El texto va acompañado de fragmentos del proceso inquisitorial: la Petición de calificación y censura firmada por Fray Matías López Torrezilla, el Auto de censura firmado por Fray Francisco Larrea y Fray Nicolás Troncoso, la Solicitud de nueva calificación firmada por D. Mier, la Nueva calificación con rúbrica ilegible, la Defensa firmada por Diego Marín de Moya y el Auto de suspensión de la causa firmado por D. Mier.
Además se anexan los siguientes documentos: una declaración dirigida al Santo Oficio en la que Fray Manuel Antonio de Armas inculpa de herejía a Fray Manuel Antonio de Rivas (“No le he visto en coro a alabar con los demás a Dios. No sé que haya oído misa desde que vive en este convento sino fue el día de la encarnación y eso fue porque Fray Nicolás Brito le dijo que le notaban en esto, y la oyó con un pie sobre otro sentado en su silla. Generalmente divide a todos con su lengua infernal con tanta voracidad en sus proposiciones…"); un texto anónimo escrito originalmente en maya y que se refería a las prácticas sexuales de algunos franciscanos, el documento se le imputaba a Rivas; el tercer y último anexo es una copia del relato original microfilmado y digitalizado.
Veamos sólo uno
de los pasajes que se sometieron a calificación:
Onésimo Dutalón,
protagonista de la historia escrita por Rivas, llega a la Luna y se encuentra
con sus habitantes. Dutalon está hablando con los anctítonas cuando pasan
cientos de ministros infernales, quienes explican: “Conducimos el alma de un
materialista, que en el punto de la separación del cuerpo fue arrastrada a la
puerta del infierno en donde no quiso recibirlo Luzbel diciendo que estaba
informado por sus esbirros que rodean toda la tierra que es un espíritu
inquieto, turbulento, enemigo de la sociedad racional y de la espiritualidad
del alma. Que en su opinión la madre que le parió no era de mejor condición que
el zorro, el puerco espín, el escarabajo y otro cualquier vil insecto de la
tierra cuya alma muere con el cuerpo. Que no quería aumentar el desorden, la
confusión y el horror que eternamente habita en su república, tal cual ella es,
con el establecimiento de un impío. Y que luego luego escoltado por un
destacamento de cuatrocientos demonios, fuese llevado a aquel gran pirofilacio,
el sol.” Los anctítonas se sorprenden y Dutalon explica que –según cierto anglicano-
el demonio fijó su trono en medio del Sol.
¿El pasaje
mencionado es contrario a la doctrina? Fray Diego Marín de Moya, en la defensa
afirmó:
“La existencia
del infierno y la eterna o interminable duración de sus penas, son dos puntos
decididos por las Sagradas Escrituras y propuestos como de fe por nuestra Santa
Madre la Iglesia; pero acerca de su situación local, o sobre el lugar determinado
en que se halla, todavía no tenemos decidida cosa segura, determinada y
positiva, porque lo único que se nos dice y creemos es que el infierno está en
un lugar obsucuro y profundo, a donde el modo de ir es descendiendo o cayendo.
Esto se saca de las expresiones de los profetas y demás autores sagrados del
ofertorio que puso la Iglesia en la misa por los difuntos. Pero si este lugar
es en el centro de la tierra o en alguna de sus partes, ni la Iglesia ni los
autores sagrados nos lo dicen. Y mismo silencio que se ve sobre este punto en
la sagrada escritura nos debiera enseñar a los cristianos a no ser curiosos en
semejante materia. Pero es de decir que en la hipótesis copernicana, en que el
sol está en el centro del mundo y la tierra se mueve alrededor del mismo sol
como planeta, el sol estaría en el punto más bajo de todo el universo, como en
lo más alto el empíreo. Y así, por consecuencia de doctrina, quien adopte un
tal sistema debe decir que quien desde la tierra va al empíreo, asciende, sube
o va a lo más alto y quien va al mismo sol desde la tierra, va a lo profundo,
desciende o baja. Y esta es una de las consideraciones que indujeron al
anglicano Svvidin, a colocar el infierno en el hermoso cuerpo del sol y contra
éste (por la razón indicada) sería argumento de poca fuerza lo que en el
ofertorio de la misa por los Difuntos asienta nuestra Santa Madre la Iglesia,
puesto que las mismas expresiones de descenso o de caída al profundo apoyan el
sentir del tal filósofo.”
Fray Diego Marín
de Moya dice que es su sentir “que las expresiones que se anotan no contienen
cosa alguna contra la doctrina sana ni merecen teológica censura, y que la
exposición o declaración del reconvencido autor de ellas es natural, clara,
propia y nada violenta y que, en la suposición de que como manifiesta bien el
contexto, escribió como un apólogo, pudo valerse muy bien de la hipótesis del
movimiento de la tierra, de la colocación del infierno en el globo del sol,
como burlándose de la invención moderna del inglés al modo que se han burlado
algunos de los mayores filósofos del sistema cartesiano varios apólogos y
señaladamente con el del viaje del mundo de Descartes.” Así, el auto de
suspensión de la causa se firma el 14 de julio de 1777.
Dos estudios preceden los textos mencionados.
1. “Viaje
fantástico y escolástica inquisitorial: el derrotero lunar del fraile Manuel
Antonio de Rivas” de Carolina Depetris.
Depetris explica
que “El cuento incomoda a la Inquisición, no por el fondo herético que podía
esconderse en un entusiasta de la ciencia moderna, sino por aquellos hechos de
ficción (de “fábula” dice el autor) que no encuentran correlato en el macizo
aparato doctrinal. Los inquisidores asumen como real lo imaginado por el fraile
y discuten sobre si es verdad o mentira que el infierno se encuentre en el Sol,
que existan dos infiernos y si los astros y el ambiente influyen en el ‘temperamento
de las personas’ y les trastocan el juicio. Los inquisidores, apelando a la autoridad de la Biblia y de los padres de la Iglesia,
declaran falsas y erradas las declaraciones de Rivas en su cuento: Sizigias y cuadraturas es un escrito
repleto de supuestos heréticos.”
Sobre la defensa
dice: “Esta defensa es interesante porque se sustenta en el carácter imaginario
del cuento y en las características del género apologético. Con la misma
retórica escolástica que los acusadores y obliterando como ellos la filosofía
moderna que se esconde en el cuento de Rivas, Marín de Moya se concentra en
hacer valer el uso didáctico de la fantasía en los apólogos, tal como aparece
en la Biblia y en una prolongada lista de autoridades, tanto gentiles como
cristianas.”
Termina su texto con
las siguientes palabras:
“Si Sizigias y cuadraturas resulta ser, por
desbordar las normas habituales de acercamiento al mundo y abrir la realidad de
lo conocido, el primer cuento fantástico escrito en Hispanoamérica, habría que
ver, en el origen del género, dos cosas. Primero, los principios de la ciencia
moderna asumidos por el pensamiento ilustrado mexicano en la segunda mitad del
siglo XVIII y, consecuentemente, una crítica a los modos del pensamiento
escolástico inquisitorial. Ya desde el último tercio del siglo XVII, sor Juana
y Carlos Sigüenza y Góngora sostenían que la razón, la experimentación y el
método eran principios epistemológicos suficientes de saber. Con esto comenzaban
una rebelión frente a la escolástica que retomarían años después los jesuitas y
franciscanos ilustrados de Nueva España. Los jesuitas fueron expulsados en
1767, y los franciscanos, por enseñar física experimental, fueron especialmente
perseguidos por la Inquisición. En el marco de esta persecución habría que ver
el nacimiento del género en América.
“Segundo, una
historia de la literatura de corte fantástico nos llevaría, tal como enseña la
defensa del fraile Rivas, a un origen estrechamente ligado a la actitud
crítica, satírica y pedagógica de la fábula. El viaje a la Luna de Manuel Antonio
de Rivas, como toda fábula, despliega en el plano de la fantasía una crítica a
los hombres de la Tierra. Ni sus acusadores ni su defensor advirtieron en la
ficción el peligro verdaderamente
herético de esta realidad desdoblada.”
2. “Los viajes
lunares de Cyrano de Bergerac y del padre Manuel Antonio de Rivas” de Adrián
Curiel Rivera.
¿Pueden
inscribirse las Sizigias y cuadraturas lunares dentro de la ciencia ficción? Es
lo que el autor trata de responder. Para ello comienza revisando algunas de las
definiciones de este género, claro, sin dejar de señalar la dificultad de
encontrar una buena definición. Pero si escritores, críticos y teóricos no
coinciden en una definición de lo que es la ciencia ficción, sí coinciden en
señalar que el género nació con Frankenstein
de Mary Wollstonecraft Shelley. Pero,
¿hubo ciencia ficción antes de la mencionada obra?, ¿puede hablarse (sin caer
en flagrante anacronismo) de la existencia de obras de ciencia ficción antes de
1929, cuando Hugo Gernsback empleó el término por vez primera?
El autor sostiene
que “por lo menos dos textos anteriores a Shelly, los cuales relatan sendos
viajes a la Luna, constituyen vigorosos ejemplares de ciencia ficción.” Se
refiere a Historia cómica e imperios de
la Luna (1657) de Savinien de Cyrano de Bergerac y a las Sizigias y cuadraturas lunares.
“Las similitudes
son asombrosas”, dice Adrián Curiel. Y después de explicar lo que sucede en
ambas obras, añade que algunas similitudes son evidentes: “la común
nacionalidad de los protagonistas, el idéntico argumento de la travesía hacia
la Luna, las asambleas selenitas, la participación de personajes secundarios
demonios, los disparatados dispositivos voladores.”
Pero hay otras,
alguna son el “contraste entre los avances del conocimiento científico y la
atroz superstición institucionalizada (…) la cuestión específica de cómo puede
respirar el hombre en otra atmósfera (…) los motivos por los cuales los
personajes deciden acometer la aventura al espacio exterior (…) El relumbrón de
la Luna y sus sociedades ejerce una influencia tan poderosa que sus visitantes
infieren que ése debe ser el paraíso habitado por Adán antes de su pecaminoso
destierro (…) el uso paródico de los prejuicios de distintos colectivos,
recurso con que se resalta lo infundado de las preconcepciones de todos (…) la
naturaleza híbrida, notoriamente moderna, de ambas propuestas. Suerte de
utopías y feroces pronunciamientos contra la hipocresía y el conformismo de los
convencionalismos, morales y mentales.”
En ambas
historias la sociedad de los selenitas es mejor que la de los habitantes de la
Tierra, “quienes aspiran a un mundo distinto y crean esa alegoría de sí mismos
al representarse en otro contexto planetario. Metáforas que abren la mente a
nuevas realidades, espejos contrapuestos que tienden a moverse. La idea de
cambio, sin lugar a dudas, permea ambas narraciones.”
Al final, el
autor afirma que así como Historia cómica
ridiculiza el pensamiento geoantropocéntrico, Sizigias y cuadraturas “relativiza el pensamiento escolástico
medieval y expone la supina ignorancia que se esconde detrás de su abigarrado
aparato conceptual. No sólo se ensaña con dogmas religiosos tenidos por
artículos de ciencia, como el de la existencia del infierno y su puntual
ubicación. También hace hincapié, por medio de los experimentos preparatorios
de Dutalón, en la importancia de la observación y el método empírico como pasos
imprescindibles para la comprobación racional de cualquier hipótesis. Actitud
que dista lo suyo, en la Nueva España del último cuarto del XVIII, de los
procedimientos auspiciados por el Santo Oficio, siniestro ‘científico’ de sus
verdades doctrinales.”
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