En la contraportada leemos:
"Detrás de las teorías de la conspiración está la idea de que todo cuanto ocurre en la sociedad es el resultado de una planeación meticulosa a cargo de algún poderoso cónclave secreto y maligno. Protagonistas habituales de las teorías del complot son los judíos, los masones, las élites financieras, la ONU, los invasores extraterrestres, y se han explicado como efecto de una conspiración universal sucesos y fenómenos como el asesinato de Kennedy, el sida, la globalización o el 11-S. Tales conspiraciones no existen, y acaso no merecerían atención seria si no fueran tan peligrosas. (...) Podrán parecer estrambóticas y delirantes, pero a juzgar por su popularidad no se necesita estar perturbado para creer en ellas. Han sido fuente de inspiración para ficciones exitosas, como la serie televisiva Los expedientes X, la trilogía fílmica Matrix o la novela El código Da Vinci, pero en ocasiones incluso respetados académicos y politólogos se valen de ellas para interpretar el mundo real."
¿Qué es una conspiración? El autor señala la definición del diccionario de la Real Academia: Unirse algunos contra su superior o soberano. Patán anota: “entonces son conspiraciones los golpes de Estado, como el de Pinochet en Chile; los alzamientos militares, como el de Franco en España; las revoluciones mexicana, bolchevique o francesa; los movimientos independentistas latinoamericanos del XIX, e incluso los fraudes electorales.” Pero el autor no se queda con esa definición: “En la bibliografía especializada en estos asuntos, cuando un autor habla de conspiración suele referirse a algún plan secreto concebido no propiamente para tomar el poder sino para conservarlo, consolidarlo o, más a menudo, extenderlo. Ejemplos de esta forma de la conspiración serían los asesinatos de opositores o incluso las llamadas campañas de desinformación, es decir, las campañas mediáticas destinadas a manipular a la opinión pública mediante noticias falsas. En estos casos, la conspiración es urdida desde el poder, no necesariamente contra éste, y tal puede ser o no el poder político.”
¿Y cuáles son sus características principales?
“Las conspiraciones comparten tres características igualmente obvias, pero que es preciso subrayar. La primera es que son falibles. Toda conspiración es una historia de riesgos asumidos, de saltos al vacío, y también de cálculos errados, torpezas, fallas en la coordinación, traiciones, accidentes. Pocas cosas resultan más difíciles como calcular con buen tino adónde irá a parar un complot. Una traición, un error aparentemente inocuo, un poco de mala suerte, y lo que parecía una conspiración ejemplarmente maquinada concluye con un desastre rotundo, como el fortalecimiento del régimen que se pretendía derrocar o el gasto multimillonario en una campaña mediática que no sirve para nada. La segunda característica común a todas las conspiraciones es su alcance obligadamente limitado. No importa lo ambiciosos que sean sus planes últimos, los conspiradores triunfantes deberán saberse conformar (...) La tercera característica de las conspiraciones es que son perecederas. Un complot puede planearse durante unas cuantas horas, unos cuantos días o unas pocas semanas, si acaso en el lapso de algunos meses. Pasado ese tiempo, es seguro que algo cambiará en el mundo: o el equilibrio de fuerzas dentro del gobierno, o las simpatías populares, o las decisión de seguir adelante de algún conjurado, o la actitud de los países vecinos, incluso el gobierno mismo. Una conspiración se hace con un mínimo de prisas o no se hace”.
Esas son las conspiraciones reales y de las que no se ocupa Patán: las conspiraciones falibles y limitadas en tiempo y espacio.
¿Qué características tienen las falsas conspiraciones? “La primera es que, debido a la capacidad de planeación y ejecución que se atribuye a sus perpetradores y a los medios inagotables con que cuentan, las conspiraciones que describen parecen libres de fallos. Se refieren, en una palabra, a conspiraciones perfectas, o poco menos. En segundo lugar, tratan de conspiraciones de alcance universal, ilimitadas, que dejan señales en literalmente todo el mundo, y que tienen como meta alterar por completo el orden establecido, derrocar todas las instituciones conocidas y poner el planeta entero en manos de los complotistas. Hablamos, pues, de conspiraciones nacidas de una vocación de absoluto, dirigidas hacia la supremacía total. Por último, generalmente tratan de conspiraciones muy antiguas, concebidas hace décadas, siglos e incluso milenios.”
Patán señala otras características de las falsas conspiraciones: su carácter religioso (explican todo lo que ocurre en el mundo), su carga milenarista (invita a involucrarse en una guerra santa, una guerra a todo o nada) y la capacidad infinita de los conspiradores para infiltrarse (están en todas partes, tienen ojos y oídos en todos los lugares; amigos, familiares o compañeros de trabajo pueden ser informadores).
Patán afirma que el conspiracionista está muy lejos de la modestia, es suspicaz –algo necesario para llevar a buen término la tarea que se ha impuesto: sacar a la luz el complot- e inmune a la duda, “pues sabe que la verdad última es que todo es mentira, valga la paradoja. De ese modo, emprende su búsqueda con la firmeza del iluminado y la tenacidad del ignorante. El teórico de la conspiración avanza, inmune al cansancio, como sólo pueden hacerlo quienes se creen elegidos para atravesar el velo de la mentira con la mirada y atisbar la verdad, la verdad, de nuevo, en un sentido universal. Así, una teoría de la conspiración es una herramienta de interpretación del mundo que excluye todas las demás, una herramienta, sí, de naturaleza paranoica. Porque, como el paranoico que relaciona incluso los actos más remotos y ajenos con su propia trama persecutoria, el teórico de la conspiración ve en todos los hechos que se pone a su alcance, desde las grandes decisiones macroeconómicas hasta la muerte de un cantante o un accidente de carretera, elementos de una trama planetaria en la que nada sobra y nada es accidental. El mundo es una mascarada, pero la verdad oculta emite señales y deja pistas que el conspiracionista habrá de saber interpretar”
De igual forma, el conspiracionista nunca termina su labor: “a toda verdad desvelada seguirá una todavía mayor que espera ser desnudada, y luego otra más, y otra, y otra... No hay fin, no hay descanso. El mundo es una sucesión de intrigas cada vez más vastas y complejas, un juego inacabable de círculos concéntricos que uno podría penetrar hasta el infinito y en el que nada está desconectado jamás del todo. Lo dicho: para el teórico de la conspiración no hay hechos aislados; hay, nada más, vínculos que no son aparentes pero que pueden salir a la luz.”
A lo largo de su obra Patán analiza diversos falsos complots (como la conspiración judía mundial y la de los masones), entre ellos el que involucra a los extraterrestres: “el mundo está infiltrado por alienígenas que intentan conquistarlo con la ayuda de varios miembros de alto rango del gobierno, el Ejército y los servicios secretos.”
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