miércoles, 11 de abril de 2012

Los secretos de un vampiro

En 1813 se terminó la construcción del Palacio de Minería, obra del arquitecto Manuel Tolsá. Esta construcción, que se localiza en la calle de Tacuba en el centro de la Ciudad de México, forma parte del patrimonio cultural de la UNAM.

A finales de febrero del 2009, dentro de la XXX Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, se llevó a cabo la mesa redonda 30 años de la primera edición de El vampiro de la colonia Roma, de Luis Zapata.



En la mesa participaron Eduardo Bush, Sergio Téllez-Pon y Nicolás Ruiz. La mesa contó con la presencia de Luis Zapata, aunque –como en otras ocasiones y debido a que hablar en público le hace sentir incómodo- no intervino.

El primero en tomar la palabra fue Eduardo Bush, quien se refirió a los problemas que suscitan las traducciones, en este caso los problemas al traducir al inglés la obra de Zapata.

Uno de esos problemas es el que se refiere al idiolecto, esto es, la forma de hablar de una persona o personaje. Bush lanzó la siguiente reflexión: El idiolecto de Adonis García es claro, pero si hubiera narrado su historia originalmente en inglés ¿cómo hubiera sido su idiolecto?, ¿chicano?, ¿pocho?, ¿tex-mex? No es claro.


A continuación Sergio Téllez-Pon leyó sus reflexiones. Se trató de la intervención que más me gustó por los temas mencionados: ¿cómo ha influido El vampiro en la vida de muchos gays?, ¿Adonis García es el propio Zapata?, ¿por qué Zapata no ha escrito otras obras además de las aventuras de su vampiro? (es una pregunta con maña, como se verá más adelante) y la relación entre Zapata y la literatura de la onda, entre otros.

Sergio Téllez-Pon, autor de No recuerdo el amor sino el deseo, comenzó de esta forma su participación:

Para muchos gays El vampiro de la colonia Roma ha sido parte de su educación sentimental, es decir, la han leído en sus años de definición sexual y, en cierta medida, los ha ayudado a asumirse como gays, a sumergirse en ese mundo deslumbrante y seductor de la putería y, principalmente, a conocer algunos aspectos de la vida gay, el lenguaje mordaz e hilarante, la visión de una vida gay anterior a la que nos ha tocado vivir y –claro- el sexo libre y anónimo. Un ex amante me contó, por ejemplo, que un hombre que lo pretendía cuando él era adolescente, le leía pasajes de El vampiro para excitarlo, pues el otro creía que así sería más fácil llevárselo a la cama, la lectura resultaba un antídoto contra la cachondería, pues uno se reía tanto con esas aventuras que lo último en que pensaba era en coger.

Sin embargo, Téllez-Pon afirma que (por desgracia) él conoció la obra de Zapata cuando ya se había asumido completamente como gay, así, fueron otros autores quienes orientaron su vida, entre ellos Villaurrutia, Novo, García Lorca y hasta cierto punto Reinaldo Arenas.

¿Es Zapata el vampiro de la colonia Roma? Hay quienes lo han pensado. A esos lectores –afirmó Téllez-Pon- habrá que recordarles que el autor muy pocas veces es el narrador:

El vampiro no es una novela autobigráfica, de manera que hay que restituirle su lugar al verdadero y auténtico vampiro de la colonia Roma: Osiris García, alias Adonis. Fue él quien le contó a Luis alguno de esos episodios breves, anecdóticos y disparatados, tan propios de la novela picaresca, a la que Zapata hace un evidente homenaje desde el título original de la novela: Las aventuras, desventuras y sueños de Adonis García, el vampiro de la colonia Roma.


Téllez-Pon también mencionó algo acerca de aquellos que creen que El vampiro es la única novela de Zapata. La verdad es que es abundante la obra literaria de Luis. Después de hacer un recuento de la obra de Zapata, Téllez-Pon concluyó al respecto: Puedo asegurar que Zapata es el testigo más puntual de las relaciones homosexuales en el México de finales del siglo XX.

El autor de No recuerdo el amor sino el deseo, hizo alusión a lo que el mismo Zapata ha mencionado sobre su deuda con la literatura de la onda; refiriéndose a José Agustín y a Gustavo Sainz, Zapata ha mencionado lo siguiente: “Leer esos autores me dio una falsa impresión de facilidad, aparentemente todos podíamos escribir; sólo algún tiempo después fui capaz de observar en esos textos el rigor, la elaboración formal, su potencial subversión.”

El vampiro de la colonia Roma podría también dar esa falsa impresión de facilidad, al respecto Téllez-Pon dijo: En apariencia todos podríamos escribir como él. Lo cierto es que los múltiples estilos que ha usado a lo largo de su obra prueban lo contrario.

Efectivamente, Zapata ha hecho uso de diversos estilos tales como el diario o el lenguaje cinematográfico, y no podemos olvidar su “experimento malogrado” al escribir los sueños de Adonis: usar espacios en blanco en lugar de signos de puntuación.

Al final Téllez-Pon confesó que por encima de El vampiro, prefiere En Jirones y Melodrama; ¿la razón? Una deformación personal. Sin embargo, reconoce los méritos de El vampiro: los ensalzo frente a esos que sólo quieren ver en él un best-seller, esos que creen que es la única novela de Luis Zapata y que sólo ven en ella una novelita que cuenta puterías divertidas, con muchas cogidas, hombres y morbo y gonorrea y todo de todo, entre esos también se encuentra –lamentablemente- la editorial Grijalbo, que sólo ha explotado esta novela sin mostrar más interés por la abundante obra de Zapata.

Después Nicolás Ruiz leyó su texto Todos somos vampiros. ¿Verdad o ficción? ¿Vampiro real o vampiro ficticio?

¿Quién no ha pensado que un día, tal vez paseando por ahí, se pueda encontrar en la glorieta Insurgentes con un Adonis marchito, que se sigue paseando en una ciudad que envejece con él, un Adonis ya irreconocible? Este libro, como todo buen vampiro de estirpe, es -antes que nada- un ser terriblemente seductor. Es una lectura que rompe los mismos marcos de la lectura y que nos deja entrar en diálogo franco con tan curioso y carismático personaje, y sí, ciertamente, hurgamos en su intimidad, en su historia, en sus vivencias, incluso en sus sueños, en sus aventuras y desventuras, todo en este inmenso marco que no es más que un pañuelo, la ciudad de México. Será morbo, interés literario, psicológico, curiosidad, simple empatía o qué sé yo, terminamos irrumpiendo en la ficción con la misma violencia con la que nuestro vampiro irrumpe nuestra realidad. Y de pronto uno se encuentra desvariando alocadamente sobre el tema: ¿quién le dijo al pobre de Adonis que tantos y tantos lo iban a leer?, ¿que durante treinta años iba a sufrir la presencia hostigadora de miles y miles de ojos?, ¿que tanta gente iba a meterse escandalosamente en su intimidad y que algunos perversos –incluso –y me incluyo- lo iban a hacer en repetidas ocasiones?

Y al final, cuando Téllez-Pon explicaba que el autor de El vampiro no acostumbra hablar en público, Zapata indicó que en esta ocasión haría una excepción. Así, dio las gracias a los organizadores de la mesa redonda, a los que participaron en la misma, a sus amigos que asistieron, “y a todos los que vinieron, aunque no sean amigos directamente, algunos serán lectores del vampiro, y finalmente esos –como decía José Emilio Pacheco- son amigos, porque la relación más directa es la que puede darse entre el que escribe y el que lo lee.”

Una persona del público dijo tener una pregunta para el autor de El vampiro, a lo que Téllez-Pon le indicó que Zapata no acostumbra responder, de cualquier forma la pregunta fue lanzada: “¿es cierto que el vampiro de la colonia Roma murió a causa del VIH?” Tanto Zapata como Téllez-Pon respondieron afirmativamente.

1 comentario:

  1. Fíjate que yo ya me imaginaba que ese había sido el final del buen Adonis...

    ResponderEliminar