miércoles, 31 de octubre de 2012

Día de muertos

Hace muchos años, mi hermana y yo le ayudamos a nuestro primo René Carcaño Sánchez de Tagle -que estudiaba Comunicación y Relaciones Públicas en la Universidad Latinoamericana- a hacer una de sus prácticas. Se trataba de un supuesto programa de radio (Sombras acústicas: el reflejo sonoro del acontecer urbano) en el que se hablaba del día de muertos.


No recuerdo la fecha, yo tendría unos diez años. He aquí el audio...

lunes, 22 de octubre de 2012

Cuando la "dermovisión" se puso a prueba en la UNAM...

El divulgador de la pseudociencia Daniel Muñoz es uno de los promotores de la llamada "visión extraocular" o "dermovisión". "La dermovisión consiste en ver con la piel, y este fenómeno cuenta con sustento científico", afirma Muñoz. 

Se supone que niños y adultos pueden aprender a ver con la piel de las palmas de las manos (en realidad con la piel de cualquier parte del cuerpo). Así, el señor José Luis Altamirano afirma que por sus cursos han pasado muchísimas personas. Ah, porque este hombre lleva varias décadas enseñando -principalmente a niños- a realizar este portento. Según dice Muñoz, un adulto puede aprender en un par de días.  Vea usted una demostración.



"¿Consideras someter a los niños entrenados en dermovisión a una prueba bajo la supervisión de James Randi?", le han preguntado a Muñoz. A lo que responde: "Desde luego que no, ya que no son payasos de circo, ni Randi es alguien que merezca mi confianza... le conozco muy bien, hace años lo encontré en una feria de payasos en el DF, y hablamos mucho... no es alguien a quien yo invitaría como sinodal... desde luego que no... Sorry." Si para el señor Daniel los niños no son payasos de circo, ¿para qué los llevó al programa de Adal Ramones? Otro Rollo no era el programa más serio e inteligente de la televisión mexicana. ¿O es que Muñoz considera que -a diferencia de Randi- Ramones y Yordi Rosado sí son buenos "sinodales"? En fin. 

Como decía más arriba, José Luis Altamirano (y su hermano Guillermo) llevan décadas promoviendo $u$ cur$o$. En la televisión mexicana se ha presentado este supuesto fenómeno en varios programas (como el desaparecido Siempre en Domingo, que conducía Raúl Velasco; el mismo Maussán, al inicio de su carrera pseudoperiodística  babeaba ante los Altamirano). Las revistas dedicadas a la promoción del pensamiento mágico también han puesto su grano de arena en este asunto. 



Pero no sólo los Altamirano ofrecen cursos de este tipo. 


Recomiendo los siguientes enlaces: 


El psicólogo Jacobo Grinberg estaba interesado en los fenómenos paranormales (aquí cuento algo sobre sus experiencias con la curandera Pachita). Precisamente por este interés es que en la cámara del sueño de la Facultad de Psicología de la UNAM se llevaron a cabo experimentos con niños que aseguraban poder ver con la piel de las palmas de las manos. 

En el número 1 del volumen 3 del Acta Psicológica mexicana (correspondiente a diciembre de 1987) los psicólogos Serafín J. Mercado, Carlos Bruner y Víctor Vázquez expusieron su trabajo sobre la dermovisión. Agradezco al Dr. Carlos Bruner su permiso para reproducir dicho texto.  


VISIÓN EXTRAOCULAR: EVIDENCIA EN CONTRA

Serafín J. Mercado, Carlos Bruner y Víctor Vázquez
UNAM

En ocasiones, se comunican datos en la literatura científica que son anómalos en el sentido de no ser predictibles a partir del cuerpo de conocimientos de una ciencia. Cuando aparece un dato de ese tipo, el científico debe proceder, primeramente, a verificar su confiabilidad, repitiendo con cuidado el experimento para determinar si el fenómeno ocurre en verdad por las causas que se le atribuyen. Este es el conocido método de la replicación directa y constituye uno de los recursos que tiene la ciencia para evitar la incorporación de “leyes” incorrectas.
Las observaciones empíricas sólo alcanzan valor científico al ser evaluadas correcta y sistemáticamente. Cuando se dio a conocer la “visión extraocular”, los autores de este estudio quisieron observar la ocurrencia del fenómeno. Es importante hacer énfasis que el conocimiento de la descripción del fenómeno ocurrió en un foro científico: El III Congreso Mexicano de Psicología, del 14 al 17 de julio de 1982. Durante el congreso, J. Grinberg, miembro de la Facultad de Psicología de la UNAM, presentó un trabajo titulado “Visión Extraocular: Evidencias Experimentales”. A continuación, se transcribe el texto del resumen que aparece en las Memorias del Congreso.

“La visión extraocular es un procesamiento visual de la información sin el uso de los receptores retinianos.
Los niños capaces de percibir extraocularmente, ‘ven’ sin usar los ojos, toda clase de estímulos visuales incluyendo figuras, formas, colores, material impreso y el medio ambiente tridimensional. El procesamiento visual extraocular no parece poder ser explicado como un fenómeno de hipersensibilidad dérmica, táctil o térmica, sino más bien como una detección sutil y directa del campo cuántico de acuerdo con los controles realizados durante el presente estudio.
Se utilizaron siete niños de edades comprendidas entre los 5 y los 13 años lo que después de un período de entrenamiento especial manifestaron la habilidad de ver con los ojos vendados.
Controles estrictos confirmaron que la visión extraocular sigue las mismas leyes de perspectiva, superposición y Gestalt que la visión retiniana. Una zona dérmica correspondiente con la parte inferior de la cara parece mediar en el proceso extraocular.”

El impacto del trabajo mencionado, dentro y fuera de la comunidad científica, radica principalmente en la caracterización del fenómeno no como un talento innato o de origen misterioso, sino como una habilidad aprendida, mediante entrenamiento. Después de todo, es frecuente escuchar informes de ocurrencias parapsicológicas pero no es común que se especifiquen las condiciones suficientes y necesarias para que cualquier niño pueda efectuar una hazaña parapsicológica como ésta, a voluntad.
Ciertamente, la importancia de la “visión extraocular” no ha pasado desapercibida. En fecha reciente, se ha sabido de la existencia de varias escuelas e institutos que se dedican, comercialmente, a enseñar esta habilidad a niños y jóvenes. Uno de ellos es el Instituto “Más Vida”, que se encuentra bajo la dirección del profesor Guillermo Altamirano, quien, usando el método designado con el mismo apellido, enseña la “visión extraocular”. Un curso de 24 horas cuesta $ 6, 000.00; se ofrecen dos niveles: uno introductorio y otro avanzado.
Una vez racionalizados los motivos para sustraer tiempo de la investigación financiada por la Universidad, y por lo tanto considerada menos parapsicológica, los autores de este estudio, describieron la participación en la siguiente cadena de acontecimientos, sin olvidar que la reacción original al estudio de J. Grinberg fue la de observar, personalmente, la ocurrencia de la “visión extraocular”.

Las primeras demostraciones


Durante el III Congreso Mexicano de Psicología, se logró, casualmente, contar con dos hermanos que estaban dispuestos, con el consentimiento de su madre, a mostrar su capacidad en la “visión extraocular”. Estos niños habían completado un curso en el Instituto “Más Vida”.
La primera demostración se llevó a cabo en la cámara experimental destinada para la investigación del sueño, en la Facultad de Psicología de la UNAM. Tras establecer un rapport inicial con los sujetos (un niño de 8 años y una niña de 9), se procedió primeramente a cubrir los ojos del niño. Con este fin, se utilizó un antifaz del tipo que se usa en los aviones para evitar que llegue luz a los ojos de las personas que dormitan. Además, se utilizó tela adhesiva para cubrir un claro que quedaba alrededor de los pómulos y a los lados de la nariz.
Una vez cubiertos los ojos del niño, se le sentó frente a una mesa y se le pidió describir una serie de materiales gráficos, traídos ad hoc por su madre (principalmente revistas), que se le colocaban sobre la superficie de la mesa. El niño describió con precisión todo cuanto le fue mostrado. Uno de los autores trajo a la demostración otros materiales gráficos, que por su naturaleza (por ejemplo, una fotografía), era inconcebible que el niño conociera de antemano. El niño siguió describiendo fielmente cuanto se le ponía en frente.
Posteriormente, se eligió el mismo procedimiento con la niña, quien rebasó la habilidad de su hermano para detectar figuras y letras impresas con los ojos vendados.
Dado que ambos niños reconocían el material impreso, colocando los dedos de las manos sobre el material impreso, se procedió a colocar una lámina de plexiglas transparente sobre el impreso, para impedir que hubiera relieves que los niños pudieran seguir y así “ver” la figura. Se encontró que aun con la lámina de plexiglas, ambos niños describían el contenido del material con exactitud.
Al interrogar a los niños sobre su habilidad, éstos respondían vagamente diciendo que podían leer gracias a una “pantallita de televisión”, señalándose con el dedo la frente. Aunque la demostración de estos niños fue impresionante, esta no fue convincente en cuanto a la afirmación de que este tipo de visión ocurre sin la mediación de los ojos. En aquella ocasión, se contempló la posibilidad de que los niños estuvieran “espiando” a través de alguna rendija que hubiera quedado al despegarse la tela adhesiva, alrededor de los pómulos. Esta posibilidad no parece tan descabellada considerando que, en primer lugar, la piel a los lados de la nariz, por su consistencia grasosa, no favorece la adhesividad de la tela; en segundo, los niños no sólo hacían toda clase de muecas que tenían como efecto que la tela adhesiva de esta área se despegara, sino que, en ocasiones, tocaban el antifaz y la tela adhesiva, afirmando que les molestaba; y, en tercer lugar, uno de los autores al colocarse el antifaz logró “espiar” y describir materiales gráficos a través de un orificio muy pequeño deliberadamente abierto al lado de la nariz.
A pesar de estas sospechas, no se pudo concluir más en esta primera demostración, ya que no existía evidencia de que los niños estuvieran “espiando”; además, aunque estos niños “espiaran” no significaba que otros niños que tuvieran esta habilidad también “espiaran”.
En vista del escepticismo de los autores de este trabajo, sobre la habilidad de poder “ver” sin usar los ojos, se decidió solicitar a los mismos niños posteriores demostraciones, desde luego, con el consentimiento de la madre.
Algunos días después, otra niña, de 11 años, hermana de los niños antes mencionados, se prestó a otra demostración, también en la Facultad de Psicología. Esta niña, al igual que sus hermanos, había tomado un curso de “visión extraocular”.
En esta ocasión uno de los autores invitó a participar como observadores a tres miembros del Commitee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal, organización internacional que se dedica a verificar fenómenos paranormales. Desafortunadamente, en esta sesión la niña no pudo “ver” con los ojos vendados con el antifaz, a pesar de haber seguido esencialmente el mismo procedimiento de la demostración anterior. Aunque resulta difícil explicar la causa del fracaso, tal vez éste se deba a que en esta ocasión se insistió en cubrir con mayor cuidado (usando tela adhesiva) la zona de los pómulos, a los lados de la nariz; es posible que esta extremada precaución impidiera que la niña “espiara a través del antifaz”.

La intervención de “Miracle Seekers”


En vista de lo poco convincentes que habían resultado las demostraciones anteriores, se mantuvo una actitud de escepticismo y “desinteresado interés” sobre la “visión extraocular”. En cambio, el fenómeno despertó en el público una gran atención. Por lo menos una revista mexicana, Enlace de Opiniones (No. 72, Feb. 28 de 1982), dedicó un suplemento especial a la parapsicología, incluyendo, como es de suponer, la “visión extraocular”.
La misma revista publicó que la “visión extraocular” se había popularizado en Estados Unidos, a través de la revista National Inquirer (un tabloide Norteamericano de la calidad de la revista mexicana Alarma). El National Inquirer llegó, incluso, a proponer la creación de un fondo para enseñar “la habilidad de los niños mexicanos” a niños invidentes.
Seguramente, atraídos por la difusión que se dio en Estados Unidos a la “visión extraocular”, se presentó en México un equipo de filmación del programa americano Miracle Seekers (Buscadores de Milagros) para documentar el fenómeno. Es de señalar que el conductor del programa, James Randi, es un prominente investigador de fenómenos paranormales, y miembro del Comité for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal.
En vista de la curiosidad que habían mostrado por el fenómeno los autores de este escrito, y tomando en consideración sus credenciales de investigadores, se les invitó a participar en la filmación del programa como testigos de la seriedad y rigor metodológico que Randi usaría para indagar sobre la “visión extraocular”. Resulta importante mencionar que los controles usados por Randi fueron los que normalmente se usan en cualquier experimento bien controlado.
Con el propósito de obtener sujetos para el programa se invitó a participar a las diversas escuelas de “visión extraocular”. El día de la filmación (29 de octubre de 1982) se presentaron dos profesores de “visión extraocular”, procedentes de diversos centros, cada uno con su spropios sujetos: el profesor Guillermo Altamirano, del Instituto “Más Vida”, llevó a dos niños al experimento; el profesor José Luis Altamirano, hermano del anterior, se presentó con un joven totalmente ciego; además, llegaron dos niñas con su madre que, a pesar de no haber recibido entrenamiento formal, mostraban la misma habilidad.
Para la primera demostración se emplearon las últimas dos niñas. Como en los otros ensayos, se dejó que la madre les cubriera los ojos, aunque esta vez se usó una venda elástica y tela adhesiva. Sentadas frente a una mesa, una a la vez, las niñas mostraron su habilidad para “ver” las diferentes figuras que se les presentaron sobre la mesa. En ambos casos, sin embargo, Randi logró interferir con la “visión extraocular”, mediante el simple procedimiento de presentar los objetos directamente frente a los ojos (ver Fig. 1). También, en ambos casos, la “visión extraocular” cesó cuando se cubrió el material gráfico con una hoja de papel. Por último, ninguna de las niñas pudo “ver” cuando se les substituyó la venda elástica por dos parches ovalados de papel engomado, colocados directamente sobre los párpados, con los ojos cerrados.

Fig. 1. El dibujo muestra al sujeto sentado frente a la mesa y el material gráfico dispuesto en la posición habitual en esta clase de demostraciones (A). Posteriormente, el material fue presentado directamente enfrente del sujeto (B) y, después, a una altura por encima de su cabeza (C).

Para la segunda demostración se dejó que el profesor Altamirano, del Instituto “Más Vida”, cubriera los ojos de los niños que lo acompañaban. Para este propósito también se usó una venda elástica y tela adhesiva. Al igual que en la primera demostración, se hizo que los niños se sentaran frente a la mesa, uno a la vez, y describieran diferentes materiales que se colocaban frente a la mesa. Ambos niños exhibieron su destreza adecuadamente. A continuación, se introdujeron algunos controles, mismos que se describen someramente, al igual que los efectos sobre la ejecución. 
El material se colocaba en las posiciones A, B o C (ver Fig. 1). Cuando el material se ponía en la posición A, los niños leían sin dificultad, pero cuando se colocaba en B, levantaban la cabeza, y cuando el material estaba en C, levantaban aún más la cabeza (ver Fig. 2).

Fig. 2. Posición de la cabeza de los sujetos cuando se presentaba el material en el mismo plano de los ojos (posición B). 

Después de observar lo anterior, se les pidió a los niños que no levantaran la cabeza para identificar el material; con el resultado de que sólo podían leer el material colocado en la posición A. La explicación que de esto dio el profesor G. Altamirano fue que existía un “triángulo de energía” que permitía leer sólo los materiales que se colocaban en la posición A.
Posteriormente, se aseguró, con pedacitos de cinta adhesiva, que no hubiera claros entre el vendaje y los pómulos (ver Fig. 3).

Fig. 3. Sujeto vendado y la ubicación de las rendijas (flechas) por donde se sospecha que podían ver el material. Las flechas también indican el lugar donde se colocaron parches con el objeto de bloquear dichas rendijas. 

El resultado fue que los niños no pudieron leer ni siquiera el material colocado en la posición A. La explicación ofrecida por el profesor Altamirano fue que el vendaje tapaba ciertas zonas (partes de la nariz y de los pómulos) que debían estar descubiertas para que se presentara la “visión extraocular”.
Ante esta explicación, Randi quitó el vendaje y colocó pequeños parches ovalados, de cinta adhesiva, que cubrían únicamente los ojos, y que, por esta razón, estaban cerrados. Como consecuaencia los niños no pudieron identificar los materiales usados. El argumento del profesor Altamirano fue que “los niños no estaban acostumbrados a este tipo de vendaje”.
Por último, el profesor José Luis Altamirano, presentó a un joven ciego que había sido entrenado para detectar láminas de colores mediante el tacto. Las diferentes láminas que traía para la demostración venían cuidadosamente insertadas en cubiertas de plástico transparente y, cada lámina, dentro de una cubierta diferente. Randi procedió, primero, a sacar cada lámina de su respectiva cubierta de plástico y, posteriormente, a dejar que el joven ciego las examinara, una a una, mientras estaba sentado frente a la mesa. El joven ciego identificó correctamente un número de láminas igual o menor al que se esperaría si la identificación se hiciera al azar.
No solamente se han llevado a cabo las observaciones anteriores; por otra parte, existe el estudio empírico que realizaron y relataron H. Burst Carmona y Carolina Téllez (ambos del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM. Observación personal del Dr. Héctor Burst-Carmona. El entrecomillado y el subrayado es del Dr. Burst, conforme al texto que nos envió.), en niños entrenados para llevar a cabo el proceso de “visión extraocular” por el psicólogo Jacobo Grinberg, así, Burst-Carmona y Téllez informan que:
“Grinberg intervino más directamente, primero estableciendo ‘raport’ con el niño, luego haciendo que efectuara una pseudo hiperventilación y después ‘guiando’ los ‘reconocimientos’ de los niños. La observación se inició en un jardín con una alta iluminación solar. Se cubrieron los ojos de la niña con goggles (anteojos) de plástico blanco para natación, que tenían algodón en la cavidad. La niña al tocar con las yemas de sus dedos identificó el 100% de objetos que se le presentaron incluyendo figuras de libros no ‘familiares’ e inclusive una tarjeta de visita. Sin embargo, esta tarjeta tenía dos tamaños de letras, las más grandes (3-5 mm) fueron correctamente identificadas después de muchos esfuerzos ‘mentales’ acompañados de gesticulaciones que desplazaban los goggles. Las más pequeñas (1 mm) no pudieron ser identificadas, a pesar de todas las gesticulaciones, flexiones de cabeza y acercamiento de la tarjeta.
“Se continuó en un laboratorio donde los goggles se cubrieron con tela adhesiva, se pintaron de negro, se fijaron a la cara con tela adhesiva sobre todo a nivel de  la nariz y de los pómulos. En estas condiciones, la efectividad de la visión extraocular se redujo a menos del 50% en objetos ‘familiares’ con los que se había capacitado. Sin embargo, su efectividad fue prácticamente de 0% con objetos ‘desconocidos’ y no pudo leer palabras desconocidas para ella. Siguió siendo impresionante observar como al informarle que identificó un objeto en una hoja del libro continuaba identificando todos los componentes de esa hoja. Sin embargo, no pudo identificar uno solo de los dibujos colocados debajo de un cristal o de una tela negra y que ninguno de los presentes sabía qué eran. Al terminar estas observaciones se colocó el libro de entrenamiento a 8 metros de distancia (27 pies) y se le pidió que leyera el pie de la figura (letras de 5-10 mm), agudeza visual 27/5) y lo hizo ‘correctamente’. Lo que otras personas presentes podían ‘distinguir’ era la figura de un elefante que ocupaba la mitad de la página.
“El otro niño que fue colocado en la posición para demostrar el proceso de visión extraocular no pudo concentrarse. “Por último, se inició la capacitación de una niña (9 años, que no tenía ninguna información al respecto. Sin embargo, al final, la niña relató a la mamá que empezaba a ‘sentir algo en la frente como una lucecita’ y algo en los dedos”.

Conclusiones


Las observaciones descritas proporcionan evidencias de que el proceso de “visión extraocular” resulta de la capacidad de los sujetos para aumentar su visión, para memorizar y para distinguir las hojas de sus libros, entre otros factores.
En los ensayos donde los niños tuvieron éxito en la identificación del material que se les presentó, dicho éxito fue el resultado de observar por las pequeñas rendijas que quedaban alrededor de los pómulos y que les permitían ver el material (ver Fig. 3). También, el éxito podría ocurrir por la transparencia del plástico en sitios muy iluminados. Esta hipótesis se apoya, por un lado, en la inspección visual cercana de la cara de los niños vendados y, por otro lado, en los efectos producidos al cambiar las condiciones; por ejemplo, cubrir los goggles con tela negra.
Respecto al antifaz o al vendaje, parece pertinente repetir que, en numerosas ocasiones, fueron descubiertos pequeños claros entre el vendaje y la cara de los sujetos. Estos claros se producían por las muecas que hacían los niños o porque tocaban el vendaje con el propósito de reducir alguna molestia. Se sabe que la definición de una imagen mejora cuando se observa a través de un orificio pequeño, a este hecho se le llama “efecto del agujero de alfiler” (Bartley, 1969, pág. 180). Por otro lado, también se sabe que, con entrenamiento, se puede perfeccionar la habilidad de observar a través de un pequeño orificio (esto, probablemente puede ocurrir en dichos niños, enseñándoles a observar mejor y más rápidamente con una alta motivación para hacerlo). Bajo estas circunstancias, es posible que los niños usen los dedos de las manos para guiar la búsqueda visual (es decir, que la exactitud de los movimientos oculares se mejora al combinarlos con movimientos de las manos).
Alternativamente, también es posible que los casos exitosos de identificación del material sean debidos a que los niños detectan la textura de los impresos, por medio de presión sobre el papel, dejando una huella definida, sobre todo en los bordes de un color y otro. Esta habilidad también se puede perfeccionar mediante entrenamiento.
Dado que la “visión extraocular”, según los defensores de este fenómeno, no ocurre mediante la discriminación táctil, usando los dedos, sino que es un poder especial (“mental”), el impedir este tipo de discriminación mediante el recurso de colocar un pedazo de vidrio sobre el material a identificar es un buen procedimiento de control; esta precaución, tomada en uno de los ensayos arriba mencionados, modificó completamente la eficiencia de reconocimiento.
Los autores de este trabajo consideran que los efectos de los controles también apoyan la hipótesis de que los niños veían el material a través de una rendija. Reiterando lo dicho anteriormente, los efectos de los controles fueron los siguientes:
      a)     Los niños, vendados por un familiar o por su instructor, levantaban la cabeza cuando el material se colocaba en las posiciones B y C (ver figura número 2). A mayor altura del material, los niños levantaban la cabeza un mayor número de grados. Si hubiera una rendija entre el vendaje y la cara, levantar la cabeza facilitaría la utilización de tal rendija. Por otro lado, la intensa iluminación favorece que el niño pudiera percibir las imágenes a través de un plástico traslúcido.
      b)     Cuando se asegura que no queden rendijas, mediante la colocación de pedazos de cinta adhesiva, los niños no pueden leer ni siquiera el material colocado en la posición A. El hallazgo es congruente con la hipótesis de que los niños podían espiar el material a través de una pequeña rendija. Lo mismo ocurrió al cubrir con tela adhesiva los goggles y además pintarlos de negro.
      c)      Cuando se les puso a los niños un parche ovalado sobre los ojos, no pudieron identificar el material que se les presentaba. Como el parche se ponía estando los ojos cerrados, se impidió abrir los ojos y ver por alguna rendija, cosa que sí se pudo hacer con el vendaje utilizado en los ensayos anteriores.
      d)      Aunque no se mencionó anteriormente, por su falta de relevancia al argumento, también se interpuso una hoja de papel entre la cara del niño y el material a identificar. Bajo estas circunstancias el niño no pudo leer. Sin embargo, algunos de los niños, según sus padres o instructores, tenían la habilidad de ver a través de la piel, hacia el interior del cuerpo humano (“visión intracorpórea”) y detectar enfermedades. La pregunta es: ¿si pueden ver a través de la piel... por qué no pueden ver a través de una delgada hoja de papel?
Como se dijo antes, los instructores de los niños elaboraron una serie de hipótesis ad hoc para explicar los fracasos de los niños en la identificación de los materiales. Esto no es sorprendente; en la realidad, es común en la parapsicología, lo que, por otro lado, es una de las razones por las cuales, actualmente, esta especialidad no es tomada en serio.
A decir verdad, resulta importante mencionar que los “fundamentos teóricos” de la “visión extraocular”, tal como fueron expresados por algunos de los instructores de los niños, son los mencionados para explicar otro tipo de fenómenos paranormales, como la precognición, la telepatía, etcétera. Estos “fundamentos” se reducen a una serie de afirmaciones sobre la energía (una mezcla de energía psíquica y física), sobre el aura y otras cosas por el estilo. Por otro lado, estos “fundamentos teóricos” tienen una lógica sui géneris, que sólo mediante ella puede deducirse la “visión extraocular”. Por ejemplo, los instructores afirmaban que los seres humanos tenemos células visuales en la nariz.
Tomando en consideración que si bien se pudo sugerir que los niños no usaban los mecanismos que se arguyen para ver extraocularmente y que existís un “truco”, lo que aún no se puede demostrar con las presentes observaciones, es que los niños estuvieran conscientes del mecanismo que usaban y que mintieran deliberadamente. Los autores concluyen que la razón por la cual los niños se presentan a este tipo de demostraciones es porque sus familiares y otras personas les prestan mayor atención, lo que constituye un poderoso reforzador que tiene gran influencia en su interés para aprender esta habilidad y sobre su disposición para hacer demostraciones. Un dato interesante es la posibilidad de que, con este método, se pueda desarrollar la memoria, por ejemplo. El hecho de “leer” un pie de página a 8 metros de distancia indica, claramente, que el sujeto sabía de “memoria” ese pie y lo relacionaba muy bien con el elefante.
Probablemente, esto pudiera ser lo constructivo de estos “ensayos”, en el entendimiento de que el niño aprende más cuando los padres y el “medio” se interesan mucho por lo que logra reconocer, independientemente de cuál vía sensorial utilice o qué active los mecanismos de evocación. Recientemente, se ha empezado a reconocer que las conexiones del sistema nervioso central pueden “aumentar” con el uso intenso y adecuado, incluso a manera de divulgación ya se mencionó (Newsweek, febrero 1983).
En la actualidad, están proliferando, por lo menos en la capital del país, centros e institutos que se dedican a enseñar a niños la “visión extraocular”, cobrando grandes cantidades de dinero, lo cual resulta muy útil, por lo menos para el bolsillo de los instructores, ¿pero, es justo para los padres?
Sería adecuado que las asociaciones profesionales de psicólogos se interesaran en ésta y otras prácticas pseudopsicológicas, que los autores del presente trabajo consideran fraudulentas. De manera constructiva se propone que estas observaciones empíricas pasen a ser observaciones experimentales, siguiendo un paradigma preciso y riguroso.

BIBLIOGRAFÍA

Bartley, S. H. Principios de Percepción, México: Trillas, 1969.
Grinberg, J. Visión extraocular: evidencias experimentales. Trabajo presentado en el III Congreso Mexicano de Psicología, 1982.
How the brain works. Newsweek, febrero de 1983.
Policy, J. Psichic brothers see with their fingers. National Inquirer, 12 de enero de 1982.
Suplemento especial de parapsicología. Enlace de Opiniones, No. 72, feb. 28 de 1982.

Los autores agradecen al Dr. Héctor Burst-Carmona sus valiosas críticas y contribuciones al presente trabajo. Asimismo, dan las gracias a las maestras María Corsi y Jossette Benavides por facilitar sus respectivas instalaciones para llevar a cabo las observaciones que se reportan. Finalmente, hacen extensivo su reconocimiento a la Coordinación de Difusión y Comunicación de la Facultad de Psicología por la elaboración de las figuras del trabajo.

lunes, 15 de octubre de 2012

miércoles, 3 de octubre de 2012

Contactos Extraterrestres

El miércoles 1 de junio de 2011, Héctor Chavarría, dentro del ciclo de conferencias Pseudociencias bajo la lupa, habló de su experiencia como director de la revista Contactos Extraterrestres.