Mil demonios descansando. Todos ellos aburridos del juego aparentemente interminable.
Sé que la paz de la que ahora gozo pronto llegará a su fin.
El respiro, mi respiro no es eterno.
Despertarán. En cualquier momento. Despertarán y nada podré hacer para detenerlos, para enfrentarlos.
Entonces volveré a ser objeto de sus burlas, de sus bromas.
Entrarán en mi mente. Lo veo con claridad. Así son ellos.
Y a continuación...
Correré y gritaré y morderé mis puños hasta sangrar y giraré sobre mi propio eje hasta caer agotado y vomitaré y comeré mi vómito.
Romperé toda clase de objetos. Blasfemaré. Quemaré mis ropas.
Pediré ayuda a mi padre y a mis hermanos. Y cuando me explique, cuando exponga la razón de mi conducta, de mi sufrimiento, nadie me creerá.
Como última y desesperada medida hablaré con los demonios.
Lloraré pidiendo piedad. Suplicaré que me dejen en paz. Y escucharé sus risas hasta que, cansados de tanto sinsentido, vuelvan a dormir.
Así, tendré otro momento de paz.
Pero la paz no será eterna.
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