estuvo sometida a altísimas temperaturas y, ocasionalmente, alcanzó un punto cercano al necesario para que se fundiera, o sea de 1,000° centígrados. Esta temperatura sólo puede ser alcanzada mediante hornos especializados para la fundición, el más común sería el llamado “horno de calentamiento”, de los cuales no hay ninguno en muchos kilómetros a la redonda de Jopala.
Se llegó a pensar que la lámina era el resto de un tanque de alta presión que había explotado en mil pedazos, pero eso no explicaba los bordes fundidos.
Otra posibilidad es que hubiera sido cortada con soplete de oxiacetileno, pero los metalurgistas que la analizaron opinaron que no ocurrió así ya que toda la superficie se encuentra cubierta de óxido, parecido a la escama de laminación, que sólo puede ser producida por calor, y lo que parece cortado como por soplete es en realidad el borde de la lámina fundido por la fricción con la atmósfera. Es decir, la única forma de conseguir ese efecto es atravesando la atmósfera de la Tierra, calentándose por medio de la fricción; en este caso la “chispa” viajó a tal velocidad que estuvo a punto de desintegrarse. Todo lo anterior nos lleva a confirmar que la lámina efectivamente “cayó del espacio exterior”.
LA ÚLTIMA VISITA A JOPALA
Latapí no sólo rozó sino que de plano rechazó la verdadera explicación del Caso Puebla cuando escribió:
¿Quizás se trate de los restos de un avión o de un satélite artificial; tal vez sea el pedazo de un cohete o algo similar?
Por lo que se deduce del análisis, no era ni un avión ni un satélite artificial. ¿Era entonces una nave extraterrestre tripulada? Consideremos esta posibilidad: puede parecer increíble que el acero sea utilizado por seres de tecnología muy avanzada para la fabricación de naves interplanetarias, pero tengamos en cuenta que prácticamente no sabemos nada de nuestros visitantes extraterrestres y sus ingenios voladores; es muy probable que utilicen una forma de transporte espacial totalmente distinta a la nuestra, y que dentro de ella quepa el acero. Por otra parte, la astrofísica nos ha enseñado que los elementos existentes en la Tierra son exactamente los mismos que existen en todo el cosmos, y desde esta perspectiva resulta coherente que los extraterrestres hayan descubierto en el acero cualidades desconocidas por nosotros y utilizables para la fabricación de sus naves interplanetarias.
Hasta aquí los hechos, pero sospechamos que este asunto, tan escandaloso en un principio, aún no termina.
Y efectivamente en lo que a Héctor Chavarría se refería, el caso no estaba cerrado. Había hecho tantas expediciones a la sierra que bien valía una más para ver el sitio en donde había caído el fragmento de OVNI. Aunque su pretexto era conseguir un pedazo más grande de la muestra de metal a fin de realizar otros análisis, que por otra parte nunca se hicieron.
Realizada esta parte de la investigación periodística o como se la pueda llamar –escribió Chavarría-, faltaba rescatar una porción mayor del fragmento que para entonces ya llamábamos “el hierro que cayó del cielo”. Esta parte del trabajo fue, si no la más ardua, si una de las más peligrosas.
En aquellos sitios la gente es profundamente católica. Quizá sería más correcto decir profundamente fanática de la parte más oscura del catolicismo. A lo largo de la investigación, Pablo y yo nos habíamos visto por lo menos dos veces en serio peligro de perder la vida o la integridad personal a causa de los prejuicios religiosos de la gente de la región. Jopala sería nuestra tercera ocasión, nada grata, por cierto.
Nuestro acercamiento a Jopala fue en avioneta... Desgraciadamente, sin los beneficios de la aeronáutica de la posguerra, entonces en la sierra se volaba como en la época de los pioneros... antes de aterrizar en la “pista” había que espantar a las vacas que pastaban en ella, sin garantía de que no regresaran en el momento más inoportuno.
Sustos aparte, finalmente llegamos Jopala, cansados, sucios y dejando en el camino parte de los zapatos de Pablo que insistió (ignoro por qué) en llevarse unos bonitos mocasines que eran mejores para cualquier otra cosa.
Los maestros que enviaron la carta, nos ayudaron gentilmente a Pablo y a mí para entrevistar al testigo principal y hablar con el sacerdote de Jopala, entre otras cosas. Pero los contactos logrados por Pablo en su primera visita no estaban en el pueblo y el delicado asunto de obtener la muestra tuvo que ser tratado con desconocidos y con desconfianza mutua. Por principio de cuentas nos encerraron en la presidencia municipal y nos sometieron a un estrecho interrogatorio de más de una hora mientras los interrogadores jugaban con los gatillos de sus escopetas. No tenían machetes, pero sí escopetas cargadas y la poca tranquilizadora costumbre de acariciar los gatillos mientras hablaban.
Por labia o sinceridad, los convencimos de nuestras intenciones científicas, periodísticas y para nada de depredación y consintieron en darnos una muestra mayor, “si podíamos cortarla”.
Usamos un cincel y martillo llevados ex profeso y sin muchas ceremonias partimos la lámina por la mitad, no se había especificado el tamaño de la muestra, y abandonamos el pueblo a la mayor brevedad.
[11] Hoy a veinte años de los sucesos, las cosas continúan igual.
[12] Al parecer ninguna relación con Miguel Cruz.
[13] Nosotros creemos que debieron caer más pedazos en toda esa zona de la sierra. Muchos de ellos deben estar resguardados en viejos armarios como el de Jopala, pero otros aún deben estar en el bosque.
[14] Esa es una patraña seudocientífica. Un bajísimo contenido de azufre sólo significa (verdad de Perogrullo) que el metal tiene una pobre cantidad de azufre.
[15] Aunque el lector no tiene porque saberlo, soy Ingeniero Químico y trabajo como asesor en el control de la corrosión para PEMEX y CFE (en específico para la Refinería Miguel Hidalgo y la Termoeléctrica Francisco Pérez Ríos, ambas en Tula de Allende, Hidalgo). Pues bien, cuando Héctor Chavarría me mostró por primera vez el fragmento de Puebla, comprendí que se trataba de algo fabricado por el hombre. El metal estaba recubierto en una de sus caras or pun primario anticorrosivo con pigmentos inhibidores de minio (plomo) que había sido sometido a altas temperaturas. Esa era la "cáscara de color grisáceo claro". La otra cara, sin lugar a dudas, estaba recubierta con un primario inorgánico de zinc. Este tipo de pintura se utiliza en el interior de tanques que van a contener solventes. En este caso podría tratarse de un tanque de combustible de algún reactor o cohete. Esto sería la confirmación de lo que posteriormente Héctor Escobar descubriría.
Continuará...
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