martes, 21 de septiembre de 2010

Eterno retorno...

Mil demonios descansando. Todos ellos aburridos del juego aparentemente interminable.

Sé que la paz de la que ahora gozo pronto llegará a su fin.

El respiro, mi respiro no es eterno.

Despertarán. En cualquier momento. Despertarán y nada podré hacer para detenerlos, para enfrentarlos.

Entonces volveré a ser objeto de sus burlas, de sus bromas.

Entrarán en mi mente. Lo veo con claridad. Así son ellos.

Y a continuación...

Correré y gritaré y morderé mis puños hasta sangrar y giraré sobre mi propio eje hasta caer agotado y vomitaré y comeré mi vómito.

Romperé toda clase de objetos. Blasfemaré. Quemaré mis ropas.

Pediré ayuda a mi padre y a mis hermanos. Y cuando me explique, cuando exponga la razón de mi conducta, de mi sufrimiento, nadie me creerá.

Como última y desesperada medida hablaré con los demonios.

Lloraré pidiendo piedad. Suplicaré que me dejen en paz. Y escucharé sus risas hasta que, cansados de tanto sinsentido, vuelvan a dormir.

Así, tendré otro momento de paz.

Pero la paz no será eterna.

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