sábado, 14 de agosto de 2010

Basura a precio de oro

Los medios de comunicación suelen ofrecer al público afirmaciones extraordinarias (como que los ovnis son naves extraterrestres o que la reencarnación está probada científicamente) y productos maravillosos (como casi todos los que se observan en los infomerciales).

Desgraciadamente todas estas afirmaciones y productos -a pesar de no contar con la evidencia adecuada- son recibidos con gran credulidad. Es difícil encontrar tratamientos críticos o al menos una presentación más o menos equilibrada.

Pero ¿cómo distinguir entre ciencia y seudociencia?, ¿cómo distinguir entre tecnología y seudotecnología?

De lo primero ya escribí en Las patillas de Asimov (aquí y aquí). Ahora me ocuparé de la seudotecnología. Y para ello recurro a lo que anota Mario Bunge en su libro Seudociencia e ideología (Alianza Editorial).

En el caso de los “productos milagro” se trata de un engaño que los consumidores pueden resentir en sus bolsillos o en su salud.
De hecho, la seudotecnología debe ser analizada porque es un gran negocio y porque pone en peligro el bienestar de mucha gente. Por ello es que no es trivial u ocioso ocuparse de ésta.

Bunge escribe : “La importancia práctica de nuestro problema puede medirse por el volumen del negocio seudocientífico y seudotecnológico. Este es del orden de miles de millones de dólares por año, y en varios países supera el presupuesto total de investigación y desarrollo. La crítica metodológica y filosófica podrá hacer poca mella sobre este negocio. Pero al menos podrá ayudar a algunos de los decisores que se ocupan de planear o utilizar la investigación científica o tecnológica.”


Un intento de demarcación

“El hombre, supremo creador, es también el máximo falsificador. Puede falsificarlo casi todo, desde billetes de banco hasta la amistad. Incluso puede falsificar la ciencia y la tecnología”, escribe Bunge al inicio de su capítulo dedicado a la seudociencia y la seudotecnología.

Distingue cuatro formas de falsificar la tecnología: el plagio, es decir, el robo de diseños; el manoseo, que consiste en mentir acerca de las bondades de un aparato o en ocultar sus defectos; la producción de diseños tecnológicos de poco valor y escasa o nula novedad; y la presentación de dispositivos no tecnológicos como si realmente lo fueran.

¿Cómo define Bunge la seudotecnología? Transcribo su explicación:

Una seudotecnología ST es un campo de conocimientos definible por la endecatupla

ST = C, S, D, G, F, E, P, A, O, M, V

que difiere de una tecnología auténtica en los siguientes aspectos:

1) C es una comunidad de creyentes y practicantes (antes que investigadores) que no han recibido un entrenamiento científico o tecnológico riguroso.

2) el dominio D incluye esencialmente objetos fantasmales, tales como móviles perpetuos, panaceas médicas, acciones del alma sobre el cuerpo, y economías en equilibrio general;

3) la visión general o filosofía de ST consta de
a) una ontología que admite violaciones de las leyes naturales, o
b) una gnoseología antirrealista (p. ej. ficcionista), o
c) un ethos que condona el engaño deliberado;

4) el fondo formal F es exiguo o vacío;

5) el fondo específico E es exiguo o vacío: típicamente, una ST es incompatible con la ciencia y la tecnología;

6) los problemas contenidos en P son de la forma: “¿Cómo lograr la finalidad práctica X sin antes investigar las condiciones o causas de X?”;

7) el fondo de conocimientos A es exiguo o vacío;

8) la metódica M no incluye los métodos científico y tecnológico, pero en cambio incluye técnicas infundadas o de eficacia no comprobada, tales como las pruebas proyectivas (p. ej. de Rorschach);

9) no existe ninguna tecnología o ciencia auténtica que solape parcialmente con ST: salvo posibles contactos con otras seudotecnologías, ST está aislada;

10) los miembros de las nueve últimas componentes de la endecatupla no cambian a no ser de resueltas de controversias o presiones exteriores: ST no aprende de otros campos de conocimientos ni les enseña.

Bunge termina afirmando que la seudotecnología y la auténtica tecnología comparten dos características: son estimuladas o toleradas en algunas sociedades y ambas se proponen controlar o modificar algunos aspectos de la realidad.

Otras reflexiones del filósofo son las siguientes:

El error en la tecnología auténtica puede corregirse mediante el razonamiento y la experiencia, no pasa así en el caso de la seudotecnología pues es dogmática, ya que se trata de creencias y no de campos de investigación.

La tecnología no tiene el monopolio de la eficacia, en realidad está llena de falsedades, verdades a medias e hipótesis no comprobadas; de igual forma, todo tecnólogo tiene en su cabeza diseños extravagantes, incompletos o que no han sido puestos a prueba. Pero la tecnología es autocorregible y la pseudotecnología es un cuerpo de creencias intocables.

Cuando en la seudotecnología hay desacuerdos, éstos son acallados y resueltos mediante la autoridad, no mediante experimentos, cálculos o argumentaciones racionales.

Los errores en la tecnología no pueden compararse con las falsedades de la pseudotecnología.

Lamenta Bunge que los científicos y tecnólogos presten tan poca atención a la seudociencia y a la seudotecnología, ya que no se trata de basura inofensiva (o de productos adecuados para las masas):

“la seudociencia y la seudotecnología no son basuras reciclables, sino virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera, lego o especialista, al punto de enfermar a una cultura íntegra y predisponerla contra la ciencia y la tecnología (...) la emergencia y difusión de la seudociencia y la seudotecnología son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser estudiados de cerca, y quizá de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura.”


Detector molecular GT200: Un ejemplo de seudotecnología



Los detectores moleculares (existen diferentes modelos) son unas varillas de zahoríes disfrazadas de tecnología avanzada, se asegura que son capaces de detectar armas, explosivos y drogas.

Vimos en el apartado anterior que la seudotecnología usa técnicas infundadas o de eficacia no comprobada; en este caso, las técnicas de los zahoríes han sido puestas a prueba y los resultados han mostrado que no funcionan. Me refiero a los experimentos diseñados por James Randi (ver su libro Fraudes Paranormales, Editorial Tikal). Claro que, hasta donde sé, ningún fabricante o vendedor admite que sus detectores moleculares sean varillas de zahoríes.
Sin embargo, estos “aparatos de alta tecnología” se han desarmado y se ha visto que ¡están huecos! No hay una explicación científica que justifique el funcionamiento de estos juguetes, ¿cómo es que pueden detectar cosas tan distintas como drogas y explosivos? Los balbuceos que se dan a modo de explicación usan términos de los que Bunge llama objetos fantasmales.

Tampoco se han presentado evidencias empíricas de que funcionen.



A pesar de todo lo anterior diversas instancias (como el gobierno de Colima, la Secretaría de Seguridad Pública de Chihuahua, la SEDENA, etc.) han gastado millones de pesos en su adquisición.

¿Qué tan peligroso resulta confiar en estos “detectores moleculares”? Piense el lector en el uso que se les da. Se afirma –vimos ya que falsamente- que pueden detectar explosivos, podemos imaginar el riesgo al que se exponen quienes creen en éstos. Además cualquier persona puede ser detenida injustamente por supuesta posesión drogas.

Andrés Tonini ha recopilado muchísima información acerca de este fraude, el lector puede encontrarla aquí.

Un resumen del propio Tonini apareció en El Escéptico, la revista de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, puede verse aquí.

En el número 2 del boletín Razonando también información sobre el detector molecular y sobre otro ejemplo de seudotecnología: los "armonizadores de frecuencias electromagnéticas", puede revisarse aquí.

Martín Bonfil ha escrito tres entradas (esta, esta y esta) sobre los detectores moleculares en su blog La ciencia por gusto.

Y finalmente el lector interesado puede encontrar aquí información acerca de los infomerciales.

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