La novela me llamó la atención por el título. A principios de la década de los años sesenta, un adolescente llamado Danny Asher Shapiro escribe un diario en el que se describe a sí mismo como un investigador de ovnis.
"He leído artículos sobre la escritura automática, las tablas Ouija, la comunicación que llega hasta nuestras almas desde el más allá. Por lo general no les doy crédito a estas cosas. Yo soy un investigador de ovnis con espíritu científico. Si vamos a resolver el misterio de los discos -como seguramente haremos, si perseveramos en ello, ignorando a los idiotas que pretenden ridiculizarnos- será por medio de la investigación y el análisis científico. Nada más."
Danny es un adolescente solitario, su madre está enferma y la relación con su padre es bastante mala. El diario le permite evadir su realidad. En la contraportada se lee que la novela "trata de la pérdida de la inocencia y de las ilusiones que creamos para protegernos de la inevitabilidad de la muerte."
En el segundo capítulo Danny afirma no haber creído ni una sola palabra del libro "Los platillos volantes y los tres hombres" de Albert K. Bender. Bender es el inventor de los "hombres de negro". Cuenta Danny:
Era el gran libro de Albert Bender, recién publicado, en el que iba a revelarlo todo. Sólo que la mayor parte de lo que decía eran tonterías. Desde mi punto de vista, el propio libro formaba parte de la mascarada.
Porque sí habían existido los tres hombres de traje negro. Esto estaba documentado. Su primera aparición se había producido en 1953, en Bridgeport, Connecticut. Bender, un investigador de ovnis de fama mundial había tropezado con el secreto de los platillos volantes y estaba a punto de revelarlo. Los tres hombres llamaron a su puerta. Lo dejaron demasiado enfermo hasta para comer, y demasiado asustado para hablar.
Danny platica del libro de Bender con dos de sus amigos: Jeffrey Duncan Stollar y Rosa Pagliano, quienes también se interesan en la investigación ovni:
Mientras tanto, Jeff estaba hablando tratando de captar su atención.
Los tres hombres, quien según la nueva historia de Bender eran alienígenas de ojos resplandecientes procedentes de otro sistema solar, le habían entregado un pequeño disco de metal. Para ponerse en contacto con ellos sólo tenía que apretar el dsico y decir la palabra "Kazik". Algo así como nuestros dispositivos Delta.
-Dice Bender -rió Jeff, como si aquello fuese algo gracioso que tal vez hiciera reír también a Rosa- que lo secuestraron, ¿no?, y que lo llevaron a bordo de su nave espacial. Luego le implantaron algo en el cerebro. De modo que siempre que se le ocurría aunque fuese pensar en contarles a los demás quiénes eran y lo que estaban haciendo, le entraban unas jaquecas atroces. Y si alguna vez llegaba a contarlo de verdad...
-¿Sí? -dijo Rosa con los ojos abiertos de par en par.
-¡Puf! ¡Se desintegraría allí mismo!
-¿Su cuerpo entero? -preguntó Rosa-. ¿Se desintegraría así sin más?
Al inicio del capítulo cuatro Danny habla sobre Richard S. Shaver y los intraterrestres:
Y en un pueblecito de Pennsylvania vive un obrero del metal llamado Richard S. Shaver. Recibe, a través de su soldador -o puede que de su memoria- revelaciones procedentes del subsuelo terráqueo. De unos seres llamados "dero", supervivientes de una antigua raza de viajeros del espacio abandonados en la Tierra cuando el Sol se volvió venenoso. Sus rayos volvían locos a los dero; su locura los volvía malvados. Viven bajo tierra, en una red de cavernas ocultas. Los ovnis son sus naves voladoras. Ellos son los diablos de los mitos pasados.
"Desde tiempos inmemoriales -le contaron a Shaver- los dero han tenido sus infiernos en el inframundo. De este modo, los cristianos de la superficie no andáis tan desencaminados en vuestras representaciones del infierno. La única diferencia es que no tenéis que morir para llegar, pero, una vez allí, deseáis la muerte. Siempre han existido infiernos en la Tierra y éste es uno de ellos."
Disparates de chiflados, había pensado siempre. Sólo un loco de atar podría dar crédito a algo así. Ahora ya no estoy tan seguro.
Danny es un adolescente solitario, su madre está enferma y la relación con su padre es bastante mala. El diario le permite evadir su realidad. En la contraportada se lee que la novela "trata de la pérdida de la inocencia y de las ilusiones que creamos para protegernos de la inevitabilidad de la muerte."
En el segundo capítulo Danny afirma no haber creído ni una sola palabra del libro "Los platillos volantes y los tres hombres" de Albert K. Bender. Bender es el inventor de los "hombres de negro". Cuenta Danny:
Era el gran libro de Albert Bender, recién publicado, en el que iba a revelarlo todo. Sólo que la mayor parte de lo que decía eran tonterías. Desde mi punto de vista, el propio libro formaba parte de la mascarada.
Porque sí habían existido los tres hombres de traje negro. Esto estaba documentado. Su primera aparición se había producido en 1953, en Bridgeport, Connecticut. Bender, un investigador de ovnis de fama mundial había tropezado con el secreto de los platillos volantes y estaba a punto de revelarlo. Los tres hombres llamaron a su puerta. Lo dejaron demasiado enfermo hasta para comer, y demasiado asustado para hablar.
Danny platica del libro de Bender con dos de sus amigos: Jeffrey Duncan Stollar y Rosa Pagliano, quienes también se interesan en la investigación ovni:
Mientras tanto, Jeff estaba hablando tratando de captar su atención.
Los tres hombres, quien según la nueva historia de Bender eran alienígenas de ojos resplandecientes procedentes de otro sistema solar, le habían entregado un pequeño disco de metal. Para ponerse en contacto con ellos sólo tenía que apretar el dsico y decir la palabra "Kazik". Algo así como nuestros dispositivos Delta.
-Dice Bender -rió Jeff, como si aquello fuese algo gracioso que tal vez hiciera reír también a Rosa- que lo secuestraron, ¿no?, y que lo llevaron a bordo de su nave espacial. Luego le implantaron algo en el cerebro. De modo que siempre que se le ocurría aunque fuese pensar en contarles a los demás quiénes eran y lo que estaban haciendo, le entraban unas jaquecas atroces. Y si alguna vez llegaba a contarlo de verdad...
-¿Sí? -dijo Rosa con los ojos abiertos de par en par.
-¡Puf! ¡Se desintegraría allí mismo!
-¿Su cuerpo entero? -preguntó Rosa-. ¿Se desintegraría así sin más?
Al inicio del capítulo cuatro Danny habla sobre Richard S. Shaver y los intraterrestres:
Y en un pueblecito de Pennsylvania vive un obrero del metal llamado Richard S. Shaver. Recibe, a través de su soldador -o puede que de su memoria- revelaciones procedentes del subsuelo terráqueo. De unos seres llamados "dero", supervivientes de una antigua raza de viajeros del espacio abandonados en la Tierra cuando el Sol se volvió venenoso. Sus rayos volvían locos a los dero; su locura los volvía malvados. Viven bajo tierra, en una red de cavernas ocultas. Los ovnis son sus naves voladoras. Ellos son los diablos de los mitos pasados.
"Desde tiempos inmemoriales -le contaron a Shaver- los dero han tenido sus infiernos en el inframundo. De este modo, los cristianos de la superficie no andáis tan desencaminados en vuestras representaciones del infierno. La única diferencia es que no tenéis que morir para llegar, pero, una vez allí, deseáis la muerte. Siempre han existido infiernos en la Tierra y éste es uno de ellos."
Disparates de chiflados, había pensado siempre. Sólo un loco de atar podría dar crédito a algo así. Ahora ya no estoy tan seguro.