En Historia de la Filosofía IX terminamos la parte dedicada a Arthur Schopenhauer, a partir de la próxima clase comenzaremos a estudiar algunos escritos de Friedrich Nietzsche. No me referiré ahora a las bases metafísicas de la ética de Schopenhauer (es decir, su idea de la voluntad), ni a sus interesantísimas concepciones acerca de la redención y la santidad.
Lo que quiero mencionar ahora son las palabras con que termina su Metafísica de las costumbres:
"El conocimiento en general tiene un origen secundario, es algo accidental y externo; por ello no es que esa oscuridad sea una sombra casual en medio de la región de la luz, sino que el conocimiento es una luz en medio de la primigenia e ilimitada oscuridad, en la cual dicha luz se pierde. De ahí que estas tinieblas se vuelvan tanto más temibles cuanto mayor sea la luz, al tantear ésta tantos más puntos en los límites de la oscuridad; quiero decir que cuanto más inteligente es un hombre tanto más siente la oscuridad que le rodea, viéndose por ello filosóficamente estimulado. Por contra, el zafio entregado a la ordinariez ni siquiera sabe de qué oscuridad se trata y lo encuentra todo perfectamente natural; de ahí que no precise de la filosofía, sino tan solo de algunos datos históricos proporcionados por la historia de la filosofía."
En otra parte el mismo Schopenhauer anotó:
"Fuera del hombre ningún ser se maravilla ante su propia existencia. Cuando un hombre toma conciencia, se da a sí mismo por hecho, se asume como algo que no necesita explicación. Mas no por mucho tiempo, pues a la par de su primera reflexión, comienza el embeleso que engendra la metafísica, y que hizo decir a Aristóteles el hombre hoy y siempre busca filosofar porque está pasmado. Entre más bajo se encuentre un hombre en los asuntos del intelecto, menos le parecerá la existencia un acertijo... pero entre más clara se haga su conciencia más se apoderará de él este problema. De hecho, esa inquietud, que mantiene andando el incontenible reloj de la metafísica, es el pensamiento de que la inexistencia de este mundo es tan posible como su existencia."
Como dejaré su pesimismo para otra entrada, dejo la cita hasta aquí.
William James por su parte escribió:
"Uno sólo necesita encerrarse en un armario y pensar en el hecho de que uno está ahí, en la extraña forma de nuestro cuerpo (algo que puede hacer gritar a un niño, como dijo Stevenson), en nuestro fantástico carácter, para que el pasmo venza el detalle y al hecho general de existir, y veamos que es sólo la familiaridad lo que lo mitiga. ¡Qué misterioso, no sólo que algo exista, sino que esto exista! La filosofía observa, pero no ofrece razón sensata, pues de la nada a la existencia no hay un puente lógico."
De la nada a la existencia no hay un puente lógico... Pensamiento extraordinariamente fascinante.
Martin Gardner (como breve presentación al texto de James del que tomé la cita anterior) escribió:
"A esa extraña, inquietante pregunta: '¿Por qué existen las cosas?', la ciencia jamás podrá dar respuesta. La razón es sencilla. La ciencia sólo puede responder un ¿por que? si enmarca un evento dentro de una ley descriptiva más general. ¿Por qué caen las manzanas? Por la ley de gravedad. ¿Por qué la ley de la gravedad? Por ciertas ecuaciones que son parte de la teoría de la relatividad. Si los físicos consiguieran un día una última ecuación de la cual se derivaran todas las leyes de la física uno podría aún preguntar '¿Por qué esa ecuación?' Si los físicos redujeran toda la existencia a un número finito de partículas o de ondas, siempre se podrían preguntar '¿Por qué esas ondas?' Tiene que existir un estrato inferior: un 'abismo oscuro', como alguna vez lo describió Santayana, 'ante el que la inteligencia debe permanecer en silencio, por miedo a enloquecer'. Es lo Incognoscible de Spencer, el Nóumeno de Kant, el trascendente mundo que es 'completamente otro' de Platón y la cristiandad y las grandes religiones. Es el Tao que no puede ser visto u oído o nombrado porque si pudiera ser visto u oído o nombrado no sería el Tao.
"Aunque la razón debe ser silenciosa, no es necesario que lo sean las emociones, y es difícil concebir a un físico con el alma tan muerta que nunca haya dicho '¡Esta mano es mía!' Carlyle escribió: 'El hombre sin curiosidad, así fuera presidente de inumerables Sociedades Reales, y estuvieran en su mente la Mécanique Céleste y la Filosofía de Hegel entera, y el compendio de todos los Laboratorios y Observatorios con sus resultados, no es más que un par de gafas tras las cuales no hay un ojo. Que miren los que tienen ojos a través de él: entonces podrá ser útil.'"
Termina su texto haciendo mención de dos posturas: la náusea ante el absurdo de la existencia y el gozo, la maravilla y la gratitud ante la existencia. Eso ya será tema para otra entrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario