sábado, 21 de agosto de 2010

Hurto

-¡Pendejo! ¿Cómo que te robaron las alas? -le preguntó su hermano mayor.

-Psss, es que se me pasaron las copas y me quedé dormido. –Contestó el jovencito.

-No mames. ¿Qué vas a decirle a mi papá? Te va a cagar.

-Ya ni me digas. Estoy que ni el sol me calienta.

*****

-Están bien chidas, güey. ¿De dónde las sacaste? -le preguntaron por enésima vez y él, feliz de la vida, comenzó nuevamente a relatar su “hazaña”.

-Pus me invitaron a una fiesta. En la fiesta conocí a un chavo bien chido. Tomé, bailé y fajé con él toda la noche. Ya cansados nos fuimos a un hotel. Ya en el cuarto, con ayuda de ciertas yerbas, exorcizamos el cansancio. Entonces cogimos una y otra vez hasta –ahora sí- quedarnos dormidos. Horas después abrí los ojos, los pajaritos ya empezaban a cantar en la calle. La idea se me ocurrió cuando estaba a punto de despertar al angelito. Lo besé en los labios a manera de despedida... no me miren así, no soy cursi, lo que pasa es que estaba guapo el güey. Y tratando de ser cuidadoso para no despertarlo, le robé las alas.

-¡Qué buena onda! ¿Y no te sientes culpable?

-Nel, si hasta parecen hechas a mi medida, ¿o no?

Y en eso tenía razón. Al adolescente se le veían bien. Unos se alegraban por él, otros decían que era un gandalla, un ojete. Dos que tres hasta sintieron envidia, “quién tuviera unas alas así”, pensaban...


*****

A las afueras de un hotel -sobre Calzada de Tlalpan, cerca del metro Portales- un muchacho se sienta, cada vez con menos optimismo, a esperar que pase aquel que un día le robó sus alas.

jueves, 19 de agosto de 2010

Bienvenido al club de la desmitificación

¿Por qué el nombre de “El detractor”? El término debunker puede ser traducido como refutador, desmitificador o detractor (o agente de la CIA, según los más radicales). En cualquier caso se trata de un término despectivo. Pero vayámonos por partes.

A estas alturas del partido queda clara la razón por la que los ufólogos no han podido presentar pruebas irrefutables de la presencia de civilizaciones extraterrestres en nuestro planeta: por un lado los extraterrestres no están interesados en establecer contacto abierto con la humanidad (en caso contrario, ya lo habrían hecho), y por otro existe una conspiración para ocultar su presencia (sobre los alcances de esta conspiración ver aquí y aquí). Así, tanto los hombrecitos grises (o verdes) como los hombres de negro les hacen la vida de cuadritos.

Para algunos “investigadores” los hombres de negro son extraterrestres, para otros agentes del gobierno norteamericano. Y si bien no hay un acuerdo en cuanto a su origen, sí lo hay en cuanto a sus intenciones: acallar a los testigos y a los ufólogos, y apoderarse y destruir las evidencias irrefutables de la presencia alienígena.

They Knew Too Much About Flying Saucers (1956) de Gray Barker fue el libro en el que por vez primera se habló de los hombres de negro. Sin embargo, fue Albert K. Bender el inventor de estos personajes. Comenzó a hablar de ellos en 1953. Bender sabía toda la verdad sobre los platillos voladores –bueno, eso aseguraba-, pero no podía revelarla porque había sido amenazado por tres extraños hombres vestidos de negro. Las especulaciones no se hicieron esperar. Finalmente, y después de que otros “investigadores” fueran acallados, Bender contó todo en su libro Flying Saucers and the Three Men (1962). El excéntrico Bender aseguró que los hombres de negro eran seres de otro planeta cuya misión consistía en extraer del fondo del océano una sustancia que necesitaban. Ahora podía escribir todo lo que sabía, pues la misión se había cumplido y los extraterrestres se habían ido de nuestro planeta. Así nació la tontería de los hombres de negro.

Pero, contrario a lo asegurado por Bender (que los extraterrestres ya se habían ido), muchos ufólogos y testigos siguieron (y siguen) recibiendo las incómodas visitas de los hombres de negro. Y es que en los cuentos ufológicos siempre han resultado muy convenientes; cuando un “investigador” se siente presionado para presentar las pruebas irrefutables que dice tener, puede echar mano de los Men in Black (MIB).

Saber demasiado de ovnis y extraterrestres puede ser muy peligroso. Los hombres de negro no se tientan el corazón para desaparecer cualquier evidencia importante que caiga en las manos de los interesados en el tema. Al parecer Rodolfo Garrido -asesor pseudocientífico de Jaime Maussán- ya recibió la visita de estos personajes, quienes hace algunos años robaron parte de la información de sus archivos (se sospecha de los MIB porque no robaron otras cosas de valor -como artículos electrónicos-, sólo los archivos de sus investigaciones). Aunque poco después recibió una llamada de un extraterrestre que le dijo “eres un buen alumno”, o algo así.

¡Vaya que es difícil ser ufólogo! No solamente tienen que temer la visita de los hombres de negro, también tienen que enfrentar los embates de los debunkers.


¿Qué es un debunker?

Oscar García, en su artículo (aparecido en el número 3 de la revista Perspectivas Ufológicas) sobre el mítico “ovni del eclipse” (en realidad el planeta Venus, ver aquí, aquí y aquí), transcribe parte de un debate televisivo que se llevó a cabo a principios del lejano 1992. Jaime Maussán explica rápidamente lo que es un debunker.

Unos minutos después comienza el debate y sobre el “OVNI” del eclipse Luis Ramírez Reyes le lanza una pregunta a Maussán con el obvio fin de “robar cámara”, pues su cuestionamiento, por más que le busco, no tiene razón de ser...

-Jaime, ¿no tiene un parecido al OVNI de George Adamski, por ejemplo?

-No, le vemos un parecido al de Paul Villa de 1977 (sic), en Nuevo México –contesta Maussán.

-Pero cuidado ahí porque Paul Villa se demostró que es falso –le replica Luis Ruiz Noguez.

-¿Quién lo demostroooó?

-William Spaulding.

-Siempre se dice “se demostró”, ¿quién lo demostró?, ¿tú lo demostraste?, ¿lo viste?, ¿lo sabes?

-Spaulding.

-Bueno, okey, está demostrado. Se parece a eso OVNI falso. En este caso no estoy queriendo discutir si porque aquel era falso éste es falso, que quede muy claro...

-No, yo te estoy diciendo que cuidado, que no lo compares porque el otro es falso y para que no haya confusiones y que después yo te diga que éste es falso porque se parece.

-Spaulding es uno de los llamados debukers. Es un agente que escudado en la forma de investigador siempre ha tratado de desvirtuar todo lo que se le ha presentado, o al menos en el 95, 99 % de los casos, y al otro simplemente dice que no sabe, pero tampoco los respalda... ¡Es un lobo con piel de oveja!

Otros escépticos han sido señalados como agentes o debunkers. En 1992 Salvador Freixedo fue entrevistado por el mismo Oscar García (la entrevista apareció en el número 1112 de Duda. Lo increíble es la verdad). García le preguntó su opinión sobre Billy Meier, Freixedo dijo que lo consideraba un caso auténtico aunque había quienes querían desprestigiarlo, finalmente agregó:

Por aquí anda Philip Klass... ¿Quién le paga a Philip Klass? Le paga la CIA, no lo dudes por un segundo, él es el sucesor de Donald Menzel.
Donald Menzel era uno que hacía igual que él hace 20 años, tardamos nosotros 20 años en caer en la cuenta, en descubrir un día en una nómina de la CIA que él era pagado por ellos, a él le decían: “usted desacredite a todo el mundo”, y es lo que hace Philip Klass ahora, diciendo estupideces, ellos creen que todo el mundo es tonto y sólo ellos son listos.


-¿Has platicado con Philip Klass aquí en la universidad?

-No, no, es que no me tomo ni el trabajo, es gente cerrada de moyera, no quiero, además es mala uva lo que traen, puedes ir y decirle 40 mil casos, se preguntan ¿cómo va a ser hoy día un fenómeno...? No admite esto, no admite lo otro. Pero que digan, el fenómeno existe, realmente hay objetos que no sabemos que son... pero no admiten eso siquiera.
A él le han dicho: “usted niegue todo, absolutamente”. Mira tienes otro caso; era Hynek, estaba como él, estaba en el proyecto Libro azul, Hynek estaba como él, aparece firmando algunas mentiras –por ejemplo en el proyecto Grudge, me parece- aparece su firma diciendo que dos y dos son cinco, entre otras muchas cosas, pero eso sólo duró unos pocos años, porque como era un hombre honesto dijo: “no, esto no puede seguir”; se salió del asunto y empezó a trabajar honestamente, ¿quieres otro caso? El doctor James McDonald, ¿qué le pasó?, lo mataron, porque a McDonald no le dijeron: Mira, en el proyecto del doctor Condon vamos a decir que los OVNIs, todo es mentira, no, le dijeron vamos a investigar el fenómeno OVNI, él dijo muy bien vamos a investigarlo, cuando se empezó a dar cuenta de que todo se manipulaba, una semana después tenía un tiro en la cabeza, le pusieron la pistola a un lado para hacer parecer que se había suicidado (...) por eso te digo que con tipos como Philip Klass que voy a andar hablando.


El saludable hábito de desmitificar

En 1983 Martin Gardner comenzó a escribir una columna en la revista Skeptical Inquirer. Dicha columna originalmente se llamó “Notas de un observador de los fenómenos psíquicos”, pero como Gardner deseaba discutir asuntos fuera del campo de la investigación psíquica cambió el nombre a “Notas de un observador de lo marginal”.

La primera parte de su libro La Nueva Era (Alianza Editorial) está integrada por las 19 primeras columnas que escribió, la segunda parte contiene artículos aparecidos en otras revistas. En su novena columna habla de la desmitificación.

¿De dónde viene el término debunker? Explica Gardner:

“El origen de la palabra ‘bunk’ (la raíz de ‘debunker’) es divertido. Da la casualidad de que vivo a unas pocas millas de Buncombe County, en las montañas de la North Carolina occidental. Allá por 1820 el representante del condado en el congreso de los Estados Unidos tenía la costumbre de dormir a sus colegas con largos discursos ‘para Buncombe’. Abreviada a ‘bunkum’ o ‘bunk’, la palabra se convirtió en un sinónimo de pretenciosa palabrería política. En los diccionarios actuales bunk se define como absurdo y debunking (aquí traducido por –el acto de- desmitificar) como el desenmascaramiento de un engaño o falsedad. ¿Quién podría hacerle una objeción a eso? Sin embargo, puede ser que debunk (desmitificar) esté convirtiéndose en un reproche, como la vieja palabra muckraker (el que saca a la luz conductas reprobables de personas importantes), actualmente reemplazada por la más dignificada ‘reportero investigador’.”

Decía al principio que el término debunker puede ser traducido como refutador, desmitificador o detractor, y con éste se suele descalificar a los escépticos.

A pesar de ello el fallecido paleontólogo Stephen Jay Gould, en su libro La falsa medida del hombre (un ataque contra las ideas que relacionan la inteligencia con la raza, el sexo o la forma de la cabeza) incluyó un apartado titulado La desmitificación como una ciencia positiva. El paleontólogo (a quien Lisa Simpson le pide que analice el fragmento de un supuesto esqueleto de un ángel, ya que está segura de que es un fraude, ¿recuerdan el capítulo?) consideraba que la desmitificación no sólo es algo admirable sino que es esencial para la buena salud de la ciencia.

Por su parte Gardner reflexiona: “Cuando los defensores de una pseudociencia quieren reprender a los críticos, les gusta llamarlos ‘desmitificadores (debunkers)’. Quieren dar a entender que los desmitificadores no son escépticos de mente abierta, ávidos de saber la verdad. Los escépticos son acusados de confiar sobre todo en el insulto en vez de hacerlo en los argumentos racionales. ¿Deberíamos los escépticos sentirnos ofendidos cuando se nos acusa de practicar la desmitificación?”

“Debunker” y “escéptico” no son exactamente lo mismo. Los creyentes al menos reconocen que algunos escépticos son honestos; pueden estar equivocados, pero no se duda de su honestidad (Jacques Vallée hasta los considera valiosos e importantes dentro de la ufología; aunque hay radicales –o sea fanáticos- que no están de acuerdo con él). A los escépticos les interesa comprender la realidad, por ello es que tratan de ser cuidadosos en sus argumentos. Pero “a los debunkers no le interesa la verdad sino desprestigiarnos”, suelen pensar los ufólogos.

Gardner explica que los buenos desmitificadores deben esforzarse lo más posible en entender lo que desmitifican y evitar en la medida de lo posible cometer errores.

Algo que he aprendido al husmear en estos temas de los ovnis y lo supuestamente paranormal es que basta con practicar un poco la desmitificación (o sea hacer unas cuantas preguntas críticas) para que comiencen a desmoronarse muchas de las maravillosas historias que nos cuentan los investigadores de lo insólito.

sábado, 14 de agosto de 2010

Basura a precio de oro

Los medios de comunicación suelen ofrecer al público afirmaciones extraordinarias (como que los ovnis son naves extraterrestres o que la reencarnación está probada científicamente) y productos maravillosos (como casi todos los que se observan en los infomerciales).

Desgraciadamente todas estas afirmaciones y productos -a pesar de no contar con la evidencia adecuada- son recibidos con gran credulidad. Es difícil encontrar tratamientos críticos o al menos una presentación más o menos equilibrada.

Pero ¿cómo distinguir entre ciencia y seudociencia?, ¿cómo distinguir entre tecnología y seudotecnología?

De lo primero ya escribí en Las patillas de Asimov (aquí y aquí). Ahora me ocuparé de la seudotecnología. Y para ello recurro a lo que anota Mario Bunge en su libro Seudociencia e ideología (Alianza Editorial).

En el caso de los “productos milagro” se trata de un engaño que los consumidores pueden resentir en sus bolsillos o en su salud.
De hecho, la seudotecnología debe ser analizada porque es un gran negocio y porque pone en peligro el bienestar de mucha gente. Por ello es que no es trivial u ocioso ocuparse de ésta.

Bunge escribe : “La importancia práctica de nuestro problema puede medirse por el volumen del negocio seudocientífico y seudotecnológico. Este es del orden de miles de millones de dólares por año, y en varios países supera el presupuesto total de investigación y desarrollo. La crítica metodológica y filosófica podrá hacer poca mella sobre este negocio. Pero al menos podrá ayudar a algunos de los decisores que se ocupan de planear o utilizar la investigación científica o tecnológica.”


Un intento de demarcación

“El hombre, supremo creador, es también el máximo falsificador. Puede falsificarlo casi todo, desde billetes de banco hasta la amistad. Incluso puede falsificar la ciencia y la tecnología”, escribe Bunge al inicio de su capítulo dedicado a la seudociencia y la seudotecnología.

Distingue cuatro formas de falsificar la tecnología: el plagio, es decir, el robo de diseños; el manoseo, que consiste en mentir acerca de las bondades de un aparato o en ocultar sus defectos; la producción de diseños tecnológicos de poco valor y escasa o nula novedad; y la presentación de dispositivos no tecnológicos como si realmente lo fueran.

¿Cómo define Bunge la seudotecnología? Transcribo su explicación:

Una seudotecnología ST es un campo de conocimientos definible por la endecatupla

ST = C, S, D, G, F, E, P, A, O, M, V

que difiere de una tecnología auténtica en los siguientes aspectos:

1) C es una comunidad de creyentes y practicantes (antes que investigadores) que no han recibido un entrenamiento científico o tecnológico riguroso.

2) el dominio D incluye esencialmente objetos fantasmales, tales como móviles perpetuos, panaceas médicas, acciones del alma sobre el cuerpo, y economías en equilibrio general;

3) la visión general o filosofía de ST consta de
a) una ontología que admite violaciones de las leyes naturales, o
b) una gnoseología antirrealista (p. ej. ficcionista), o
c) un ethos que condona el engaño deliberado;

4) el fondo formal F es exiguo o vacío;

5) el fondo específico E es exiguo o vacío: típicamente, una ST es incompatible con la ciencia y la tecnología;

6) los problemas contenidos en P son de la forma: “¿Cómo lograr la finalidad práctica X sin antes investigar las condiciones o causas de X?”;

7) el fondo de conocimientos A es exiguo o vacío;

8) la metódica M no incluye los métodos científico y tecnológico, pero en cambio incluye técnicas infundadas o de eficacia no comprobada, tales como las pruebas proyectivas (p. ej. de Rorschach);

9) no existe ninguna tecnología o ciencia auténtica que solape parcialmente con ST: salvo posibles contactos con otras seudotecnologías, ST está aislada;

10) los miembros de las nueve últimas componentes de la endecatupla no cambian a no ser de resueltas de controversias o presiones exteriores: ST no aprende de otros campos de conocimientos ni les enseña.

Bunge termina afirmando que la seudotecnología y la auténtica tecnología comparten dos características: son estimuladas o toleradas en algunas sociedades y ambas se proponen controlar o modificar algunos aspectos de la realidad.

Otras reflexiones del filósofo son las siguientes:

El error en la tecnología auténtica puede corregirse mediante el razonamiento y la experiencia, no pasa así en el caso de la seudotecnología pues es dogmática, ya que se trata de creencias y no de campos de investigación.

La tecnología no tiene el monopolio de la eficacia, en realidad está llena de falsedades, verdades a medias e hipótesis no comprobadas; de igual forma, todo tecnólogo tiene en su cabeza diseños extravagantes, incompletos o que no han sido puestos a prueba. Pero la tecnología es autocorregible y la pseudotecnología es un cuerpo de creencias intocables.

Cuando en la seudotecnología hay desacuerdos, éstos son acallados y resueltos mediante la autoridad, no mediante experimentos, cálculos o argumentaciones racionales.

Los errores en la tecnología no pueden compararse con las falsedades de la pseudotecnología.

Lamenta Bunge que los científicos y tecnólogos presten tan poca atención a la seudociencia y a la seudotecnología, ya que no se trata de basura inofensiva (o de productos adecuados para las masas):

“la seudociencia y la seudotecnología no son basuras reciclables, sino virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera, lego o especialista, al punto de enfermar a una cultura íntegra y predisponerla contra la ciencia y la tecnología (...) la emergencia y difusión de la seudociencia y la seudotecnología son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser estudiados de cerca, y quizá de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura.”


Detector molecular GT200: Un ejemplo de seudotecnología



Los detectores moleculares (existen diferentes modelos) son unas varillas de zahoríes disfrazadas de tecnología avanzada, se asegura que son capaces de detectar armas, explosivos y drogas.

Vimos en el apartado anterior que la seudotecnología usa técnicas infundadas o de eficacia no comprobada; en este caso, las técnicas de los zahoríes han sido puestas a prueba y los resultados han mostrado que no funcionan. Me refiero a los experimentos diseñados por James Randi (ver su libro Fraudes Paranormales, Editorial Tikal). Claro que, hasta donde sé, ningún fabricante o vendedor admite que sus detectores moleculares sean varillas de zahoríes.
Sin embargo, estos “aparatos de alta tecnología” se han desarmado y se ha visto que ¡están huecos! No hay una explicación científica que justifique el funcionamiento de estos juguetes, ¿cómo es que pueden detectar cosas tan distintas como drogas y explosivos? Los balbuceos que se dan a modo de explicación usan términos de los que Bunge llama objetos fantasmales.

Tampoco se han presentado evidencias empíricas de que funcionen.



A pesar de todo lo anterior diversas instancias (como el gobierno de Colima, la Secretaría de Seguridad Pública de Chihuahua, la SEDENA, etc.) han gastado millones de pesos en su adquisición.

¿Qué tan peligroso resulta confiar en estos “detectores moleculares”? Piense el lector en el uso que se les da. Se afirma –vimos ya que falsamente- que pueden detectar explosivos, podemos imaginar el riesgo al que se exponen quienes creen en éstos. Además cualquier persona puede ser detenida injustamente por supuesta posesión drogas.

Andrés Tonini ha recopilado muchísima información acerca de este fraude, el lector puede encontrarla aquí.

Un resumen del propio Tonini apareció en El Escéptico, la revista de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, puede verse aquí.

En el número 2 del boletín Razonando también información sobre el detector molecular y sobre otro ejemplo de seudotecnología: los "armonizadores de frecuencias electromagnéticas", puede revisarse aquí.

Martín Bonfil ha escrito tres entradas (esta, esta y esta) sobre los detectores moleculares en su blog La ciencia por gusto.

Y finalmente el lector interesado puede encontrar aquí información acerca de los infomerciales.

viernes, 13 de agosto de 2010

CUANDO LOS DIOSES ENCARNAN

¿Qué pensaría el lector si yo le asegurara que soy la encarnación de Dios? ¿Y si le dijera que en una vida pasada fui Jesucristo? ¿Y si le afirmara que puedo vivir por varios meses sin comer ni beber? ¿Me creería?, ¿qué estaría dispuesto a hacer por mí?, ¿seguiría mis enseñanzas y consejos?

De lunes a viernes a las 15:30 horas se transmite por Cadena tres el programa La sobremesa, lo conducen Martha Figueroa y Héctor Suárez Gomís. Los conductores platican sobre diversos temas con sus invitados. En Las patillas de Asimov comenté sobre algunas participaciones de Daniel Muñoz, a quien invitan con cierta frecuencia (ver aquí y aquí).

Al escuchar a Muñoz uno se pregunta si habrá seudociencia en la que no crea. Y no se trata de un comentario malintencionado, el hombre habla de conspiraciones para ocultar la presencia de civilizaciones extraterrestres en la Tierra, abducciones, implantes extraterrestres, niños índigo, estigmatizados, reencarnación, profecías de Nostradamus, las capacidades psíquicas del “profeta durmiente” Edgar Cayce, canalizadores (antes se les llamaba mediums), etc. Como si no existiera información crítica sobre estos temas. En su momento –cuando era parte del equipo de Jaime Maussán- defendió la autenticidad de la película de la supuesta autopsia extraterrestre (y como ya expresé aquí, aquel “parteaguas en la historia del ser humano” ha tomado su verdadero valor).

El día de ayer Muñoz se presentó en La sobremesa para hablar de (¡agárrese!) “las encarnaciones divinas”. ¿Ha escuchado usted de los hombres dioses?, ¿le suenan los nombres de Sai Baba o del reverendo Moon?

Héctor Suárez G. y Daniel Muñoz hablaron largo y tendido sobre las personas que aseguran ser la encarnación de Dios. ¿Se trató el tema de forma responsable?, ¿se informó o se desinformó? Juzgue el propio lector.


Creencias de todos colores y sabores: reencarnación, canalizadores, hombres-dioses...

La reencarnación nos sucede a todos, no es que le suceda sólo a algunos, dijo Muñoz. Luego agregó que estaba probada científicamente, a esto Gomís asintió. Pero ¿qué significa lo anterior?, ¿cuándo podemos afirmar que algo ha sido comprobado por la ciencia? De esto escribiré en una futura entrada. Por ahora sólo diré que no hay que confundir las creencias y las opiniones personales de algunos científicos con la postura de la comunidad científica. Por ejemplo, Adolfo Orozco Torres es un físico que trabaja en el Instituto de Geofísica de la UNAM. Él cree que hay evidencia científica de que la imagen de la llamada Sábana Santa se formó cuando Jesucristo resucitó. Está en su derecho de creerlo, pero debe quedar claro que es su postura y no la del Instituto de Geofísica o la de los físicos mexicanos.

Tanto Muñoz como Gomís reconocieron que hay mucha charlatanería en estos temas, sin embargo, no aclararon cuál es el filtro que se debe aplicar para reconocer entre conocimiento y fraude. Y es que después de escucharles decir lo anterior uno podría imaginar (bueno, la verdad no) que se mostrarían estrictos con aquellas afirmaciones que dan por buenas, pero no fue así. Por ejemplo, ambos dijeron que las encarnaciones de Buda pueden ¡vivir sin comer ni beber!
Se presentaron las imágenes del niño que supuestamente permaneció sentado sin ingerir alimentos durante meses, el lector puede encontrar detalles aquí.

Otro caso que se mencionó –si no me equivoco- fue el de el fakir Prahlad Jani, mejor conocido como Mataji. Este caso -tal y como se afirmó en noticiarios tan serios como el de Laura Barrera en Canal 22- cuenta con respaldo científico. Mataji no ha probado alimento en 74 años. Increíble pero cierto, los científicos que investigaron no encontraron evidencia de fraude.

Bueno, eso es lo que el fakir quería que creyéramos, la verdad es que no hay ninguna corroboración científica de tal milagro. Acá Mauricio-José Schwarz explica todo, y además reflexiona sobre las implicaciones que tendría en la vida real –un mundo en el que, entre otras cosas, millones de personas padecen hambruna- un milagro como ese.

Hablaron elogiosamente de J. Z. Knight, quien canaliza a “Ramtha”, un espíritu de 35 000 años. Aunque no quisieron manifestar una opinión acerca de la supuesta canalización, sí dijeron que mucha gente se ha beneficiado espiritualmente con sus enseñanzas. ¿Qué podemos aprender de esta señora? Cómo aplicar la mecánica cuántica -o sea la física de las partículas elementales- en la superación personal, entre otras maravillosas cosas. Por aquí puede encontrarse algo sobre el engañoso documental de la secta: ¿Y tú qué sabes?

Por otro lado, Carl Sagan en El mundo y sus demonios escribió algunas cosas sobre cómo poner a prueba a esta canalizadora y sobre sus "extraordinarias" enseñanzas:

"Si fuera realmente alguien de hace 35.000 años, podríamos aprender mucho sobre hace 35.000 años. Por tanto, de una manera u otra, o Ramtha es realmente alguien de hace 35.000 años, en cuyo caso descubriremos algo sobre ese periodo (que es anterior a la glaciación de Wisconsin, una época interesante), o es un farsante y se equivocará. ¿Cuáles son los idiomas indígenas, cómo es la estructura social, con quién más vive Ramtha (hijos, nietos), cuál es el ciclo de vida, la mortalidad infantil, qué ropas lleva, cuál es su esperanza de vida, qué armas, plantas y animales hay? Dinos. En cambio, lo que oímos son las homilías más banales, indistinguibles de las que los supuestos ocupantes de los OVNIs les dicen a los pobres humanos que afirman haber sido abducidos por ellos."

Suárez afirmó que Osho fue ¡el filósofo más importante del siglo pasado! Seguro las obras de Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, por poner sólo dos ejemplos, son pequeñas frente a las enseñanzas del gurú. O tal vez el conductor por filosofía quiso decir “enseñanzas espirituales”. ¿Qué tan espiritual era Osho? Schwarz cuenta cosas bastante interesantes de este “maestro espiritual” en esta entrada de su blog.

Tanto Muñoz como Suárez dijeron que no era tan importante si estos personajes son o no realmente la encarnación de alguna deidad o si J. Z. Knigth realmente canaliza o no a Ramtha. ¿Qué es lo importante? El contenido de sus mensajes (o sea sus enseñanzas espirituales) y sus obras.

Simplemente no estoy de acuerdo. Si no, responda el lector: ¿Qué pensar de un sujeto que asegura ser Dios o la reencarnación de Jesucristo? ¿No es peligroso creer algo así? Después de todo, ¿qué límites se pondría a sí mismo un pobre diablo que cree ser una divinidad?, ¿y cuál sería el límite para alguien que piensa que está junto al mismísimo Dios? ¿No deberíamos tratar como farsante a cualquier sujeto que diga ser un dios encarnado, independientemente del contenido de sus enseñanzas?

No hay más que echar un vistazo a algunos de los hombres-dioses para darnos cuenta de lo peligrosos que pueden ser.


Líderes infalibles

En su libro El poder de las sectas Pepe Rodríguez dice que en las entradas de las salas de meditación de la secta de Soho aparecía el siguiente letrero: “Deja aquí tu mente y tus zapatos”.
Uno de los testimonios que presenta es el siguiente:

“Yo creía, bueno, entonces yo tenía la certeza de que era así, que él era la divinidad personificada. Estar cerca de él, aunque sólo fuera verlo pasar furtivamente dentro de algunos de sus Rolls Royce, me producía un estado de éxtasis. Mis compañeros de secta me habían hecho adquirir consciencia de mi privilegio de conocer a dios personalmente, y yo hubiese dado mi vida por él. Ahora sé que Rajneesh no es más que un chiflado, muy culto y cautivador, eso sí, que vive de incautos como yo.”


Sobre cómo los fans incondicionales de los hombres-dioses abandonan el juicio crítico Rodríguez escribe:

En todas las sectas, de forma más o menos explícita, se prohíbe o, al menos, se dificulta extraordinariamente, que los adeptos puedan razonar y analizar de forma independiente sus situaciones cotidianas., personales o no.

El líder o, en grupos grandes y estructurados, aquel en quien él delegue y autorice, ya se encargará de pensar y decidir por todos ellos.

El adepto sectario no sólo acata el obedecer sin crítica alguna las órdenes de los líderes o de los “hermanos mayores”, de aquellos que llevan más tiempo que él en el camino de la Verdad, sino que, también, se somete a vivenciar su propia realidad cotidiana a través del filtro doctrinal monolítico y manipulado.

Toda su percepción de la realidad la hace a través de clichés doctrinales, que son frases cortas, contundentes y claras que sustituyen a los complicados, aunque cotidianos, procesos de elaboración mental. Los clichés son preparados para los líderes sectarios a partir de fragmentos de su doctrinario y de sus propias órdenes y deseos del momento. Un cliché es absorbido sin crítica alguna por el adepto y se convierte inmediatamente en “su” propio pensamiento o mecanismo para analizar la realidad. De ahí el aspecto mentalmente (y, con frecuencia, físicamente) uniforme que ofrecen muchos sectarios.

Es habitual, en todo este tipo de sectas, que la propia doctrina base (DB) obligue a considerar al líder, y al resto de los mandos, como seres a los que se debe obediencia ciega y cuyos comportamientos no admiten crítica o análisis.

En todas las sectas, estando reglamentado o no, la verdad es que no se mueve una hoja sin que el líder lo sepa y/o lo haya autorizado.

La autoridad del líder sobre su grey es omnímoda, cosa que no ofrece demasiado buen pronóstico cuando éste es un sujeto desequilibrado, ya que entonces tiraniza todos los aspectos de la vida de los adeptos, explotándolos económica o sexualmente, para su disfrute personal, y anulándoles, en general, cualquier tipo de derecho humano reconocido. Su enfermiza personalidad es la única voluntad que gestiona la vida de quienes lo adoran.

Los líderes sectarios, del tipo que sean, saben perfectamente que apoderarse del control de la mente de un adepto no sólo es hacerlo de su alma (en caso de que exista), con mucha más rentabilidad, este logro se traduce en una explotación ilimitada de su capacidad de trabajo y de su cuenta corriente.

Un hombre-dios cree ser infalible. Sus seguidores lo creen infalible. ¿Cómo contradecirlo?, ¿cómo dudar de su sabiduría, de su bondad?. Ahí está lo peligroso.

El pensamiento crítico -que cuestiona todas las ideas y que considera que nadie es inmune a la crítica- es nuestra mejor defensa.


Una cuestión de jerarquías

¿Por qué hay quien cree en la existencia de hombres-dioses?, ¿cómo es que un sujeto llega a ser considerado la encarnación de alguna divinidad? La respuesta de Pepe Rodríguez es la siguiente:

El ser humano, presuntuosamente considerado como un primate superior, arrastra comportamientos de sumisión/devoción prototípicos de los mecanismos de relación social de cualquier manada de primates terrestres. La relación del humano con el líder, en su base, eso es en lo esencial, no difiere sustancialmente de la que un mandril sostiene con el macho dominante de la manada, conocido en Etología como sujeto Alfa. Éste logra los mejores alimentos, las ramas más cómodas, las mejores hembras, etc., a cambio de dar seguridad y guía al resto de la manada. Su poder y autoridad se basan en su aparente calidad de dominador del entorno de supervivencia del grupo. Y por ello pasa una sustanciosa factura.

El humano, debido a su dimensión intelectual, a su capacidad de raciocinio y abstracción, ha ampliado el campo de la inseguridad hasta lo intangible, con lo que sus necesidades de supervivencia han adquirido aspectos tan notables que han dominado la historia y la evolución de la especie.

En un determinado momento de su devenir histórico, el aprendiz de ser humano empieza a variar el sustrato de sus miedos e inseguridades. Ya no le angustia tanto la posibilidad de no encontrar alimento, o de que él mismo pueda convertirse en manjar de algún otro depredador de su ecosistema, como el hecho de devenir consciente de estar inmerso en una fenomenología que ni controla ni, mucho menos, entiende.

Es en ese momento cuando se acude en busca de un marco de respuestas/referencias que aporten seguridad. Y ese primate de columna vertebral erecta (dentro de un orden), falto de norte, dirige su mirada y su angustia hacia el sujeto Alfa.

La privilegiada capacidad de abstraer, espoleada por la necesidad de adquirir seguridad, llevará a la invención de los sujetos Super Alfa, de machos todopoderosos situados más allá del tiempo y del espacio, detentadores de todas las soluciones y de todas las respuestas ya que, en definitiva, a ellos se atribuye el ser la causa y el efecto de la fenomenología que los hizo necesarios. En una palabra, la ignorancia de lo humano había generado la sabiduría de lo divino. Cualquiera que, de entonces en adelante, se presentase como enlace entre ambos mundos e intérprete de sus anhelados designios, podrá obtener de la manada humana sus valores más cualificados: sus bienes y su propia vida.

Las sociedades han evolucionado mucho. La ciencia y la técnica han aportado un marco racional de seguridad que podríamos tildar de suficiente pero, sin embargo, ese primate que dejó la liana para volar en Jumbo sigue necesitando de Super Alfas de las más variadas especies y colores.


Los escépticos de la India

Hubiera estado mejor que en La sobremesa se hablara sobre los racionalistas de la India.

En abril del 2005 la revista Quo publicó un artículo titulado ¿Estamos rodeados de falsos gurús? Charlatanes que se enriquecen con tu vida espiritual. El artículo es estupendo.


Los escépticos de la India suelen dar giras para despertar el espíritu crítico de la gente. Para ello llevan a cabo una representación en la que hacen creer a los espectadores que están ante hombres dioses. Uno de ellos –por ejemplo- cura a una muchacha poseída por un demonio. Saca al espíritu maligno del cuerpo de la joven y lo introduce en un coco, cuando el coco es colocado en el suelo, éste comienza a moverse de un lado a otro. Al final, cuando el público está convencido de haber presenciado fenómenos sobrenaturales, los “hombres dioses” explican cómo han realizado la actuación (el coco se mueve porque previamente lo han preparado y le han metido un ratón).

De igual forma, explican a las maestras de escuela cómo se realizan algunos trucos (como meter la mano al plomo fundido) para que ellas, a su vez, lo expliquen a sus alumnos. Esta forma de enseñar escepticismo comenzó a practicarse gracias al antigurú B. Premanand (que fue descrito como “el hombre que llevó el racionalismo a las masas”). Premanand, en su libro, Ciencia contra milagros, explica cómo doblar cucharas, comer vidrio, escupir fuego y leer la mente.

Un continuador de la obra de Premanand es el señor Vikram, quien hace “cirugías psíquicas” (como se ve en la imagen), aparece vibhuti o ceniza sagrada y escupe fuego (lo hace colocando en su lengua un trozo de alcanfor).




Sai Baba -uno de los hombres dioses- afirma que los milagros son su tarjeta de presentación. Premanand le contestaba diciendo: No, no lo son. Son trucos baratos (el antigurú escribió el libro Crímenes en la habitación de Sai Baba).

La “Madre de los Abrazos” es una mujer a la que se le ocurrió la estúpida idea de que es capaz de ¡curar con sus abrazos! Según los escépticos de la India, económicamente en 20 años ha logrado lo que a Sai Baba le llevó 60. Premanand cuenta que cuando la Madre de los Abrazos quiso abrazarlo, él se negó; ella le dijo que era su madre, él le contestó que ella nunca lo había amamantado. Muchos se desmayan cuando los abraza la “mujer santa”. Premanand afirma pícaramente: “Tiene mucho, mucho busto.” En otra ocasión se enfrentó al misterioso caso de la lámpara que ha ardido sin aceite por más de 20 años. Premanand y sus amigos pidieron que se les permitiera examinarla, algo que se les negó; ante esa negativa pidieron que sólo la inclinaran un poco, a esto sí accedieron, ¿y qué sucedió?, Premanand afirma: “Salió aceite... Hasta allí llegó la cosa. Pero dejen que pasen otros diez años.”