jueves, 29 de diciembre de 2011

INFLUENCIA DEL CINE EN LA VIDA Y EN LA OBRA DE LUIS ZAPATA

¿Necesita Luis Zapata de una presentación? No, pero de cualquier forma la haré:

El narrador y dramaturgo Luis Zapata nació en Chilpancingo, Guerrero, en 1951. Obtuvo la licenciatura en letras francesas en la UNAM. Es autor de Hasta en las mejores familias, Los postulados del buen golpista, Paisaje con amigos, De amor es mi negra pena, La hermana secreta de Angélica María, Melodrama, En jirones, Ese amor que hasta ayer nos quemaba, ¿Por qué mejor no nos vamos?, De pétalos perennes (obra llevada al cine –por Jaime Humberto Hermosillo- con el nombre de Confidencias), La historia de siempre y, por supuesto, El vampiro de la colonia Roma. En cine ha realizado el cortometraje Regalo de cumpleaños, el largometraje Afectuosamente su comadre y el documental Angélica María frente al mar.

Hace tiempo, curioseando en el catálogo de la biblioteca del Colegio de México, encontré el libro Luis Zapata de cuerpo entero, texto escrito por el mismo Zapata.

Se trata de un texto corto acompañado de cinco fotografías. La primera data de 1955 y en ella aparece Luis a los cuatro años, las dos siguientes son imágenes de borradores del texto, la cuarta es de 1958 y en ella aparece Luis en una fiesta escolar, la última aparece en la contraportada y en ella se ve a Luis fumando mientras mira a la cámara. Todas las imágenes lo muestran de cuerpo entero.

En este libro Luis expone la forma en que el cine y el teatro influyeron en su vida y en su obra.

Pocos son los recuerdos lejanos que posee, comienza el libro narrando tres de ellos. En dos de esos recuerdos está presente el cine.

Cuenta que cuando salió de la primaria se sintió feliz: “no porque hubiera sido un pequeño calvario, sino porque eso significaba que cada vez estaba más cerca de convertirme en adulto, lo cual, como se verá después, era mi mayor anhelo, aunque, como también se verá después, por razones completamente frívolas.”

En realidad sus razones no eran tan frívolas, pues el cine no era sólo un pasatiempo: marcó su vida; según afirma, el séptimo arte fue su primer ejercicio de individualidad.

¿Por qué estaba ansioso por convertirse en adulto? Porque al ser niño no todas las películas estaban a su alcance, cosas de la clasificación (curiosamente Zapata afirma haber sido un “niño de amplio criterio”); en cambio como adulto podría ver todas las películas que deseara: “De niño, uno de mis mayores deseos era crecer, no para formar una familia ni para dedicarme en cuerpo y alma a una vocación cualquiera, sino principalmente para ver todo tipo de películas, sin ninguna restricción; de tal manera que, si en esos momentos de frustración cinematográfica me hubieran preguntado ‘Y tú ¿qué quieres ser de grande?’, habría respondido sin pensarlo dos veces: ‘Eso, grande.’ Mi obsesión era tal, que con frecuencia preguntaba a mi papá a partir de qué edad podría ser considerado ‘grande’, es decir, lo suficientemente grande como para ya no seguir sufriendo esas limitaciones humillantes para mi condición de cinéfilo. A los dieciocho años, a los veintiuno, debe haber respondido, quizás a los quince; ‘no tengas tanta prisa por crecer’, me aconsejaba.”

Pero su frustración continuó durante su pubertad. A los 17 años, a pesar de ser “Todo un Adolescente que leía al marqués de Sade”, continuaba siendo víctima de los boleteros “ojetes” que le impedían la entrada a películas “impropias” para su edad. Hasta llegó a disfrazarse de adulto, sin mucho éxito.

Además de ver películas, gustaba de ver los carteles de las películas en exhibición, de aprenderse de memoria la cartelera, de comprar revistas (fotonovelas), y hasta de escribir cartas a sus actrices favoritas, entre ellas Angélica María, “con quien realmente descubrí una temprana vocación epistolar (...) o, mejor dicho, con la secretaria de A. M., como cínicamente me confesó después la propia Novia.”

También gustaba del teatro y de las Caravanas de Estrellas (que llegaban a su ciudad natal), éstas contaban con “la presencia de los artistas, esos generosos extraños que se empeñaban en divertir a un público a veces insensible a sus esfuerzos. Había de todo: rumberas en decadencia, baladistas debutantes, estrellas de comedias rancheras, cantantes de música tropical, cómicos.”

Era un exitoso cazador de autógrafos. “Gracias a las variedades pero también a mis a veces entusiastas cartas, llegué a formar una respetable colección de autógrafos –ya lo dice el proverbio: la ociosidad es la madre de todas las colecciones.”

¿Cuál era una de sus mayores ilusiones? “asistir a un teatro de revista o a un -¡no querías nada!- cabaret de la capital.”

Posteriormente el teatro Blanquita entró con el pie derecho a formar parte de sus fantasías:

“A los pocos días, empezaron a anunciar en las estaciones de radio del Distrito Federal, que en general sólo se captaban de noche, la próxima inauguración del teatro Blanquita y el elenco que integraría su primera temporada: Libertad Lamarque, Resortes, las Hermanas Velásquez, que resultaron cantantes de boleros y no, como ingenuamente había supuesto, las famosas Tere y Lorena, estrellas de cine.”

Asistir al Blanquita le resultó fascinante:

“Esa visita al Blanquita fue mi primera incursión real, nocturna, musicalizada, en el mundo de los adultos: mi nerviosismo, mi excitación, mi apantalle eran seguramente los mismos que sentían los muchachos cuando iban por primera vez a un cabaret de la zona roja: el estimulante placer de una leve transgresión.”

¿Hasta qué punto nos inventamos a nosotros mismos? ¿Hasta qué punto nos construimos a partir de falsos recuerdos? ¿Lo que recordamos se corresponde siempre con la realidad? ¿Por qué recordamos ciertas cosas y no otras? ¿De qué depende la interpretación que damos a lo que “recordamos”?

Luis se hace preguntas similares después de haber relatado la importancia de los espectáculos en su infancia:

“¿Por qué se volvieron tan importantes en mi niñez los espectáculos, principalmente el cine? Quizá porque así lo decidí de manera un tanto arbitraria, desde mi edad adulta, al privilegiar ese tipo de recuerdos sobre los otros. ¿Y por qué?, ¿qué imagen de mi infancia pretendo ofrecer a los demás, pero sobre todo a mi mismo? Tal vez la de un niño que, en lugar de vivir, sueña, elabora fantasías desvinculadas de su realidad inmediata y escoge una perspectiva romántica para ver y enfrentar la vida. ¿Soy, pues, deshonesto ante mi propio pasado en la medida en que lo invento? ¿Trato de justificar a posteriori una vocación por lo ficticio que no es otra cosa que la dificultad para adaptarse, la imposibilidad de arraigarse del todo en la realidad? ¿Quiero creer, y hacer creer que mi niñez fue diferente de la de los demás? Quién sabe. Ignoro hasta qué punto el cine en efecto llenaba mis días, y hasta qué punto desplazó otras actividades e intereses.”

Seguramente muchos nos hemos preguntado acerca del momento en que Luis comenzó a escribir, en este texto encontramos la respuesta: comenzó a los nueve años, se trataba de una recreación con dibujos y diálogos de las películas que veía, y de las que no veía pero cuya trama suponía a partir de los tráilers.

Aún siendo niño escribió textos “que estaban a medio camino entre el guión cinematográfico, el libreto teatral y –por decir algo- la novela. Muchos de ellos los he perdido.”

De 1963 conserva “Locura”, obra a la que dos años después le hizo una anotación ingenua: “Esta fue (Sic) una de las Primeras (Sic) novelas que hice. Por eso la guardo como un Recuerdo Especial (Sic Sic).”

De lo que no puede dudarse es de la importancia que tuvo el cine en su trabajo como escritor:

“Casi todos los textos escritos durante mi adolescencia eran concebidos como guiones cinematográficos, aunque sin indicaciones técnicas (...) Quizá se trate de una deformación pero en muchas ocasiones he resuelto pasajes de alguna novela o cuento concibiéndolos de manera cinematográfica. Así, el cine me ha permitido en algunos momentos superar ciertos escollos estructurales, visualizar atmósferas, centrar en un campo de visión las acciones de mis personajes, imprimir cierto ritmo a algunas escenas. Para bien o para mal, el cine ha sido decisivo en mi formación como escritor.”

En 1965 vio en el teatro de los Insurgentes la obra “Sí quiero”, en ella participaban Angélica María y Fernando Luján; Luis comenzó a escribir comedias protagonizadas por parejas recién casadas. He aquí algunos títulos: La cigüeña invisible, Dos a las dos (subtitulo: El hombre y la suegra), Esperando al nene (continuación de la anterior), La cigüela retrasada, Diciembre + 10 = chantaje, Conspiración bebé.

Hacia el final del libro reflexiona sobre su “vocación por la escritura”. Afirma que de niño nunca se planteó la posibilidad de ser escritor, pensaba que sería arquitecto o médico, profesiones realistas.

“¿Cómo tomar en serio una actividad más asociada con el juego y el placer que con el esfuerzo y la chinga cotidiana? (...) Tanto el cine como la escritura no eran más que pasatiempos, que necesariamente debería abandonar después, cuando creciera.”

Afortunadamente Zapata no renunció a esa diversión: “por el contrario, con el tiempo se fue convirtiendo en algo necesario, quizá producto de un deseo infantil de prolongar el juego en la vida adulta, de no dar el brazo a torcer del todo ante la realidad.”

viernes, 23 de diciembre de 2011

El Evangelio según Carlitos

No tengo la intención de repetir en este blog lo que ya publiqué en Las patillas de Asimov, esta entrada es una excepción. Hace ya muchos años, en un taller de creación literaria, nos pusimos como ejercicio escribir un cuento cruel de navidad. Yo escribí la siguiente historia, que bien podría ser llamada "el evangelio según Carlitos"... ¡Feliz Navidad!


Mi mejor amigo

A Carlitos siempre le habían dicho que el niño Jesús quería ser su mejor amigo.

“Lo único que tienes que hacer es acercarte a él.”, le decía su mamá. Carlos sabía perfectamente que eso significaba ir a misa todos los domingos, algo que odiaba. Otra cosa que odiaba era que siempre que hacía algo malo le reiteraban que “Jesús nunca haría eso.” Por eso empezaba a aborrecer a ese tal niño Jesús. “¿Quién quiere ser amigo de un niño que no diría una grosería si la maestra lo dejara sin recreo o que nunca le vería los calzones a las niñas? ¡Qué niño tan aburrido!”, argumentaba Carlitos.

¿Cuándo comenzó a pensar seriamente en la amistad de ese chamaco soporífero?

En la escuela reñía cada vez con más frecuencia con quienes eran sus amigos. Estaba cansado de que no jugaran a lo que él decía, de que no le dejaran hacer trampa, de que no le prestaran sus juguetes...

Gabriel se había convertido en su mejor amigo. Sobre todo porque era fácil manipularlo. Siempre encontraba la manera de que le regalara su almuerzo, de que lo dejara ganar en el fútbol y de que le regalara sus mejores juguetes. A Silvia no le gustaba nada esa situación y un día le prohibió a Carlos acercarse a su pequeño e indefenso Gabrielito.

Carlos necesitaba encontrar un verdadero cuate, lo cual significaba encontrar a alguien que se dejara tratar como un trapo. Y la culpa de todo la tenían sus papás, siendo hijo único le habían cumplido todos sus caprichos; sus deseos eran órdenes.

Al chaval no le interesaba lo que pensaran o sintieran los demás, él era el único que importaba. Pronto se fue quedando solo y obviamente no pediría perdón ni aceptaría convertirse en actor secundario.

***

“Mamita, quiero ser amigo del niño Jesús.”, anunció el pequeño.

“Doña gruñona” se puso feliz al escuchar tal cosa, pues la navidad ya se acercaba y sabía que al niño nunca le había gustado celebrar esa fecha.

Y es que el chaval odiaba el hecho de que cualquier crío tuviera una mejor fiesta de cumpleaños que él. Detestaba la idea de que toda la gente celebrara el nacimiento del niño Jesús. ¡Verdaderamente insoportable!

***

El 25 de diciembre, a primera hora, Carlitos se levantó ilusionado, ¿le habría traído Santa Claus lo que había pedido? Cierto que no se había portado nada bien, pero también era cierto que todos los años le traían juguetes a pesar de su mal comportamiento.

Salió de su cama a toda velocidad para ir a revisar los paquetes bajo el árbol... Al llegar casi se va de espaldas, sus ojos se abrieron como un par de platos ante el espectáculo del que era testigo.

Un niño más pequeño que él se le había adelantado.

Aquel extraño ya había abierto los paquetes y se divertía con los juguetes que no le correspondían.

-¡Deja eso!

-¡Vete al diablo, Carlos!

-¿?

-Quita esa cara de bobo, si es que puedes.

-¿Qué dijiste?

-¡Vaya con este tipo!, además de tonto, sordo.

En ese momento Carlitos le arrebató el carrito a control remoto y cuando estaba a punto de golpear con éste al intruso en la cabeza, entró Carlos padre.

-Que bueno que ya se conocieron... espero que estés feliz, hijo.

-¿?

Aquel hombre puso en sus hombros al desconocido al tiempo que decía:

-Deseo que se lleven bien, nos costó mucho trabajo convencer a la mamá del niño Jesús para que lo dejara vivir con nosotros durante algún tiempo... pero le aseguramos que estabas ansioso por convertirlo en tu mejor amigo.

Y mientras el confiado padre terminaba su discurso, el niño Jesús le sacaba la lengua a Carlitos.

***

-Así que ahora soy dueño de este cuarto. –Dijo fanfarronamente el pequeño niño dios al tiempo que inspeccionaba con la vista aquella habitación llena de juguetes.

-Ni se te ocurra. –Contestó Carlos, más con cara de susto que de amenaza.

-Pues te guste o no, ahora soy el consentido, el dueño de este cuarto y de todo lo que hay en él.

-Estás como operado del cerebro si crees que voy a permitir que me despojes de mis cosas.

-¿Y cómo lo vas a impedir, cara de tonto? Y ya sabes, todo lo que hay en este cuarto es mío, así que ni pienses en tomar algo sin mi permiso. Ahora lárgate.

Carlitos no daba crédito a lo que escuchaba, ¿Jesús era el niño modelo?, ¿era ese mocoso impertinente el ejemplo a seguir? La verdad es que todos estaban equivocados, el chavalillo estaba muy lejos de ser el ingenuo, cándido e iluso que le habían dicho. Sólo era cuestión de tiempo, en cuanto sus papás se dieran cuenta de que habían invitado a vivir con ellos a un monstruo lo pondrían de patitas en la calle.
Pronto se daría cuenta de que el iluso era él. Conforme los días pasaran la guerra se volvería más intensa y Carlitos tenía todas las de perder.

***

Jesús no tuvo que hacer demasiado esfuerzo por ganarse la confianza y la credibilidad de los padres de Carlos, pues desde antes de llegar ya contaba con ellas, creían ciegamente en la verdad de ese chapucero. Carlos no deseaba pensar en resignarse pero tampoco se le ocurría algo para desenmascararlo. Estaba convirtiéndose en algo verdaderamente insoportable tener que aguantar en silencio la hipocresía de Jesús, su vocecita melosa y su tonito ñoño eran algo patético.

-Tengo a tus padres comiendo de mi mano, creen completamente todo lo que les digo; entre tu palabra y la mía, prefieren la mía.

-¡¡No es verdad!! –El tono usado por Carlitos podría hacer pensar a cualquiera que el chico creía en lo que decía, nada más lejos de la realidad; el pobre niño trataba de convencerse a sí mismo.

-Ya veremos en los próximos días quién tiene la razón –remató con mirada perversa Jesús-, si estás tan seguro de lo que dices no tienes nada que temer.

Aquellas palabras hicieron que a Carlos se le hiciera un nudo en el estómago, que las piernas le empezaran a temblar y las manos a sudar.

***

-¿Qué haces aquí, mi amor? –Preguntó preocupada Doña Gruñona el sábado en el que encontró a su hijo, a primera hora de la mañana, durmiendo en el sillón de la sala.

-Carlos es muy buen niño, señora –en ese momento entraba en la sala el pequeño Cristo-: me permitió dormir solo en el cuarto para que estuviera más cómodo, yo le dije que no era necesario pero no quiso escucharme.

-¡No es cierto! –Carlitos se incorporó rápidamente al escuchar aquella patraña y parado sobre el sofá argumentó a gritos- Esa es una mentira, un embuste, él no me permitió dormir en MI cuarto, se lo apropió, me dijo que ahora era suyo y que me fuera buscando otro lugar para pasar la noche... además amenazó con pegarme si lo acusaba con ustedes.

-¡Esto es el colmo! –Dijo la señora con tal furia que Carlos ya podía imaginar la tunda que le esperaba a ese tal niño Jesús, con eso aprendería a no molestar y se daría cuenta de quién era realmente el consentido, el rey de la casa. Lástima que el golpe fue para Carlos, fue una bofetada terrible, realmente dolorosa, física y moralmente. Era la primera pero no la última que recibiría por culpa de su rival.

-No vuelvas a levantar falsos, jamás vuelvas a mentir de esa forma, ¿qué diría la Virgen María si escuchara la manera tan grosera como te expresaste de su retoño?; debería darte vergüenza, mira lo que has provocado, hiciste llorar al niño Jesús. En este momento vamos a que te laves la boca con jabón...

Doña gruñona tomó de la mano a su hijo y lo llevó casi arrastrando hasta el baño.
Más confusión que rabia sentía Carlitos, y antes de llegar al baño observó como “el niñito más bueno del mundo” le hacía una seña obscena con la mano.

***

Si lo anterior no bastara para demostrar que el niño Jesús era realmente un bribón de lo peor, lo que a continuación narraremos lo dejará más que confirmado.

Un buen día, o mejor dicho, un mal día comían Carlos, su madre y el enredador –suponemos que queda claro que aplicamos tal calificativo al niño Jesús- cuando de pronto lanzó el niño dios una mirada que de inmediato perturbó en gran manera al otro niño, es decir, al niño que estaba a punto de convertirse nuevamente en víctima.

Las palabras no eran necesarias, se podían adivinar los pensamientos que pasaban por la mente del pequeño verdugo: “Ahora te demostraré quién tiene realmente el control de la situación, observa la terrible verdad: tus padres me creen un santo y hagas lo que hagas te perderán la confianza”.

Carlitos hubiera querido correr a esconderse en las faldas de su madre y escuchar que siempre lo protegería de cualquier peligro, que jamás dudaría de él.

En un momento en que Doña gruñona se levantó para ir a la cocina, Jesús tomó con la mano un poco del puré que tenía en su plato, Carlos miraba absorto aquellos movimientos: sonrió el desalmado y se embarró aquella papilla en la cabeza. “¿Para qué demonios hacía aquello?”, se preguntaba Carlos y la respuesta llegó casi de inmediato, en cuanto Jesús escuchó los pasos de Doña Gruñona, gritó lastimeramente: “No hagas eso, Carlos: ¿por qué me arrojas de tu puré?”

-¿Qué te sucede? ¿No has aprendido la lección? ¿Quieres que otra vez te castiguemos?

El pobre Carlos ni siquiera respondió, un sentimiento de impotencia se iba apoderando de él poco a poco.

La operación se repitió hasta tres veces; cansada de que su hijo no pareciera entender lo que se le decía, la cegada señora le dio un manotazo seguido de un jalón de orejas y lo castigó dejándolo sin postre.

Lo que más le preocupaba era que por su expresión, Jesús le informaba que no pararía ahí la cosa.

-Mamá... -balbuceó sin saber que decir a continuación.

Doña Gruñona se levantó para ir de nueva cuenta a la cocina, esta vez para llevar los platos sucios y traer el postre del que por culpa del terrible enemigo no disfrutaría; Carlos quiso jugarse la única carta que tenía.

-Mamá, no te molestes; yo llevo los platos y traigo el postre. Quiero enmendar mi error.

-No, yo lo hago; y espero que en verdad estés arrepentido.

El niño observó a su madre alejarse y si sus piernas se lo hubieran permitido hubiese salido corriendo.

-Observa esto, taradín... -Jesús estiró la mano hacia el tazón en el que se encontraba el puré sobrante, tomó la cuchara con la que lo habían servido y apuntó hacia Doña Gruñona.

“¡Cuidado!” quiso gritar Carlos pero era demasiado tarde, la perversa catapulta había hecho su trabajo y la papilla bañaba por la espalda a la ahora enfurecida señora.
Doña Gruñona lanzó una mirada acusadora a Carlitos, se aproximó a él gritando; pero el chamaco no escuchaba nada, no podía, únicamente veía aterrado a su madre, veía aquellos ojos tan llenos de rabia que sabía lo que le esperaba.

***

-Es horrible el comportamiento de Carlos, no ha hecho otra cosa que tratar de culpar de todo a Jesús... pienso que lo mejor que podemos hacer es regresar al niño dios a donde pertenece, debemos regresarlo a la Virgen María.

Música para sus pequeños oídos. Carlos estaba feliz, no podía creer lo que escuchaba escondido bajo la mesa, el intruso se iría y volvería a ser el rey de la casa.

-No, mujer; no recurramos al camino fácil, recuerda que ancho y espacioso es el camino que conduce a la perdición. Nuestro hijo debe aprender a ser un niño bueno, debe aprender a respetar a nuestro pequeño invitado; nunca le hemos pegado en serio pero... la próxima vez que se atreva a mentir o a molestar a Jesús...
La alegría duró poco, no sólo no se iba el arrimado sino que las cosas se ponían más difíciles.

***

Ni un solo punto ganó en la batalla Carlos, y lo peor es que llegaba ya a su fin.
GAME OVER. Lástima que no fuera como en las maquinitas que uno puede volver a echar una moneda para seguir intentando ganar, y aunque de momento no se logre, sí se gana experiencia y se van mejorando las técnicas de combate.

Pero en la vida hay batallas en las que se participa una sola vez y si se pierde no queda más remedio que lamentarse por siempre; y para desgracia de Carlos, ya a su corta edad experimentaba el amargo sabor de la derrota en una batalla importante: la confianza y el respeto de los padres, y la confianza y el respeto por uno mismo.

“Un poco más, necesito un poco más de tiempo” imploraba Carlitos, pero ¿a quién?, no podía pedírselo a Dios, la idea ya le había pasado por la mente; pero cómo podría Dios ayudarle a ganar la guerra contra su hijo, su primogénito, por ello consideró inútil aquel pensamiento.

Tal vez debió meditarlo un poco más, ya Dios había desamparado al Hijo del Hombre en una ocasión (recordar si no aquellas terrible palabras: Dios, Dios, ¿por qué me abandonas?), las razones de Carlos eran justas y de vez en cuando también lo son las acciones del Todopoderoso.

El capítulo final de tan terrible y cruenta cruzada la escribió el villano de la historia, hubiéramos deseado que no fuera así. Mucho nos hubiera regocijado que Carlos desenmascarara al charlatán y que el Señor le diera una buena tunda para que se le quitara lo hipócrita y mala leche; y que Carlitos hubiera aprendido a no ser tan egoísta y viviera feliz lo que le restaba de infancia, que por otro lado, no era poco. Pero ésta no es una historia inventada, es de la vida real y como tal, hay ocasiones en que los protagonistas de los acontecimientos triunfan y veces en las que pierden miserablemente.

***

La madre de Carlos lloraba amargamente porque sabía que reformar a su hijo era una causa perdida. Carlos padre, por su parte, se paseaba de un lado a otro de la habitación y aunque no lloraba, ganas no le faltaban, pero no era el momento de que la cabeza de la familia se dejara caer, no podía darse el lujo de ser débil.

-¡Dios, dame una señal, una sola señal sobre lo que debo hacer! -Y aunque llorar es síntoma de espíritu débil, no lo es el pedir al Señor una ayudadita en los pesares de la vida, por ello es que Carlos padre gritó al Creador.

Carlos hijo, escondido debajo de la cama, escuchó aquel grito. Por eso es que sabía que la batalla terminaba, sus padres se habían encerrado en la biblioteca desde hacia varias horas a discutir sobre lo que harían. No había visto al niño Jesús desde la mañana y eso le preocupaba, deseaba pensar que el enemigo había dejado de existir o en el peor de los casos tenerlo frente a frente para saber cuál sería su último movimiento; ya era demasiado tarde para imaginar siquiera que sería posible responder a la última embestida, pero si vivir en el suspenso es insoportable hasta para el hombre que presume de tener nervios de acero, imaginemos lo que significa soportar esas circunstancias para un niño. ¿Qué planeaba el terrible mocoso?

-¡Sólo una señal, Dios! -Repitió Carlos padre y Jesús, que no había utilizado hasta entonces los poderes sobrenaturales de los que goza, convencido de que no era necesario hacerlo, pues con su inteligencia bastaba, decidió que el momento de hacerlo había llegado.

“¿Quieren una señal divina? ¿Quieren escuchar a Dios?, pues tendrán la señal y escucharan la voz de mi padre”, pensó el pequeño pillo. Jamás había osado usurpar el papel de su padre, sabía que eso era una falta grave, pero seguramente ni se daría cuenta con tantas ocupaciones y si lo llegaba a ver no le reprocharía el atrevimiento. Cuando se es el príncipe del universo no hay posibles prohibiciones, de ahí que el niño Jesús fuera tan pedante y ególatra. El Señor jamás había aplicado los consejos de la Biblia para educar a su primogénito, convencido de que la Biblia era realmente un libro inútil, producto de un lapsus de los tan comunes en Él. El pequeño príncipe jamás había recibido una nalgada y estaba tan consentido que sus caprichos eran órdenes.

Irónicamente, Jesús, el niño más mimado, desobediente, impertinente y respondón, estaba a punto de hacer que Carlos recibiera la tunda más grande de su corta vida en castigo por su supuesta desobediencia. No lo malo sino lo peor del caso es que su macabra broma estaba a punto de salírsele de las manos, estaba a punto de engendrar un monstruo.

-¡Carlos!

-¿Quién me habla?

-El Dios de tu bisabuelo y de tu abuelo y de tu padre.

-Señor, discúlpanos por no haberle dado a tu hijo el trato que se merecía...

La Madre de Carlos dejó a un lado el llanto y se incorporó de inmediato para interceder por su primogénito:

-¡Disculpa a nuestro hijo, no sabe lo que hace!

-¡¡Callad!! Les diré lo que tienen que hacer y si cumplen mis mandatos Carlos podrá salvarse del infierno... -Para ese momento Jesús estaba a punto de carcajearse al ver las caras de aquellos crédulos que ignoraban que tal lugar no existe, que se trata únicamente de un mal entendido.

-¡Haremos lo que pidas!

-Bien, pero si no cumplen al pie de la letra se condenará eternamente y sus sufrimientos no tendrán fin... Su hijo es rebelde y al rebelde se le dará el castigo adecuado.

-Obedeceremos, Señor.

-Pero ten piedad de nuestro hijo.

-¡Silencio! ¿Tendrán el atrevimiento de decirle a su Dios lo que debe o no debe hacer?...

Una Biblia resplandeciente apareció en medio de la habitación, ante la vista de los preocupados padres.

-¡Tomad el libro!

En cuanto La Palabra se posó en las manos femeninas, con gran brusquedad una fuerza invisible comenzó a hojear el libro.

-¡Obedecerán sin rechistar! Lean los párrafos señalados.

El que detiene el castigo, a su hijo aborrece: más el que lo ama, madruga a castigarlo.
No rehúses la corrección del muchacho: porque si lo hieres con vara no morirá. Tu lo herirás con vara, y librarás su alma del infierno.
La vara y la corrección dan sabiduría: más el muchacho consentido avergonzará a su madre.


Jesús dudó por un momento pero al final les hizo leer la parte más cruel, es aquí donde su broma se le salió de las manos; y es que difícilmente puede un niño tan pequeño y mimado medir las consecuencias de sus acciones.

Y si alguno tuviere algún hijo contumaz y rebelde, que no obedece a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndolo castigado, no les obedeciere; Entonces tomarlo han su padre y su madre, y lo sacaran a los ancianos de su ciudad: Este nuestro hijo es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz. Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán con piedras, y MORIRÁ: así quitaras el mal de en medio de ti y todo Israel oirá, y temerá.

Los ojos de aquellos padres estuvieron a punto de salírseles de sus órbitas, la Biblia cayó al suelo y pronto comenzaron las quejas, que sin ningún reparo fueron sofocadas por quien se hacía pasar por Dios.

-¡Dejen sus lamentos! Si lo hacen salvarán del infierno a su hijo, de lo contrario sus lamentos sarán escuchados por siempre. Haced como Abraham, nunca dudó en obedecer cuando mi padre le pidió en... digo, cuando le pedí en sacrificio al joven Isaac. ¡Cumplid mis órdenes!

Rió, realmente rió con ganas una vez que desapareció de la vista de los padres de Carlos; deseaba ver hasta dónde llegaban esos dos. Aunque hay que decir, en honor a la verdad, que no tenía en mente que cumplieran con la última parte, sólo deseaba que Carlos recibiera una lluvia de varazos.


***

Jesús apareció en el cuarto de Carlitos.

-Creyeron que era Dios, me creyeron, tal vez ya llegó el momento de sustituir a mi padre, después de todo es viejo. –Le informó a Carlitos la pequeña deidad.

-¿Te hiciste pasar por Dios?

-Sí, tus padres creyeron que mi padre les ordenaba darte una buena paliza para salvarte del infierno. ¡La que te espera, bobo!

El niño no pudo contener su rabia y se le fue encima al usurpador.

-Confiesa todo o yo te daré una paliza peor de la que reciba. -Le exigió Carlitos al malvado huésped.

-¿Insistes en retarme? Eres más torpe de lo que pensé.

Y cuando Carlos comenzó a estrellar contra la pared a Jesús, entraron los padres del primero.

-¡Pero es que no entiendes, ¿verdad?! -comentaron los adultos con severidad.

-Nuestro hijo realmente se irá al infierno si no hacemos lo que Dios nos ha ordenado. –Comentó con auténtica preocupación doña gruñona.

-Mamá, papá... Dios no habló con ustedes, fue este niño tarado, él fue quien les dijo que me pegaran; es malo y mentiroso, el que merece la paliza es él. ¡Péguenle a él!

-¡Basta! -gritó su padre, y el grito fue acompañado de un golpe que hizo sangrar la nariz de Carlitos. Y mientras la nariz de Carlitos sangraba, el niño Jesús comenzó a llorar.

-¿Por qué no me quieres? ¿Por qué siempre me acusas de cosas que tú haces? ¿Por qué todas las noches me golpeas la espalda si yo únicamente quiero ser tu mejor amigo?

-¡MENTIROSO!

Doña gruñona asustada levantó la camisa del niño Jesús para ver su espalda. Para sorpresa de los adultos la espalda del niño divino estaba llena de moretones.

-¡Esto es el colmo! -Gritó la madre de Carlos, lo tomó fuertemente de la mano y lo llevó casi arrastrando hasta la biblioteca, Carlos padre los siguió y cuando los tres estuvieron dentro cerraron la puerta dispuestos a obedecer La Palabra hasta sus últimas consecuencias.

Carlos ya no intentó explicarse, nada podía hacer contra aquel impostor que había armado tan bien las cosas.

Jesús se carcajeó al imaginar los varazos que le darían al niño idiota. Pensaba asomarse más tarde para ver cómo iban las cosas, deseaba burlarse de Carlos cuando la paliza terminara... No podría cumplir su deseo.

Demasiado tarde fue cuando vio que aquel par había obedecido con TODO lo ordenado, no porque no amaran a su hijo, al contrario. “Con esto lo libramos del infierno”, pensaron.

Hizo lo mejor que podía hacer; no quiso escuchar los lamentos ni ver más el cuerpo sin vida de Carlos, aunque la imagen de éste lo seguiría por mucho tiempo.

***

Jesús ya no quiso saber nada de la tragedia que había provocado. Nunca se enteraría de lo sucedido en aquella casa, en aquel lugar que había dejado de ser un hogar por su culpa.

En el cielo nadie se enteró de lo acontecido (al menos nadie abrió la boca para informarlo).

El Príncipe del Universo no gusta de pensar mucho en el asunto, trata de olvidar todo sin lograrlo y tiene terribles pesadillas; pero ni siquiera eso logró que dejara sus actitudes pedantes.

Árbol que crece torcido...

En la Tierra, sobre todo en vísperas de Navidad, millones de padres -ignorantes de todo lo acontecido a Carlitos y a su familia- invitan a sus hijos a buscar a Dios y a su primogénito. Les exhortan a convertir al niño Jesús en su mejor amigo.

martes, 20 de diciembre de 2011

Día mundial del escepticismo y contra el avance de las pseudociencias (Recordando a Carl Sagan)

En esta ocasión me referiré a una de las figuras más importantes dentro del escepticismo y la lucha contra la superstición, la irracionalidad y la pseudociencia: el filósofo Paul Kurtz.

En octubre de 1975, Paul Kurtz se puso en contacto con el Comite (Belge) pour l´Investigation Scientifique des Phenomenes Paranormaux. Invitó a sus integrantes a publicar en la revista The Humanist un texto acerca de la astrología (el texto específicamente trataba sobre el llamado "efecto Marte" y los estudios de Michel Gauquelin). Posteriormente Kurz les informó de su idea de crear un grupo similar.

En mayo del siguiente año, varios científicos, escritores y un "mago solitario" se reunieron en un simposio patrocinado por la Asociación Humanista Americana para examinar "El nuevo irracionalismo: anticiencia y pseudociencia". En palabras de James Randi (el solitario mago): "Estábamos decididos a hacer algo contra los infundados anuncios de miagros y poderes mágicos respaldados por unos pocos científicos y que fueron declarados verdaderos descubrimientos científicos." Así fue como surgió el Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal (CSICOP). Ahora simplemente CSI.

Los objetivos del CSI son: Establecer una red de personas interesadas en exainar las denuncias de fenómenos paranormales; preparar bibliografías de materiales publicados que examinen cuidadosamente dichas denuncias; alentar y encargar estudios por parte de investigadores objetivos e imparciales en las áreas requeridas; convocar conferencias y reuniones; publicar artículos, monografías y libros que examinen las denuncias de fenómenos paranormales; no rechazar a priori ninguna de las denuncias, sino examinarlas más bien de forma abierta, objetiva y cuidadosa.

Ahora veamos una entrevista que le realizaron a Kurtz en la revista Muy Interesante.



Varias preguntas se refirieron a la ciencia, entre otras cosas, el filósofo expresó: "La base de la ciencia es la combinación de evidencias demostrables, construcciones teóricas y predicciones experimentales. Sobre estos tres ladrillos debe construirse el pensamiento científico humano y no puede faltar ninguno de ellos. Pero lo más importante, sin duda, es la presencia de evidencias. Si lanzamos una teoría y no podemos comprobarla, nos quedamos en mera especulación."

Le preguntaron sobre la importancia de otros aspectos de la cultura como la filosofía y el arte, a lo que respondió: "Evidentemente, el ser humano es muy rico y complejo y todas esas cosas son, por supuesto, partes fundamentales de su desarrollo. El arte, la moral y la filosofía son las actividades más elevadas, pero hay otras formas de construir la cultura menos abstractas, como los deportes, los juegos, la sexualidad. Sin embargo, si nos referimos al estricto conocimiento del mundo que nos rodea, no tenemos más remedio que asegurar que el método científico es el arma más poderosa del ser humano para cambiar el mundo."

He aquí algunas de sus ideas acerca de lo paranormal: "Es algo que está muy de moda por el impacto de los medios de comunicación y por su atractivo popular. En realidad, no existe nada mágico, sino que hay fenómenos que aún están esperando una explicación científica (...) la creencia en lo paranormal es un problema de desinformación, de falta de sentido crítico. Considero que lo paranormal sólo está en el ojo del creyente. Necesitamos ser críticos al pensar por qué convence a la gente. Creo que cuando las religiones tradicionales decaen, lo paranormal se convierte en algo muy atractivo. La fascinación por lo desconocido es inevitable y mucha gente confunde lo trascendental con lo paranormal. A mí me gusta llamar al esoterimos la tentación trascendental. De hecho, pienso que la pseudociencia es una nueva religión. Y problablemente sea la mayor religión del mundo.

Sobre los medios de comunicación como promotores de la pseudociencia dijo: "Creo que los medios de comunicación son responsables de haber dado más importancia a la pseudociencia que a la ciencia. ¿Qué es más atractivo, hablar del triángulo de las Bermudas y de los círculos del maíz o explicar qué ve el Voyager cando pasa junto a Júpiter? Para mí, el mundo real es más emocionante que cualquier cuento esotérico."

¿Es lo paranormal una moda pasajera?, fue la última pregunta de la entrevista. Respondió: "No, por desgracia. Porque cada generación tiene su forma irracional de pensar y no se acaba el círculo vicioso. La propaganda pseudocientífica es muy poderosa y aparece en las revistas, en los libros, en la televisión, en las películas, en la adio... Es un producto que se vende bien. La única terapia eficaz contra esto es el pensamiento escéptico. Pero ¡ojo!, el escepticismo debe ser positivo. Yo propugno practicar un nuevo escepticismo. Debemos afrontar las pseudociencias con conocimientos reales. No consiste sólo en dudar, dudar y dudar. La duda es un arma de la ciencia, pero tenemos también que ofrecer cuestiones indudables, comprobadas. Y para eso está el método científico."

miércoles, 14 de diciembre de 2011

¡¡¡Y el día llegó!!!

Pues sí, resulta que el martes 6 de diciembre tomé la última clase no sólo del trimestre sino ¡¡de la carrera de Filosofía!! Ese día me costó trabajo concentrarme en lo que explicaba el profesor, pues no podía dejar de pensar que había concluído la carrera.

Hoy supe los resultados obtenidos este trimestre. El marcador fue:

Historia de la Filosofía IX (Schopenhauer y Nietzsche): MB
Historia de la Filosofía XI (Wittgenstein): MB
Introducción a la Sociología (optativa divisional): B

En historia XI entregué un trabajo sobre el Wittgenstein tardío (parte del trabajo es lo que subí en la entrada antepasada). Para aprobar el curso de sociología hicimos un trabajo en equipo sobre la salud mental en los estudiantes de la UAM-I.

El servicio social lo hice en la Sección de Enlaces y Eventos Universitarios de la Coordinación de Extensión Universitaria. Y les cuento que para cuando organicé el ciclo "Pseudociencias bajo la lupa" ya había terminado mi servicio, pero como aún no entregaba mi informe por escrito y como en Enlaces y Eventos me apoyaron (volantes, mantas, etc.), pude agregar el ciclo como parte del mismo. Y no crean que ya se me olvido subir los videos... ahora que ya me desocupé de la carrera me pondré a trabajar en eso.

La tesina la hice sobre el llamado "primer Wittgenstein", y se tituló "El misticismo y la santidad en Ludwig Wittgenstein". Y les cuento que en dicha tesina reuní la mayor parte de los textos que publiqué sobre este filósofo en Las patillas de Asimov (aquí pueden leerse). A Wittgenstein me lo presentó el físico José Marquina en uno de sus cursos de Filosofía de la Física... eso cuando yo estudiaba Física en la queridísima Facultad de Ciencias de la UNAM. Gracias, profesor Marquina.

Y gracias de todo corazón a todas aquellas personas que formaron parte de mi vida durante mis estudios en la UAM-I.

El próximo año intentaré ingresar a la maestría en Historia y Filosofía de la Ciencia en la misma UAM-I. Creo que el proyecto que presentaré será un análisis de las "Sizigias y cuadraturas lunares" de Fray Manuel Antonio de Rivas, historia sobre un viaje a la Luna, escrito allá por 1775 (al respecto ver aquí y aquí).

Por lo pronto estaré de festejo por varios días.

domingo, 11 de diciembre de 2011

¿La Guadalupana bajó al Tepeyac?

Me gusta comprar revistas y fanzines de los más variados y extraños orígenes, un ejemplo es "Clandestino, el periódico de la cultura alternativa". Compré esta publicación en el año 2005, no me pregunten dónde porque ni me acuerdo. Se trató del primer número, y la verdad es que ignoro si se publicaron más.

Vamos al contenido... Pues está bastante interesante. Algunos de los temas que encontramos son: el grupo La Catañeda (La casta, pues); el movimiento Punk; el Tianguis del Chopo; el California Dancing Club (en la colonia Portales); graffitis; tatuajes "desde las sombras", es decir, tatuajes basados en el arte fantástico (están bastante chingones, hasta lamento que los tatuajes no sean para mí); asesinos seriales; el cine mexicano de terror...


En unas cuantas horas sus fieles le cantarán las mañanitas a la Virgen de Guadalupe... Y escribr sobre El Clandestino viene a cuento porque hay dos textos de César Tort: "El mito del Tepeyac, la pintura guadalupana" y "La Navidad, una fiesta pagana".

En un breve texto César Tort explica algunos datos interesantes sobre la pintura de la Virgen de Guadalupe (Luis Ruiz Noguez dice aquí que fue Tort quien lo acercó a la parapsicología hecha por académicos, lo que después le llevaría a plantear lo del "objeto ufológico permanente").


¿Qué se sabe de esta imagen? José Sol Rosales, quien fuera director del Centro Nacional de Registro y Conservación para Obra Mueble del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), encontró que el ayate es de lino y cáñamo –y no de henequén–, de igual forma ha descrito el tipo de pintura utilizada (los colores son elaborados de cochinilla, sulfato de calcio y hollín de humo del ocote; pigmentos usados en el siglo XVI); Sol Rosales analizó el ayate a petición de Guillermo Schulemburg, ex abad de la basílica de Guadalupe. El investigador Leoncio Garza-Valdés, quien revisó la imagen con rayos X, asegura que hay tres imágenes pintadas (una sobre la otra): Marcos Cipac y Juan de Arrue son quienes habrían pintado la imagen de la morenita, y José Antonio Flores Gómez, restaurador de obras de arte, en dos ocasiones (1947 y 1973) le dio una “manita de gato” a la guadalupana.

Más datos:

La Guadalupana: tres imágenes en una

Un restaurador de la guadalupana expone detalles técnicos que desmitifican a la imagen

miércoles, 7 de diciembre de 2011

SOBRE EL WITTGENSTEIN TARDÍO

El objetivo de esta entrada es exponer algunas de las cuestiones en las que trabajó Ludwig Wittgenstein durante los últimos años de su vida, sobre todo las que anotó en Sobre la certeza.

Wittgenstein trabajó en la mencionada obra durante los últimos 18 meses de su vida, más de la mitad de sus anotaciones (de la 300 a la 676) las escribió en los últimos dos meses, las últimas líneas las anotó un día antes de perder la conciencia y dos días antes de morir.

Pero antes de ver las preocupaciones filosóficas de Wittgenstein en aquella época veamos algo que es importante para comprender la forma en que las abordó: el contexto filosófico en que trabajaba. ¿Cuál era para este pensador la meta de la filosofía y cuál el método para alcanzar esa meta?


1. LA TENTACIÓN CIENTÍFICA

Se suele distinguir entre el Wittgenstein del Tractatus Logico-Philosophicus y el de las Investigaciones Filosóficas; se habla del “primer Wittgenstein” y del “Wittgenstein tardío”. El mismo filósofo, muchos años después de haberlo escrito, vio de forma crítica su Tractatus. ¿Cómo se relacionan sus diferentes formas de abordar los problemas filosóficos? ¿Hay una ruptura radical entre el “primer Wittgenstein” y el “Wittgenstein tardío”? La continuidad consiste en que el trabajo filosófico de Wittgenstein a lo largo de su vida consistió no en resolver los problemas de la filosofía sino en disolverlos, ¿cómo? Aclarando o deshaciendo confusiones lingüísticas. La ruptura está en la metodología. En el Tractatus disuelve los problemas filosóficos mediante el análisis lógico del lenguaje.

En el Tractaus leemos: “La mayor parte de los interrogantes y proposiciones de los filósofos estriban en nuestra falta de comprensión de nuestra lógica lingüística”.
En agosto de 1918 Wittgenstein le escribió a Bertrand Russell que había resuelto todos los problemas filosóficos.

En el mismo Tractatus encontramos estas palabras: “El resultado de la filosofía no son ‘proposiciones filosóficas’, sino el que las proposiciones lleguen a clarificarse. La filosofía debe clarificar y delimitar nítidamente los pensamientos, que de otro modo son, turbios y borrosos”.

Delimitar nítidamente los pensamientos significa distinguir entre proposiciones con sentido y proposiciones sin sentido.

Como disolver los problemas filosóficos mediante el análisis lógico del lenguaje es la meta de la filosofía, entonces ésta ya no puede hacerse como venía haciéndose hasta ese momento. Quiero hacer énfasis sobre lo siguiente: hay una ruptura entre la concepción tradicional de la filosofía y la concepción de Wittgenstein. Para Wittgenstein la filosofía no puede producir conocimientos filosóficos (o como expresó en las líneas citadas más arriba, el resultado de la filosofía no son proposiciones filosóficas), su tarea consiste solamente en distinguir entre las proposiciones con y sin sentido.

La idea de que la filosofía no puede producir conocimientos filosóficos es parte de la continuidad en el pensamiento de Wittgenstein. Pero si el “primer Wittgenstein” disolvió los problemas filosóficos mediante el análisis lógico del lenguaje, ¿cómo los disolvió el “Wittgenstein tardió”?, ¿cuál fue su metodología?

Para intentar comprender esa metodología del Wittgenstein tardío recurrimos al texto “El método en Wittgenstein” de la profesora Magdalena Holguín.

G. E. Morre tomó notas de las conferencias dictadas por Wittgenstein entre 1930 y 1933. Estas notas se refieren precisamente a la concepción que de la filosofía tenía Wittgenstein. En esas notas se muestra lo que ya mencionamos: que el autor del Tractatus consideraba que su trabajo era radicalmente distinto al de la filosofía tradicional, y que esa diferencia se debía tanto a la meta que pretendía alcanzar como a la metodología que empleaba.

“La filosofía no es ninguna de las ciencias naturales”, escribió Wittgenstein en el Tractatus, y sería una idea que mantendría toda su vida. La profesora Magdalena Holguín, sobre los filósofos que han mantenido una posición contraria a la expuesta por Wittgenstein, escribe: “En algunos casos será la filosofía la que sustente y analice el quehacer científico, mientras que en otros deberá seguir ella misma el modelo de investigación elaborado por la ciencia. Tanto los miembros del Círculo de Viena como Russell y muchos otros pensadores contemporáneos de Wittgenstein propenden por aquello que ellos mismos llaman una ‘filosofía científica’ y por la adopción de una ‘actitud científica’ en filosofía.”

Y como para Wittgenstein entre ciencia y filosofía hay una discontinuidad, entonces es la ciencia y no la filosofía la que debe generar un sistema explicativo o un conjunto de proposiciones sobre la realidad. En los Cuadernos azul y marrón leemos:
“Los filósofos tienen constantemente ante los ojos el método de la ciencia y sienten una tentación irresistible a plantear y a contestar las preguntas del mismo modo que lo hace la ciencia. Esta tendencia es la verdadera fuente de la metafísica y lleva al filósofo a la oscuridad más completa.”

Así, las preguntas filosóficas no son preguntas científicas, y por ello no se debe intentar resolverlas como si se tratara de tales. Las respuestas a las preguntas filosóficas no deben presentarse como nuevos descubrimientos acerca de la realidad. Dice la profesora Holguín: “La confusión que invade toda la filosofía es aquella que considera un problema filosófico como si tal problema se refiriera a un hecho del mundo y no a un asunto de expresión.”

En resumen: hay una separación conceptual y metodológica entre la ciencia y la filosofía; por ello la filosofía debe evitar adoptar el método científico y, por tanto, evitar lo que Wittgenstein llamaba “actitud teórica.” Continúa Holguín: “El ‘nuevo estilo de pensamiento’ exigirá, entonces, que renunciemos a esa actitud teórica, como también a todos los procedimientos y propósitos de la ciencia: elaborar y comprobar hipótesis explicativas, reducir la multiplicidad de los fenómenos a un conjunto de leyes y principios, buscar progresiva y acumulativamente la consolidación de conocimientos verdaderos acerca de la experiencia. Cualquiera que sea el método filosófico, deberá diferenciarse con claridad de esta manera de proceder.”

Por otro lado, el segundo Wittgenstein ya no considerará válido el método usado en el Tractatus: el análisis lógico del lenguaje. ¿Por qué? Porque dicho método es parte de la “tentación científica” ya descrita y porque el Wittgenstein tardío concebirá el lenguaje de forma distinta.

Comencemos a describir el método wittgensteniano (en contraposición al de la ciencia): es descriptivo y no explicativo, su objetivo no es la verdad sino la claridad, busca razones o reglas y no causas, no formula hipótesis contrastables y considera casos concretos. Explica Holguín: “No pretende descubrir nuevos hechos ni meta-hechos, no está dirigido a encontrar un conjunto limitado de principios o axiomas. En contraposición con el análisis lógico, acepta la multiplicidad y la ambigüedad de los diferentes juegos del lenguaje como algo fundamentalmente irreductible; abandona la pretensión de encontrar una forma general de la proposición, una estructura ontológica que la sustente, una única manera de abordar los problemas conceptuales.”

Para Holguín el segundo Wittgenstein se ocupará ya no de la discrepancia entre la forma lógica y la forma gramatical, “sino entre nuestra idea filosófica de cómo funciona un concepto y la manera como funciona realmente.” Se tiene que aclarar un concepto examinando su aplicación efectiva.

Entonces la filosofía se debe ocupar de problemas lógico conceptuales. Wittgenstein anotó: “El reconocimiento de los problemas filosóficos como problemas lógicos es ya un paso adelante: trae consigo la actitud y método correctos.” ¿Cómo se abordarán esos problemas conceptuales? Responde Wittgenstein: “El método de la filosofía es la presentación perspicua de hechos gramaticales (...) ¿En qué sentido describe la gramática el lenguaje? Dice que tales y tales combinaciones de palabras son permisibles. También que esta palabra es igual a aquella. Es entonces en realidad una recolección de remembranzas acerca de reglas. Consiste en acuerdos sobre el lenguaje. La investigación del lenguaje en filosofía es una descripción y comparación de conceptos, con la ayuda también de conceptos construidos ad hoc.”

¿Qué método debe emplear el filósofo para deshacer confusiones conceptuales? El método puede tomar distintas formas: imaginar juegos del lenguaje como objetos de comparación, poner en evidencia hechos conocidos que se olvidan, mostrar la rareza de casos metafísicos, detectar falsas analogías, dar indicaciones prácticas, persuadir para ver los problemas filosóficos desde una perspectiva distinta (a lo que volveré en la cuarta parte), etc.


2. TERAPIA FILOSÓFICA


El tratamiento que da el filósofo a una cuestión
es como el tratamiento de una enfermedad.

La filosofía no está encarnada en las proposiciones,
sino en el lenguaje.
En nuestro lenguaje hay incorporada toda una mitología.

Ludwig Wittgenstein

Si bien es cierto que Wittgenstein escribió que “En filosofía no se puede cortar ningún tipo de enfermedad propia del pensamiento. Debe seguir su curso natural, pues lo que importa es la curación paulatina. (De ahí que los matemáticos sean tan malos filósofos).” y que “El filósofo es aquel que debe curar en sí mismo muchas enfermedades del entendimiento, antes de poder llegar a las nociones del sano entendimiento humano”, podemos preguntarnos ¿concibió el segundo Wittgenstein la filosofía como una terapia?

Al respecto escribe Holguín: “Para algunos autores, la aplicación del nuevo método debe entenderse como una terapia dirigida a curarnos de las enfermedades filosóficas.” Así, cita autores que han visto de esta forma la filosofía de Wittgenstein; por ejemplo, al parecer de Lazerowitz, “Wittgenstein tiñó su discurso de una especie de psicoanálisis. Es como si, para él, la filosofía se hubiera convertido en una enfermedad lingüística que era necesario curar, y esto sólo podría hacerse al poner al descubierto los trucos ilusionistas que se juegan inconscientemente con el lenguaje. La impresión que se tiene al leer al Wittgenstein tardío es que se había convertido, sin ser consciente de ello, en el psicoanalista de la filosofía.” Para James C. Edwars tanto las terapias como la filosofía de Wittgenstein tendrían como meta eliminar confusiones y perplejidades para que la persona o el filósofo siga su vida normal.

Sin embargo, la misma Holguín menciona algunas dificultades que se presentan al comparar el método filosófico de Wittgenstein con una terapia. Las terapias utilizan o se basan en la introspección, mientras que Wittgenstein invalida los privilegios del punto de vista subjetivo: los juegos del lenguaje tienen un carácter intersubjetivo y público, y además, el filósofo hace una crítica a los lenguajes privados. De igual forma, Wittgenstein fue un crítico del psicoanálisis.

Hay otras interpretaciones de la metodología wittgensteniana, como la estética o ética, las cuales también presentan dificultades. Todas estas interpretaciones, incluyendo la terapéutica, son rechazadas por esta autora.

Sobre la opinión de Wiitgenstein sobre la obra de Freud y sobre la filosofía como terapia ya escribí en Las patillas de Asimov (aquí, aquí y aquí), así que por ahora ya no mencionaré más al respecto.


3. LA PARADOJA DE MOORE

Afirmar una proposición y a continuación negar que se cree en ella es una contradicción. He aquí dos ejemplos: “Son las cuatro de la tarde, pero no creo que sean las cuatro de la tarde” y “Estamos en el mes de abril, pero no creo que estemos en el mes de abril.” Es a este tipo de afirmaciones a las que Wittgenstein llamó “paradoja de Moore”. ¿Por qué paradoja y no simple contradicción?

Dentro de la lógica, si una proposición ‘p’ es verdadera, entonces su negación, esto es la proposición ‘no-p’, es falsa; de igual forma, si ‘p’ es falsa, su negación es verdadera.

La conjunción de dos o más proposiciones es verdadera cuando todas las proposiciones que la forman es verdadera. Así, basta con que una de las proposiciones sea falsa para que la conjunción también lo sea.

En el lenguaje ordinario una afirmación como las dos apuntadas al principio de este apartado es considerada una contradicción, pero deja de serlo cuando se lleva al lenguaje formal.

En principio podríamos suponer que tenemos una conjunción formada por una proposición y su negación (la conjunción entonces sería falsa). Sin embargo, veamos lo que sucede realmente. La paradoja muestra conjunciones verdaderas del siguiente tipo: “‘p’ es el caso, pero yo creo que ‘p’ no es el caso”.

Sea ‘a’ la proposición verdadera “p es el caso” y ‘b’ la proposición verdadera “yo creo que p no es el caso”. Se trata de dos proposiciones distintas que no se niegan la una a la otra. ‘b’ no dice “‘p’ no es el caso” sino “yo creo que ‘p’ no es el caso”. De ahí que es posible que las dos puedan ser verdaderas al mismo tiempo, y cuando así sucede la conjunción es verdadera.

Tenemos entonces que una aparente contradicción lógica en el lenguaje ordinario deja de serlo al analizarla formalmente. En esto consiste la paradoja de Moore.

Wittgenstein la escuchó por vez primera cuando Moore la leyó en octubre de 1944. No es seguro que Moore se refiriera exactamente a lo que Wittgenstein le adjudicaba, así, la paradoja podría ser llamada “paradoja de Wittgesntein”. De hecho, la interpretación que cada uno de estos filósofos hacía de lo anterior era diferente. Sobre la importancia de ésta, Wittgenstein le explicaba a Moore: “En concreto: que la contradicción no es sólo lo que la gente cree. No es la única forma lógicamente inadmisible, y es, bajo ciertas circunstancias, admisible. Y mostrar esto me parece el principal mérito de tu ensayo.”

Como la paradoja no incurre en una contradicción formal, Moore decía que era absurda por razones psicológicas. Esta interpretación era rechazada por Wittgenstein, el filósofo decía: “Si le preguntó a alguien: ‘¿Hay fuego en la habitación de al lado?’ y me responde ‘Me temo que sí’, yo no puedo decir: ‘No sea impertinente. ¡Le he preguntado si hay fuego, no por su estado de ánimo!’”

Para Wittgenstein la paradoja era una prueba de lo compleja que podía ser la lógica, de hecho más compleja de lo que estaban dispuestos a creer los mismos lógicos. En 1930 Bertrand Russell, por ejemplo, dijo que las teorías de Wittgenstein sobre lógica eran nuevas, originales e importantes, y agregaba: “Si son ciertas o no, no lo sé. Como lógico a quien le gusta la simplicidad, me gustaría creer que no.”

Para Wittgenstein, las formas de nuestro lenguaje se distorsionan cuando se les mete a la fuerza en las casillas de la lógica formal. De igual forma, consideraba que los conceptos psicológicos no son tan uniformes como creen psicólogos y filósofos. Uno de sus objetivos era desanimar el deseo de generalidad.

Digamos algo más sobre la paradoja. Vimos que “Son las cuatro de la tarde, pero no creo que sean las cuatro de la tarde” no es una contradicción formal. Pero podemos interpretar de dos maneras la primera proposición.

La proposición verdadera “Son las cuatro de la tarde” puede interpretarse como “Sé que son las cuatro de la tarde”. De ser el caso, entonces tenemos una conjunción en la que se afirma que no se cree aquello que se sabe (Sé que son las cuatro de la tarde, pero no creo que sean las cuatro de la tarde”). Como dije líneas atrás, Moore veía en la paradoja consecuencias psicológicas, así, en este caso, ¿es posible psicológicamente no creer lo que se considera que se sabe?

Efectivamente, las dos proposiciones que forman la conjunción no se contradicen y por tanto ambas pueden ser verdaderas, pero ¿es posible desde el punto de vista psicológico que alguien las mantenga al mismo tiempo?

En cambio, si la proposición “Son las cuatro de la tarde” se interpreta como “Creo que son las cuatro de la tarde”, entonces no hay paradoja puesto que tanto en lenguaje ordinario como en lenguaje formal lo que tendríamos sería una conjunción formada por una proposición y su negación, es decir, tendríamos una contradicción o una conjunción falsa (“Creo que son las cuatro de la tarde, pero no creo que sean las cuatro de la tarde”).

Hay algo complejo en proposiciones en las que aparece el verbo creer.

Pondré un ejemplo similar al anterior: Si alguien me pregunta la hora y yo le respondo “creo que son las cuatro de la tarde.” ¿Sería válido que me replicara “no me cambies de tema, te pregunté sobre la hora, no sobre tus creencias”?

Lo que sucede es que podemos usar la proposición “Creo que p es el caso” para dos cosas distintas: para informar de forma dubitativa acerca de p o para informar de un estado de ánimo o sobre nuestras creencias.

Esta ambigüedad no existe al referirnos a lo que creíamos. Una proposición como “yo creía que p” no informa sobre p, sino sobre nuestras creencias. De ahí que “Creo que hay fuego en la habitación de al lado” es distinta a la afirmación “Yo creía que había fuego en la habitación de al lado.”

Sobre esto, Wittgenstein anotó: “¡Pero seguramente ‘yo creía’ debe decir exactamente lo mismo del pasado que ‘yo creo’ dice del presente! ¡Seguramente raíz cuadrada de -1 debe significar lo mismo en relación a –1 que raíz cuadrada de 1 en relación a 1! ¡Nada en absoluto!”

Ray Monk afirma: “Wittgenstein estaba interesado en la raíz cuadrada de menos uno exactamente por la misma razón que estaba interesado en la Paradoja de Moore: ilustra el hecho de que similitudes superficiales pueden ocultar diferencias de significado muy importantes.”


4. SOBRE LA PERSUASIÓN

Ya comenté que existe una ruptura entre la filosofía tradicional y la filosofía como la entendía y practicaba Wittgenstein. También anoté la metodología que empleaba el segundo Wittgenstein para disolver los problemas filosóficos. Uno de esos métodos es la persuasión.

Mediante ésta, Wittgenstein desea que veamos desde otra perspectiva los problemas filosóficos. Y como también se apuntó en la primera parte, la metodología wittgensteniana no es la metodología científica, por ello la persuasión de la que hablo, en palabras de Raúl Meléndez, “va más allá de la argumentación deductiva, de las explicaciones causales, naturalistas y de la justificación, entendida esta última como el dar razones para establecer la verdad o corrección de una tesis o teoría.”

Para Meléndez la persuasión tiene gran importancia en la labor filosófica del segundo Wittgenstein: “La persuasión no debe ser entendida aquí, pues, meramente como una opción que Wittgenstein elige, entre otras, sino como el medio más adecuado, el que ha de emplear, para lograr cumplir con ciertas metas básicas que él mismo traza. Yo pienso, incluso, que la mayor parte de su actividad filosófica tardía debe ser interpretada como un consistente y tenaz esfuerzo por disuadirnos de ver y tratar de resolver los problemas filosóficos de cierta manera –a saber, dando explicaciones, desarrollando teorías o buscando fundamentos y justificaciones últimas- y por persuadirnos a favor de su manera diferente de tratar estos presuntos problemas. Este tratamiento diferente consistirá, básicamente, en disolverlos, conduciéndonos a considerarlos desde una perspectiva desde la cual pierden su carácter problemático y dejan de ser vistos como problemas genuinos que requieran soluciones teóricas.”

En Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa se encuentran las siguientes expresiones de Wittgenstein sobre la persuasión:

Lo que estoy haciendo (como lo hace Freud) es también persuasión. Si alguien dice “No hay diferencia”, y yo digo: “Hay una diferencia”, estoy persuadiendo, estoy diciendo “No quiero que vean eso de ese modo”

En cierto sentido estoy haciendo propaganda a favor de un estilo de pensamiento y en contra de otro. Sinceramente, el otro me produce aversión.

Todo lo que estamos haciendo es cambiar el estilo de pensar y todo lo que yo estoy haciendo es cambiar el estilo de pensar y persuadir a la gente para que cambie su estilo de pensar.


¿Qué diferencia hay entre persuadir y explicar? Cuando se explica causalmente un fenómeno se muestra que éste es resultado del funcionamiento de un mecanismo de causas y efectos. En la persuasión no es importante cómo sucedieron las cosas (en la explicación sí lo es), lo importante es la manera en que se ven, como se quieren ver y como llevamos a otros a verlas (o como otros nos llevan a verlas). Meléndez dice que se persuade “a favor de imágenes, de maneras de ver los fenómenos, y no de cadenas causales de eventos, que presuntamente se dan de hecho.”

¿En qué contexto hizo Wittgenstein las declaraciones citadas más arriba? El filósofo se refería al psicoanálisis, una práctica a la que criticaba. Para Wittgenstein, Freud no explicaba nada, en realidad persuadía.

Cuando se nos dice “el significado de tu sueño es realmente este” o “al hacer x cosa tus verdaderos motivos fueron tales” se nos está persuadiendo. En general un enunciado como “esto es realmente aquello”, el “esto” es un fenómeno o una forma de ver algo y el “aquello” la forma de verlo que se desea que adoptemos.

Meléndez continúa: “En la persuasión entendida de este modo, no se trata de explicar un hecho o de justificar o de mostrar la verdad de una afirmación, tesis o teoría, sino de conducir a cierta manera de ver y comprender algo; a tener cierta imagen, perspectiva o interpretación de ello.”

Y es la persuasión que usan los psicoanalistas. Esta persuasión es atractiva, seductora.

Cuando adoptamos teorías, tesis, explicaciones o ideas que no son teóricas o explicativas -y que por tanto carecen de argumentos o razones- por el atractivo que ejercen sobre nosotros. “La seducción, en este sentido puede ser, en ocasiones, mucho más fuerte que la deducción y la persuasión más fuerte que los argumentos explicativos, causales por medio de razones, o las justificaciones.”

Para Wittgesntein, Freud engañaba a sus pacientes al usar la persuasión. El engaño no se refiere a la persuasión misma, que Wittgenstein también usaba. Es un engaño en el sentido de que Freud pretendía estar haciendo descubrimientos científicos o dando supuestas explicaciones causales. Además Wittgenstein usaba la persuasión de forma más conciente y a favor de un punto de vista distinto al cientificista.

Cito nuevamente a Meléndez (la cita es larga, pero me parece una explicación importante y que merece ser transcrita): “(Wittgenstein) persuade, no a favor de una explicación, una teoría o una tesis, sino a favor de una manera de pensar y una manera de ver las cosas, opuesta a otra por la que él nos dice que siente aversión. El estilo de pensar contra el que él lucha con armas persuasivas es uno que imita o toma como modelo los modelos científicos de plantear y resolver cuestiones fácticas, empíricas y que extiende la aplicación de éstos a contextos en los que las explicaciones científicas están fuera de lugar. Wittgenstein no se opone a la ciencia, cuando ella se practica en su legitimo dominio, sino, más bien, al cientificismo, esto es, a un estilo de pensar omni-abarcante, que se arroga la ambiciosa tarea de resolver todos lo problemas, (incluyendo los problemas estéticos, éticos, religiosos), por medio de métodos científicos. Este cientificismo condujo, en la época en que Wittgenstein desarrolló su actividad filosófica, al proyecto de una filosofía científica. Tal tipo de filosofía era, para él, fuente de confusiones y malentendidos, que se propuso aclarar y disolver mediante un estilo de pensar diferente. No explicativo, ni teorizante, sino descriptivo y terapéutico.”


Sobre la certeza

Antes de continuar con el tema de la persuasión, mencionemos la obra en la que Wittgenstein trabajó el último año y medio de su vida: Sobre la certeza.

Estas reflexiones fueron motivadas por las ideas del filósofo G. E. Moore. Moore trató de refutar el escepticismo filosófico en sus ensayos “Prueba de un mundo externo” y “Defensa del sentido común”. En 1949 Norman Malcolm y Wittgenstein comenzaron a discutir los artículos de Moore.

Moore deseaba refutar la idea de que nada puede conocerse con certeza, ni siquiera lo que es externo. Su primer artículo comienza intentando probar que puede demostrarse con certeza que existen algunos objetos externos. Escribe Moore:

“Ahora puedo probar, por ejemplo, que existen dos manos humanas. ¿Cómo? Levantando mis manos y diciendo, mientras hago un gesto con la mano derecha: ‘Aquí hay una mano’, y añadiendo, mientras hago un gesto con la izquierda, ‘y aquí está la otra’.”

En el segundo ensayo Moore da una lista de creencias del sentido común, para este filósofo, de todas ellas podemos saber con certeza que son verdaderas. Algunas son: existe un cuerpo, que es el cuerpo de Moore; que ese cuerpo no ha estado lejos de la superficie de la Tierra; y que la Tierra ha existido durante muchos años antes de que Moore naciera. Todas estas afirmaciones podemos aplicarlas también a nosotros mismos.

Para Malcolm, Moore usaba de forma incorrecta el verbo “saber” en esas afirmaciones de conocimiento y así lo había explicado en un artículo.

Levantar una mano y decir “sé que esto es una mano” o señalar un árbol y decir “sé de cierto que esto es un árbol” es para Malcolm un uso absurdo de la palabra “saber”. Posteriormente Moore respondió en una carta a las críticas de Malcolm, en dicha carta argumentó que el uso que le daba a esa palabra era válido.

Cuando Wittgenstein y Malcolm se encontraron en 1949, este último aprovechó para preguntarle su opinión al primero.

Para Wittgenstein “Una expresión sólo tiene significado en el flujo de la vida.” Así, que las afirmaciones de Malcolm tengan o no sentido depende de si puede imaginarse una situación u ocasión en la que puedan utilizarse razonablemente. “Comprender una frase es conocer al menos uno de sus usos. Si no podemos pensar en alguna de sus utilizaciones, entonces no la comprendemos.”

No es que la frase de Moore “Sé que esto es un árbol” sea un mal uso del lenguaje, “es mejor decir que no tiene significado claro, y que el propio Moore no lo sabía cuando la estaba utilizando... Ni siquiera está claro para él que no le está dando un uso corriente.”

Así, Wittgenstein para saber si las frases de Moore tienen o no sentido trata de imaginar usos corrientes para éstas. Encuentra que podemos encontrar o imaginar usos corrientes más fácilmente para algunas frases que para otras.

Pero finalmente, Moore –desde esta perspectiva- había fracasado en su intento de refutar el escepticismo filosófico-. Sobre eso Wittgenstein expresó:

“Cuando los filósofos escépticos dicen: ‘No lo sabes’ y Moore replica: ‘Lo sé’, su réplica es bastante inútil, a menos que les asegure que él, Moore, no tiene ninguna duda. Pero no es ésa la cuestión.”

Para Wittgenstein las proposiciones de sentido común de Moore no eran ejemplos de conocimientos ciertos sino ejemplos en los que la duda es absurda. Wittgenstein se refería a lo siguiente: hay afirmaciones de las que si dudamos se derrumba todo el sistema desde el que se suscitan las dudas: “Ciertas proposiciones pertenecen a mi ‘marco de referencia’. Si yo renunciara a ellas, no podría juzgar nada.”

Por ejemplo, si al levantar nuestras manos dudáramos seriamente de su existencia, entonces tendríamos que dudar de todo, incluso de nuestros sentidos.
Entonces hay juicios –entre ellos algunas afirmaciones de sentido común de Moore- que pertenecen a nuestro marco de referencia, y de los que no podemos dudar razonablemente.

Por otro lado, ya había mencionado que para Wittgenstein la lógica era algo más complejo de lo que estaban dispuestos a admitir los mismos lógicos, ahora veamos cómo el filósofo decidía si ciertas proposiciones eran hipótesis empíricas o si pertenecían a la lógica.

Decía Wittgenstein que si la contradicción de una proposición tiene sentido, entonces se trata de una hipótesis empírica (y su verdad o falsedad depende de cómo se den las cosas en el mundo). Pero si la contradicción de la proposición no tiene sentido, entonces no describe al mundo sino a nuestro sistema conceptual, y por tanto pertenece a la lógica.

Pensemos en la proposición “Existen los objetos físicos”, la proposición opuesta no es falsa sino incomprensible, por tanto no es una proposición empírica. Lo mismo pasa con la proposición “Las manos de Moore existen”, por tanto estas “proposiciones de referencia” no describen lo que conocemos sino la forma como comprendemos el mundo.

Así, podemos decir que existen proposiciones que parecen proposiciones de la experiencia, pero que son en realidad proposiciones gramaticales que describen el marco de referencia dentro del cual puede describirse nuestra experiencia.

Por lo anterior Wittgenstein incluía dentro del dominio de la lógica las discusiones de la “Defensa del sentido común”.


La persuasión en Sobre la certeza

Las siguientes palabras aparecen en Sobre la certeza:

Puedo imaginarme un hombre que hubiera crecido en unas circunstancias especiales y a quien se le hubiera dicho que la Tierra apareció hace cincuenta años y que, por lo tanto lo creyera. Podríamos enseñarle: la Tierra existe desde hace... etc. –Trataríamos de darle nuestra imagen del mundo.
Tal cosa sucedería por medio de la persuasión.


Cuando lo que se enfrenta realmente son dos principios irreconciliables, sus partidarios se declaran mutuamente locos y herejes.

¿Qué puede entenderse por una “imagen del mundo” (término que aparece en la primera cita)? Una base fundamental de convicciones y certezas sobre las que se apoyan otras creencias, acciones, juicios, razones, justificaciones y criterios para aceptar argumentos y explicaciones. Esto hace que cualquier justificación a favor de la verdad de una imagen del mundo no pueda ser sino circular. Por otro lado, nuestras razones o justificaciones de nuestra imagen del mundo pueden no ser siquiera comprendidas por quienes no compartan nuestra imagen del mundo. Una persona con una imagen del mundo radicalmente distinta a la nuestra, podría tener ideas diferentes acerca de la validez y razonabilidad de un argumento o explicación. Citemos nuevamente a Wittgenstein:

“Si alguien dudara de si la Tierra existe desde hace más de cien años, no lo entendería por lo siguiente: porque yo no sabría lo que tal persona estaría dispuesta a admitir como evidencia y lo que no admitiría.”

Conclusión: nuestra imagen del mundo no puede justificarse. Meléndez explica: “Entendida en este sentido, nuestra imagen del mundo no puede justificarse; es, por así decirlo, el suelo no justificable sobre el que descansan nuestras justificaciones y argumentos. Nuestras distinciones entre verdadero y falso, entre argumentos válidos y no-válidos, entre lo razonable y lo disparatado, todas ellas tienen una aplicabilidad y un sentido, que son relativos a una imagen del mundo particular.”

Wittgenstein anota: “He dicho que ‘combatiría’ al otro –pero, ¿no le daría razones? Sin duda; pero, ¿hasta dónde llegaríamos? Más allá de las razones, está la persuasión. (Piensa en lo que sucede cuando los misioneros convierten a los indígenas).”

Lo anterior quiere decir que si dos personas con distintas imágenes del mundo discuten, pueden no aceptar o comprender los argumentos y razones del otro, entonces sólo queda la persuasión.

A través de la persuasión Wittgenstein trataba no sólo de hacer que alguien cambiara el modo de ver o valorar algo sino de cambiar su estilo de pensar. Wittgesntein se esforzó por llevarnos a cambiar nuestra manera de ver los problemas filosóficos. Y para lograr esa persuasión el filósofo se valía de imágenes, metáforas, ejemplos, preguntas, diálogos, etc.

Entonces Wittgenstein intentó –mediante la persuasión- que viéramos los presuntos problemas filosóficos desde una perspectiva desde la cual perdieran su carácter problemático. Que un fenómeno o un hecho resulte o no problemático, que requiera de una justificación, una explicación o una descripción depende de cómo lo veamos o de cómo lo deseemos ver. Y digo “deseemos ver” porque el mismo Wittgenstein escribió: “Lo que hay que vencer no es una dificultad del entendimiento sino de la voluntad.”

Esto último se refiere a resistir la inclinación de seguir viendo los “problemas filosóficos” como han sido vistos en la filosofía tradicional, seguir viéndolos como problemas a resolver haciendo teorías. Wittgenstein describió esta inclinación de la siguiente manera: “Un hombre está preso en una habitación que no tiene llave y cuya puerta se abre hacia dentro, si no se le ocurre tirar de ella, en vez de empujarla.” El hombre preso es el filósofo que se empeña en seguir viendo los problemas filosóficos desde la perspectiva de siempre.

En una de sus clases dio el siguiente ejemplo:

“Es como si un hombre estuviera parado en una habitación mirando hacia una pared en la que están pintadas una puertas falsas. Queriendo salir, el hombre trata ansiosamente de abrirlas, prueba en vano con todas ellas, una tras otra, una y otra vez. Pero, por supuesto, esto es inútil. Y todo el tiempo, aunque él no se da cuenta, hay una puerta real en la pared detrás de él y lo que tiene que hacer es, simplemente, voltearse y abrirla. Para ayudarlo a salir de la habitación, todo lo que tenemos que hacer es llevarlo a que mire en otra dirección. Pero es difícil hacer esto, pues, queriendo salir él resiste nuestros intentos de apartarlo de donde él cree que está la salida.”

Precisamente Wittgenstein mediante la persuasión es llevar a los filósofos a que miren en otra dirección.

Pero Wittgenstein, además de persuadirnos de ver los problemas filosóficos como si no necesitaran de explicaciones teóricas, debe persuadirnos de que tal enfoque es mejor que el de la filosofía tradicional.

Termino este apartado con unas palabras aparecidas en Zettel:

“Esto tiene que ver, según creo, con el hecho de que erróneamente aguardamos una explicación; mientras que la solución de la dificultad es una descripción, si la ubicamos correctamente en nuestras consideraciones. Si nos detenemos en ella y no tratamos de ir más allá. La dificultad aquí está en: hacer alto.”


¿Perturbaciones mentales?

En opinión de Wittgenstein, tomaríamos por loco a quien expresara lo contrario de las proposiciones de sentido común que Moore declara ciertas (recordemos que son proposiciones que para el mismo Wittgenstein pertenecen a nuestro marco de referencia). La negación de esas afirmaciones no sólo es falsa sino incomprensible. “Si doy como ciertas afirmaciones falsas, es incierto que las comprenda.”

Posteriormente Wittgenstein habla de los errores que podrían considerarse una perturbación mental. Un ejemplo es equivocarse con respecto a nuestro domicilio: “Si un buen día un amigo mío imaginara que había vivido durante largo tiempo en tal y tal lugar, etc., etc., yo no lo consideraría un error, sino una perturbación mental, quizá transitoria.”

Un error puede considerarse una perturbación mental cuando no sólo contradice una determinada proposición que consideramos verdadera sino todo el marco de referencia que da sentido a nuestras creencias.

Puede haber personas con marcos de referencia distintos, también los marcos de referencia pueden cambiar dentro de la misma cultura en épocas distintas: algo rechazado como absurdo durante una época puede terminar siendo aceptado; certezas sólidas pueden desmoronarse. Pero hay que tener siempre en mente que un marco de referencia no puede justificarse ni probarse que sea correcto, ya que éste proporciona los límites dentro de los cuales tienen lugar las justificaciones y demostraciones. En palabras de Wittgenstein: “Pero no tengo mi imagen del mundo porque me haya convencido de que sea la correcta; ni tampoco porque esté convencido de su corrección. Por el contrario, se trata del trasfondo que me viene dado y a partir del cual distingo lo verdadero de lo falso.” También hay que recordar que hay proposiciones que describen el mundo y proposiciones que describen el marco de referencia.

Wittgenstein siempre mostró respeto por las personas con creencias religiosas. En su juventud leyó con interés, por ejemplo, la obra de William James Las variedades de la experiencia religiosa. Durante su participación como soldado durante la Primera Guerra Mundial leyó la obra de Tolstoi sobre los Evangelios. No se consideraba un hombre religioso, aunque decía que veía con los ojos de un hombre religioso.

Pero no era católico. “Posiblemente yo no podría llegar a creer todo lo que ellos creen.”, comentó en alguna ocasión. Sobre las creencias de los católicos abundó:
“Sí, creo que tenemos dos progenitores humanos; sin embargo, los católicos creen que Jesús sólo tuvo una madre humana. Y otros podrían creer, ignorando toda la evidencia en contra, que hay hombres que no tienen padres. Los católicos creen que una oblea, en circunstancias determinadas, cambia completamente de naturaleza, y, al mismo tiempo, también creen que todas las pruebas contradicen ese hecho. Por lo tanto, si Moore dijera: ‘Sé que esto es vino y no sangre’, los católicos le llevarían la contraria.”

Para los católicos, durante el ritual de la comunión, el vino y las hostias se transforman literalmente en la sangre y el cuerpo de Cristo. Se trata del misterio de la transubstanciación. Dentro de la misma Iglesia Católica se discutió si realmente sucedía este milagro, algunos afirmaban que no, ya que las palabras de Cristo “hagan esto en conmemoración mía” debían interpretarse como un acto para recordarlo. Sobre lo anterior, en el concilio de Trento (1545-1564) se afirmó: “Si alguno dice que en la misa no se ofrece un sacrificio real y verdadero, sea anatema (maldito o excomunión). Si alguno dice que por las palabras ‘Haced esto en conmemoración mía’ Cristo no instituyó a los apóstoles como sacerdotes, ni ordeno que los apóstoles y otros sacerdotes ofreciesen su propio cuerpo y su propia sangre, sea anatema. Si alguno dice que el sacrificio de la misa es sólo de alabanza y acción de gracias, o que es meramente una conmemoración del sacrificio consumado en la cruz pero no es propiciatorio, se anatema.”

Pero si revisamos el vino y las hostias antes y después de la consagración, no encontramos diferencia alguna. Se ven y saben exactamente igual. De igual forma ¿qué resultado creen los católicos que se obtendría en caso de hacer un análisis químico del vino después de la consagración? Entonces ¿por qué mantienen que realmente (literalmente) el vino y las hostias se transforman en la sangre y el cuerpo de Cristo? ¿Se trata de una “perturbación mental, quizá transitoria”?

Wiitgenstein daba una respuesta negativa a la última pregunta.

Regresemos al asunto de los marcos de referencia: “Tengo una imagen del mundo. ¿Es verdadera o falsa? Ante todo, es el sustrato de todas mis investigaciones y afirmaciones.” Y ahora repito las palabras citadas líneas atrás: “Pero no tengo mi imagen del mundo porque me haya convencido de que sea la correcta; ni tampoco porque esté convencido de su corrección. Por el contrario, se trata del trasfondo que me viene dado y a partir del cual distingo lo verdadero de lo falso.” Wittgenstein consideró que –gracias a una educación ciento por ciento religiosa, por ejemplo- una fe religiosa podía proporcionar ese trasfondo.

Entonces el misterio de la transubstanciación (junto con otras creencias) podría –al igual que las proposiciones de sentido común de Moore- estar en el marco de referencia de los católicos.


Referencias

Holguín, Magdalena. (comp.) “Del espejo a las herramientas. Ensayos sobre el pensamiento de Wittgenstein.” Siglo del Hombre Editores. Colombia. 2003.
Wittgenstein, Ludwig. “Tractatus Logico-Philosophicus”. Alianza Editorial. Madrid. 1994.
Wittgenstein, Ludwig. “Sobre la certeza”. gedisa editorial. España. 1995.
Wittgenstein, Ludwig. “Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa”. Ediciones Paidós. Barcelona.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Orgullo

El espectáculo resultó extraordinario.

Todos los diablitos saltaron aros de fuego, bailaron e hicieron malabares.

Los niños rieron y aplaudieron a más no poder. Los adultos también se sintieron fascinados.

Al final se entrevistó al responsable de la exhibición.

-¿Y en qué momento descubrió su vocación?, ¿cuándo supo que su tarea en este universo era la de amaestrar demonios?
-Bueno, seré honesto, yo en realidad quería ser exorcista, desde pequeño soñaba con esa idea, tenía grandes planes...
-¿Y qué sucedió?, ¿qué le hizo apartarse de sus sueños?
-Pues verá, cientos de demonios me atormentaban, intenté arrojarlos lejos de mi cuerpo y de mi mente...
-¿Y no pudo?
-¡Claro que pude! Y agradecería que no me interrumpiera tanto. La verdad es que pude deshacerme de todos ellos. Pero lo que viví a continuación para nada me gustó. Las noches se me hicieron eternas sin las visitas de mis amigos, sí, no ponga esa cara, terminé considerando amigos a mis demonios internos.
-¿De verdad?
-¿Me cree un mentiroso?
-No, claro que no, pero...
-Pero nada. ¿Ha pensado usted lo que sería la vida sin ellos?, ¿a qué dedicaríamos el tiempo?, nuestros demonios son nuestra razón de ser, sin su existencia nos aburriríamos terriblemente, son la sal y la pimienta. ¿De acuerdo?
-No lo sé, no lo había pensado.
-Le confesaré algo más. He recibido la visita de personas a las que se les realizó exitosamente un exorcismo y ¿sabe para qué me buscan? No me vaya a interrumpir. Me buscan para que les regrese sus tormentos. Entonces tengo que llevar a cabo una especie de "exosrcismo en reversa".
-¡Increíble!
-Créame, la existencia sin los diablitos sería insoportable. Por ello es que no es buena idea ahuyentarlos. Pero tampoco es buena idea darles completa libertad, no debemos permitirles que hagan con nosotros lo que les venga en gana, lo mejor es amaestrarlos, domesticarlos. Darme cuenta de lo anterior me llevó a descubrí mi vocación.
-¿Entonces ya no desea exorcizar demonios?
-¡Para nada! De hecho, mi oficio es superior al de los exorcistas.