Dejad
que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis,
porque el reino de Dios es de quienes son como ellos.
Mateo
19:14
No comáis de ese árbol, ni lo toquéis; de
lo contrario, moriréis.
Génesis
3:3
“Luis,
olvídate del plan de trabajo que revisamos el lunes. Aquí tenemos material para
el resto del año.”, me dijo mi jefe. Eran las tres de la mañana y no me hizo
gracia recibir su llamada. Me explicó de qué se trataba.
Comencé a sudar frío, las manos me
temblaron.
No
me hizo preguntas. Tampoco le interesó si tenía algo que opinar. Agregó que
todas las secciones de los siguientes números se ocuparían exclusivamente del
tema.
La
noticia me golpeó anímicamente. No porque no lo esperara. La revista Duda toca este tipo de enigmas, era predecible.
No le dediqué mucho tiempo al asunto,
pues era un caso perdido, sabía que cualquier cosa que dijera en contra sería
inútil.
Sí.
A veces la revista se pone macabra, pero no a este grado. He dibujado restos
humanos de supuesta combustión espontánea, mutilaciones de ganado, cirugías psíquicas,
las operaciones de Pachita tal y como las relataron Jacobo Grinberg y Alejandro
Jodorowsky. El padrecito Salxeido ha hecho énfasis en los asesinatos a humanos
por parte de los “dueños invisibles de este mundo” y he tenido que dibujar los
supuestos hechos que presenta en sus libros, mismos en los que nos anima a
defendernos de los dioses. Pero me causó escalofrío tan solo imaginarme, en
este caso, realizando esas viñetas.
Me
levanté de la cama con mucho esfuerzo y como pude me serví un poco de mezcal.
Si deseaba conservar mi trabajo no tenía más remedio que aceptar.
¿Renunciar? ¡Imposible en estos tiempos! Pensé en llamar de inmediato a Héctor Chavarría para pedirle que hablara con Mendizábal y lo convenciera de que se olvidara de esa locura. No lo hice, ni el “chino Chavarría” podría impedir que se cumplieran mandatos superiores. Fue por él que Duda, como hiciera la desaparecida Contactos Extraterrestres, de la que fue director en su última etapa, comenzó a publicar cuentos de ciencia ficción. Pero ni eso serviría para remediar mi situación. Si Mendizábal ya lo había decidido, nada le podría frustrar su idea.
Además,
mis razones eran personales, no económicas. Cualquier empresario le apostaría al
éxito comercial a la idea de Mendizábal. Las imágenes en video causan
repulsión, pero es posible que los dibujos las hagan más digeribles. El caso le
viene como anillo al dedo a la revista, ya que las ventas siguen a la baja. Más
de uno le está apostando ya a su desaparición, después de más de veinte años en
los que ha educado esotéricamente a muchos mexicanos.
Comencé a beber directamente de la
botella al recordar el momento en que supe del caso del que se me pedía hacer
las ilustraciones.
Vomité
al ver las imágenes.
Mis
acompañantes también lo hicieron.
Igual
reacción tuvo toda la humanidad.
Los medios de comunicación fueron
más rápidos que las autoridades, así que, para cuando se prohibió la entrada a
la escena del crimen, los intrépidos reporteros ya habían documentado todo. El
lugar apestaba, lo que no fue impedimento para que hicieran su trabajo. Sabían
que estaban ante algo importante, algo que todos debíamos conocer; el
reconocimiento de quien lo comunicara estaba casi asegurado. Aguantar las
náuseas, soportar el olor del infierno y los cientos de moscas que se
multiplicaron en el sitio, bien valía la pena.
La peste no fue lo que provocó el vómito a nivel internacional. Se trató de la
reacción corporal ante una intuición. Ante un conocimiento que no necesitó de
argumentos o pruebas. Supimos, aún sin evidencia suficiente, que nos
enfrentábamos a algo de origen desconocido, una amenaza extraterrestre. Uno
debía estar por completo muerto, espiritualmente hablando, para no recibir esa
revelación. Por ello es que, en todo el
planeta, los canales de televisión y las redes sociales reprodujeron las
imágenes una y otra vez.
Aún
en un país en el que son cosa cotidiana las diferentes manifestaciones de la
muerte, las fosas clandestinas, los ajustes de cuentas, los crímenes de odio y
los cuerpos mutilados acompañados de mensajes de todo tipo, no deja de ser
noticia importante un kínder en el que veinte niños y el personal que laboraba
en el lugar son asesinados para, aparentemente servir de alimento a… algo. En realidad, sólo los pequeños
fueron alimento de… eso. Los adultos
fueron asesinados pero sus cuerpos, algunos desmembrados, permanecieron en el
lugar.
Algo.
Eso. Y no es que mi oficio me haya hecho un hombre dado a fantasías. A más
de uno sorprendería saber que no me creo ni una sola cosa de las que dibujo.
“Lo increíble es la verdad” es el lema de la revista para la que trabajo, y
para nada me parece real lo que los supuestos investigadores me presentan cada
semana.
Monstruos
de todo tipo, telépatas, dobladores de cucharas, casas embrujadas,
poltergeists, exorcismos, médiums, canalizadores, psicofonías, platillos
voladores, apariciones marianas, etc. Falsos misterios que fascinan a los
crédulos lectores. Y eso que en esta etapa publican artículos abiertamente
escépticos como la columna Parapsicología: lo cierto y lo falso.
Y
esa es toda la diferencia entre dibujar cirugías psíquicas y a los niños devorados por aquello. Una cosa es la ficción y otra la realidad. ¿Quién con dos
dedos de frente no puede darse cuenta que los filipinos usan sangre y vísceras
de pollo para sus operaciones fraudulentas?
Pero
la sangre, las vísceras y la materia encefálica humana presente en los pisos,
paredes y techos de aquellos salones de clase no eran un truco. Los restos de
aquellos órganos completaron los murales con dibujos de niños jugando con
diversos personajes infantiles.
A pesar de todo ello, integrantes de
los partidos gobernantes a nivel local y nacional, cometieron dos errores:
restarle importancia al hecho y tratar de dar una explicación “racional”. ¿La
intención de lo primero? Lavarse las manos ante cualquier señalamiento de
responsabilidad, y mostrarse capaces de afrontar la situación, resolverla,
tener el control. Muchos países tenían los ojos en México. A las autoridades
les urgía dar una pronta respuesta. Argumentaron que se trataba de un caso
aislado, que no se repetiría algo así y que se encontraría, con ayuda de
biólogos de la UNAM y de la UAM, a los animales responsables.
Los
padres y madres de los niños devorados y los familiares del personal asesinado
protestaron, ya que todos sabíamos que nada de esta Tierra había causado
aquello.
¡Maldita
sea, en unas horas tendría que ponerme a trabajar! Al terminar la botella de
mezcal, abrí otra. Si la única manera de hacerlo era emborrachándome, ¡pues así
lo haría!
Al día
siguiente entré tambaleándome y con dolor de cabeza a las oficinas de Editorial
Posada.
“Luis
Lara Peón, eres un cabrón. Pero si solamente borracho puedes hacer el trabajo,
así hazlo.”, me dijo socarronamente Mendizábal.
En cualquier trabajo te corren si
llegas bajo el influjo del alcohol. Tal vez en el fondo es lo que quería que me
pasara. Desgraciadamente me topé con la comprensión de mi jefe. La tarea
encomendada no me resultaba fácil y él lo comprendía. Su inteligencia también
le hacía comprender que resultaría difícil encontrar a un ilustrador que no
sintiera repulsión hacia ese trabajo. Así que me permitió hacerlo de esa
manera, la única condición fue tener terminado el trabajo según la agenda
acordada.
El
primer número en el que se abordó el caso fue un éxito, en la portada llevó los
titulares ¡Niños devorados por bestias
de otro mundo! ¡Descubra todo lo que hasta ahora se sabe!
Recibimos
otro impacto espiritual cuando se filtraron las imágenes que captaron las
cámaras de la ciudad. Las autoridades hicieron todo lo posible para que no
llegaran a la opinión pública. Sin embrago, los soplones, que nunca son
considerados por quienes creen en las teorías de la conspiración, frustraron el
secreto, ya que hicieron llegar a los periodistas los audios en los que se
evidenciaba el intento de ocultar la información,
La
rueda de prensa fue inevitable. Se mostraron las imágenes al tiempo que,
de forma redundante, se describían. La hora de ingreso para los
niños. La hora a la que 15 entidades que parecían demonios se introdujeron
volando por encima de la puerta. El momento en el que salieron, algunos aún con
miembros infantiles en las garras.
“Seguiremos
analizando las imágenes. No sabemos qué son esas bestias que aparentemente solo
se alimentan de niños. Si son de esta tierra o vienen de fuera, si son
naturales o sobrenaturales. Por ello conformamos un equipo multidisciplinario
que incluye biólogos, criptozoólogos, ufólogos, exorcistas e investigadores de
lo paranormal. Todo avance será comunicado oportunamente. Todos y todas pueden
estar seguros de que no descansaremos hasta resolver este crimen. La guardia
nacional comenzará a vigilar todos los jardines de niños de toda la ciudad.”
El
segundo número que dibujé llevó por título ¿Fue
una parvada de seres salidos del infierno la que devoró a los niños de un
kínder en México?
Pronto
hubo nuevos casos. Se multiplicaron rápidamente. Primero en la Ciudad de
México, posteriormente en todo el país. Jardines de niños y primarias
recibieron la visita de aquellos desconocidos demonios alados.
Los
demás países hablaron de prepararse ante posibles ataques. Pero, ¿cómo
enfrentar algo cuyo origen es un misterio?
Para
Mendizábal se trataba de una especie no documentada de demonios. Pero se supo
la verdad una vez que se logró capturar una de aquellas entidades, no por
habilidad humana sino porque su cuerpo mostraba tal grado de descomposición que
se le desprendieron las alas y las
piernas, y así fue abandonada, en un charco de sangre, por sus acompañantes.
El examen no dejó lugar a dudas:
eran ángeles en estado de putrefacción. Identificar al enemigo era solo el
comienzo, pero al menos hacía que la esperanza ya no pareciera tan estúpida.
Las investigaciones tendrían que explicar aquel paradójico estado entre la vida
y la muerte, las razones por las que aquellos cadáveres celestiales debían
alimentarse de niños y, principalmente, si existía algún remedio.
El ex jesuita Salxeido siguió
adelante con sus investigaciones. Supo que, a diferencia de los ángeles caídos,
la circunstancia en la que se encontraban los comeniños nada tenía que ver con su voluntad sino con una
enfermedad contagiosa. Explicó que el bardo es un estado intermedio entre la
vida y la muerte.
Si ya teníamos suficiente con
enfrentar ángeles bardos, Salxeido
nos explicó que la enfermedad tenía consecuencias sobre nuestros juicios
éticos: a la larga será imposible hacerlos. Y, debido a ello, también nuestros
actos se verán afectados.
“Los
bardos corrompen el cielo o espacio divino, y al hacerlo rompen la frontera con
el espacio de los ángeles caídos o demonios, que es el que sigue. Ha comenzado
a diluirse la línea que separa ambas áreas, ambos firmamentos terminarán
fundiéndose y, por ello, el bien y el mal serán uno solo. El bien necesita del mal
para existir. Ninguno puede entenderse sin el otro. Se necesitan. La fusión no
será inmediata, de un solo golpe o en un solo momento. Se está dando poco a
poco. De ahí que las personas pasarán de las náuseas y el vómito ante las
escenas de los crímenes a la fascinación ante éstas.”, explicó el ex sacerdote
a pesar de no estar seguro de si las grietas entre ambos espacios causan la
enfermedad en los bardos o si los bardos las causan.
Acertó.
Fue
cuando ningún medio de comunicación censuró parcialmente las escenas. No hubo
revistas o periódicos que no publicaran capturas de pantalla en sus portadas,
algunas incluyeron posters como obsequio. Fue imposible encontrar alguna diferencia
entre la prensa seria y los periódicos de nota roja.
Niños,
adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos contemplaron con deleite los cuerpos
desmembrados y la sangre en los salones y áreas de juego de las escuelas.
Temí
que el morbo se apoderara de mí. ¿Cómo impedirlo? ¿Cómo proteger mi alma? Nunca
me he regodeado al dibujar las vísceras y los sesos de cada caso. Sigo
recurriendo al alcohol para hacer mi trabajo.
El
siguiente número que dibujé para Duda llevó por título ¡Ángeles putrefactos! ¡Al fin un dato para saber a qué nos enfrentamos!
El
escenario estalló. Los de las primeras filas murieron por la explosión, otros,
por la huida descontrolada ante el pánico. Muchos resultaron con quemaduras de
distintos grados. Fue un golpe pequeño considerando la magnitud del problema.
Combatir
a los bardos con armas y explosivos puede ser cuestionable éticamente. Muchos
inocentes, incluyendo niños mueren. Pero se hace pensando en un bien mayor. Eso
sí, cuando alguien se muestra demasiado cínico nos hace sentir apesadumbrados,
pues nos recuerda que la fusión de los dos cielos sigue avanzando.
Otra
de las predicciones de Salxeido se cumplió: que a la fascinación ante la sangre
y las vísceras de los niños seguiría el gusto por ver a los bardos
alimentándose de éstos.
Se
usaron niños como carnada para atraer a esos ángeles del infierno. Cuando
llegaron a devorar a sus víctimas, los cazadores tardaron en reaccionar ante
una escena que les causó un placer morboso. Pero finalmente los atraparon.
Posteriormente fueron encadenados y se les presentó públicamente, en jaulas en
las que introducían niños. El público sintió un orgasmo ante lo que observaron.
La cacería de bardos se convirtió en una profesión con alta demanda.
Esas
exhibiciones se fueron esparciendo a nivel internacional, su televisación
alcanza altos niveles de audiencia. Pero el público desea asistir a las arenas,
estadios o a cualquiera de los lugares donde se montan los escenarios para ver
en vivo a esos seres de espanto.
Al
inicio de los ataques se trató de proteger a los niños, se les escondió. Pero
en este punto, los padres y madres los llevan para ser devorados por los
ángeles de cuerpo putrefacto. Por ello, si bien se necesitó de cazadores de
zombiángeles (término que popularizó un programa de televisión), nunca se
necesitó de cazadores de niños.
Todos
entregan gustosos a hijos, sobrinos y nietos. Las mujeres embarazadas hablan de
la ilusión que les hace sentir que un día entregarán a sus bebés para alimentar
a esos seres.
“Si logramos ir eliminando a los bardos e
impedimos nuevas infecciones, o al menos logramos reducir el número de
infectados, la fusión entre el bien y el mal podría revertirse. En otras
palabras, para que el bien y el mal vuelvan a existir como antes, necesitamos
controlar la epidemia.”, dijo Salxeido en su última aparición pública. A partir
de ahí se le censuró. Pero a muchos sus palabras hicieron vibrar nuestra alma.
Así
nació la primera resistencia, un grupo dedicado a eliminar zombiángeles.
Aún
ahora ignoro la razón por la que algunos continuamos en la etapa de las náuseas
pero comprendí que somos la única esperanza para detener el avance de la
fusión. Pequeña, pero esperanza al fin y al cabo.
A
la dificultad de luchar contra esas bestias aladas (y algunas ya sin los
apéndices que les permiten el vuelo) se suma la dificultad de hacerlo desde las
sombras, pues las autoridades sufren de la misma ceguera ética. Sin embargo,
las resistencias están multiplicándose, lentamente, pero lo hacen.
El
nuevo número de Duda llevó los titulares: ¡Aún
tenemos esperanza! ¡Detengamos la celestial epidemia! Mendizábal impidió
que se distribuyera.
No sé
cuánto más podré seguir contando todo este horror.
Aún sé que mi nombre es Luis Lara
Peón. Sé también que renuncié a la
revista Duda, ya que su línea editorial está a favor de los espectáculos con
zombiángeles y que comencé, junto con algunos ex integrantes de la revista, una
publicación clandestina similar, de corte menos profesional, pero a favor de
detener la pandemia: Cuestiona, lo
fabuloso es cierto. Al igual que en la revista de Editorial Posada, me
encargo del cómic, pero también de la difusión ideológica a través de la
elaboración de los argumentos, junto con Salxeido, nuestro líder moral.
A decir del médico, me queda poco
tiempo, pronto olvidaré mi nombre y trataré de alimentarme con los de mi
especie, posiblemente con los niños.
Gracias a sus estudios, Salxeido
predijo muchas cosas. Lo que no logró ni siquiera intuir es lo que ahora me
sucede, lo que estoy experimentando.
En la última misión en la que tuve
el mando, las autoridades me dispararon. Recibí varias balas en el torso. Perdí
el sentido. Me cuentan que pudieron llevarme al edificio donde nos escondemos,
que fui desangrándome. Al llegar, el médico me revisó y me dio por muerto.
Perdí mucha sangre, mi corazón ya no latía, no tenía pulso ni respiración.
A los pocos minutos me levanté. Pero
el médico no se equivocó. Estoy muerto… y vivo. Soy un bardo.
Los zombiángeles están diluyendo la
diferencia entre el cielo y el infierno, eso influye en la que hay entre la
vida y la muerte. La muerte, a decir de algunos religiosos, es una consecuencia
del pecado original, por tanto del mal, y si el bien y el mal dejan de existir…
Ignoro los detalles. Nunca me interesó hacer elucubraciones filosóficas o
teológicas. O estoy enloqueciendo.
La
lucidez comienza a abandonarme. Ya no requiero del alcohol para dibujar. Mi
apetito aumenta conforme avanzo en el trabajo, en ocasiones me descubro
observando fijamente a los niños.
Tal vez no sea yo el primero. Pero
pronto seremos muchos humanos bardos. Me darán un balazo en la cabeza cuando
consideren que estoy a punto de perder el raciocinio, de ser por completo un
zombi. Estoy bajo vigilancia constante. Pronto traerán las cadenas con las que
se mantendrán a salvo de mí.
Posiblemente este sea el último
número que realizo. Narraré lo que me pasa. Advertiré de lo que se avecina.
Lo
titularé ¡Preparémonos: ya están aquí
los primeros bardos humanos!
Quiera el cielo, lo que le queda de bueno, que pronto surjan más resistencias por todo el país y por todo el planeta.
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