Apenas me di cuenta de que al final trae las imágenes de la portada y contraportada de la primera (1970) y la tercera edición.
Además incluye imágenes de la fotonovela que incluía la primera edición, de la que dice Martré: "el árabe me publicó la novela pero con fotografías, fui debil y las acepté". Y es que el árabe en cuestión editaba una colección de revistas eróticas (Kamasutra, Fanny Hill, etc.).
También trae los textos "De cómo escribí Safari en la Zona Rosa" obviamente de Martré, "Sobre Martré y Safari en la Zona Rosa" de René Avilés Fabila (1940-2016), "Martré, un bonzo literario" de Iván Farías, "La opulencia narrativa de Gonzalo Martré" de Víctor del Real y "Las noches de Martré" de Humberto Musacchio.
Por último, esta edición también muestra imágenes de reseñas aparecidas en la prensa.
Antes de comenzar, tengamos en mente algunas fechas: El vampiro de la colonia Roma se publicó en junio de 1979, dos años antes se publicó la novela El desconocido de Raúl Rodríguez Cetina; ambas protagonizadas por chichifos. Safari en la Zona Rosa fue publicada en 1970.
Martré narra lo que vivió en el Club Safari (que se ubicaba en Hamburgo y Havre) a medidados de los años sesenta, cuando se volvió confidente de varias lesbianas que le contaron muchas anécdotas.
¿Y cómo llegó el ecritor al lugar? Un amigo suyo (apodado El pez, por andar siempre en el agua) les platicó de éste. Así, Martré recuerda: "Lo especial del lugar consistía en que era concurrido por homosexuales de ambos géneros quienes ahí se daban cita noche a noche. Deberíamos de visitarlo. Fuimos esa noche empujados por el morbo."
En el Safari había tres secciones: una para hombres homosexuales, otra para lesbianas y otra más (en el centro) en las que estaban los bugas y un grupo musical. En el lugar no se bailaba.
Martré cuenta que entre las celebridades homosexuales que asistían al Safari estaba Salvador Novo, de quien narra -en la novela- una escena pachequísima (delirante y divertida) con velorio incluído.
El Safari existía, a pesar de la mojigatería del jefe del Departamento del Distrito Federal: Uruchurtu, porque éste era propiedad del licenciado Fernando Romero, jefe de la policía judicial del DF y de quien se decía que era homosexual. Dice Martré que "De ese modo, el Safari conseguía ser el único centro nocturno para homosexuales en esa inmensa ciudad convertida en rancho." El lugar cerró a la muerte de Romero.
Voy en la página 80 y me ha sorprendido lo que Martré describe. Las escenas sexuales son mucho más explícitas que en la mencionada obra de Zapata. Recordemos que las buenas conciencias se escandalizaron y llegaron a decir que El vampiro se vendiera en bolsitas de plástico para que no fuera posible hojear ese libro pornográfico. Pues Martré narra que una vez que cerraba el Safari, los clientes iban a seguir la fiesta a otro antro o a alguna casa. En las casas seguían bebiendo, drogándose y terminaban teniendo sexo casual (relaciones hetero y homosexuales). Por esta obra, Martré fue llamado "pornógrafo".
Comparadas con las que aparecen en Safari en la Zona Rosa, las escenas sexuales en El vampiro de la colonia Roma son un juego de niños. Farías escribe: "En Safari en la Zona Rosa de muchas maneras se vislumbraba la libertad para hablar sin cortapisas sobre la sexualidad en la literatura, libertad que acabaría lográndose años después. No por nada esta novela se volvería objeto de culto entre la comunidad gay, principalmente entre las lesbianas, que veían una historia que hablaba de ellas sin señalarlas. Sería también precursora de aquella otra novela nodal, El vampiro de la colonia Roma". Martré agrega que su obra llegó a ser el libro de cabecera de las lesbianas mexicanas.
Sin embargo, no recuerdo que se mencione esta obra de Martré en la lista de obras con temática homosexual. No recuerdo, por ejemplo, que se le mencionara en el número 17 de la serie Tema y Variaciones de Literatura (de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana), que estuvo dedicado a la Literatura Gay (aunque revisaré si mi memoria me traiciona).
Puede buscar usted mismo aquí.
A pesar de lo anterior, Musacchio considera que la obra de Martré "anuncia la literatura gay, a la que se adelanta toda una década. Es una novela precursora, pero no sólo eso, porque la novela, apenas el segundo libro de Martré, vale por la forma eficaz en que fluye la narración, gracias a una prosa rítmica y ágil, al humor y el agudo sentido de observación del autor, quien es, como diría algún cocainómano, un escritor en toda línea. Por eso hay que leerlo."
Avilés Fabila escribió que los nuevos lectores "descubrirán a un narrador mordaz que no tuvo empacho en usar el lenguaje popular para satirizar a la insufrible burguesía nacional. Con esta nueva edición de su obra inicial, Gonzalo deja constancia de su tenaz trabajo literario que se dejó orientar por su espíritu burlón , al que nada ni nadie pudo frenar. No ha dejado títere con cabeza. Intelectuales afamados, políticos poderosos, críticos mamones, todos han sido sometidos a disecciones agudas."
Por su parte, Farías dice que Martré, con esta obra, "pasa cuchillo a la mojigata sociedad mexicana que en esa época, merced a los cambios sociales en el mundo, comenzaba a abrir su sexualidad y daba visos de una apertura que a la fecha sigue espantando a muchos."
¿Cuánto ha cambiado la sociedad mexicana, en cuanto a la aceptación de la diversidad sexual, desde aquellos años del Club Safari hasta hoy? Muchos siguen viviendo en aquella época (saludos al Frente Nacional por la Familia y al que han convertido en su psicólogo de cabecera), la que Musacchio describe así:
La aparición de tan connotado bar de homosexuales -todavía no entraba la palabra 'gay' a nuestro lenguaje- era vivido ambiguamente por la sociedad, que por una parte expresaba la gana colectiva de quitarse ataduras, pero de igual modo se intimidaba ante el avance de los raros, los diferentes, cuando se creía que la homosexualidad era una enfermedad, como lo asume el propio autor de la novela, quien atribuye esa condición a "problemas de la niñez, traumas, educación deficiente o equivocada, complejos y otros fenómenos individuales", como inclinaciones "que pudieron ser reprimidas y evitadas por un experto" para que el personaje en ese trance "pudiera ser un hombre normal". Era la mentalidad de la época hoy afortunadamente superada, pues sabemos que la sexualidad no es unívoca y que las numerosas expresiones eróticas conocidas son una condición natural en la infinita diversidad de los seres humanos.
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