En mi nombre echarán fuera demonios;
hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes,
y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño;
sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
Jesús de Nazaret
Se conocieron en un exorcismo.
Sí, es, además de insólito, poco romántico.
Conozco parejas que se conocieron en cuartos oscuros, practicando cruising, en cines porno –todavía hay algunos-, en saunas o baños de vapor, en aplicaciones de ligue, en cabinas XXX o en los baños de la universidad. Vamos, no es que sean lugares extraños, lo extraño es buscar y/o encontrar el amor en sitios en los que se practica el sexo casual, el sexo sin compromiso.
Pero si ya resulta extraño encontrar el amor en los lugares mencionados, mucho más lo es encontrarlo cuando combates cuerpo a cuerpo con un demonio. No faltó quien expresara que no durarían. Y, a pesar de todo, ya llevan juntos cuatro años.
****
-Pasen, mi marido está dentro… Por favor, alivien a mi muchacho.
Después de aquellas palabras, la afligida señora tomó la mano derecha del hombre maduro y la besó.
-Por favor… No es necesario que…
Avergonzada por aquella desaprobación, la señora soltó la mano del pastor y dio un par de pasos hacia atrás sin atreverse a mirarlo a los ojos.
-No te preocupes. Tu hijo estará bien. Recuerda las palabras de Jesús: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
-Creo, ayuda mi incredulidad. –El pastor sonrió complacido al comprobar que aquella mujer estaba familiarizada con las sagradas escrituras.
“Llegó el momento”, dijo el exorcista y abrió la puerta. El joven que lo acompañaba ni siquiera pestañeó, estaba tan acostumbrado a asistir a su padre en aquellos rituales que por un momento olvidó que en esta ocasión sería él quien tomaría el mando.
“Vamos, hijo. Pasa tú primero. Es momento de demostrar que serás mi digno sucesor.”, insistió el pastor. El joven reaccionó en seguida, sus manos comenzaron a sudar. Se introdujo en el cuarto, su padre le siguió. Una vez dentro el hombre maduro cerró la puerta dejando fuera a la mujer, permitirle entrar implicaría exponerla innecesariamente al peligro. Con ellos dos era suficiente para solucionar el problema.
La penumbra apenas permitía distinguir un bulto encima de la cama –era el único mueble en la habitación ya que los padres del poseído sacaron los demás para evitar que alguien resultara lastimado, pues el demonio, mediante sus poderes, insistía en moverlos violentamente de un lado a otro- y a una silueta junto a ésta.
-Padres, que bueno que llegaron…
-Pastor, no padre. Y mi hijo aún no es pastor pero hoy dirigirá el ritual que le permitirá al fin descansar a esta pobre criatura. –Explicó con severidad el exorcista aunque su expulsión de la ICAR no era un secreto, la razón también era de dominio público: su insistencia en realizar exorcismos sin la autorización correspondiente. Años después se casó y tuvo a su único hijo poco después de fundar su propia iglesia.
El padre del poseído se disculpó.
-Olvídelo... Encienda la luz para que mi hijo comience.
-Lo siento, los focos estallaron hace un par de horas. Intenté cambiarlos pero…
El pastor calló al hombre mediante un ademán y con otro le indicó que saliera del cuarto, tampoco era necesaria su presencia, después de todo, un demonio siempre resulta impredecible cuando se siente amenazado o acorralado por el poder divino.
El pastor y su hijo, en el transcurso de la mañana, realizaron pruebas de rutina para asegurase de que se tratara de un caso auténtico. Lo era, descartaron cualquier explicación natural. La medicina sería inútil, era un caso para expertos en servicios espirituales. El asunto era grave y debía abordarse cuanto antes. De no ser porque ya tenían otros compromisos profesionales se habrían ocupado de éste en ese mismo instante. Prometieron regresar por la noche para terminar con los demonios que tantas penas le estaban causando a esa familia.
“Adelante, hijo.” El joven abrió el maletín que llevaba y extrajo un frasco que contenía agua bendita. Sus manos comenzaron a temblar ligeramente. Trató de controlarse, no quería que su padre notara su nerviosismo. Aquel muchacho de veinticuatro años obtendría los títulos de exorcista y de pastor si todo salía bien. Su estado de ánimo era comprensible, ¿quién no se angustia ante un examen del que depende su futuro y su autoestima? Pensaba en el fracaso, el ridículo y la humillación, de ahí que titubeara a cada instante.
“Hijo, por favor, concéntrate”, “Besa el crucifijo”, “Persígnate”, “Saca la Biblia del maletín.”, “Pon el rosario en la Biblia.”, “Dame el maletín.”… ¡Maldición! No era el mejor comienzo, ya eran demasiadas indicaciones.
Benevolente, su padre trató de infundirle seguridad. “Hijo, recuerda las palabras de Jesús: He aquí os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Más no os gocéis de esto, que los espíritus se os sujetan; antes gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.” Logró el efecto deseado. Después de aquellas palabras el nerviosismo de su hijo cesó. A partir de ese momento en la mente del joven solo hubo un pensamiento: derrotar a aquellos espíritus inmundos.
-¡En nombre de Jesucristo yo te mando, sal del niño, y no entres más en él! –Gritó con toda seguridad. Acto seguido hizo la señal de la cruz dirigiéndose al bulto sobre la cama. La reacción no se hizo esperar.
-Aaaaaagh… ¿qué tienes tú conmigo, que hablas en nombre de Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirme?
-¡Deja en paz al niño, demonio!
-¡¡Mi nombre es Legión!! Porque somos muchos. –Mentía. Ni se llamaba así y, además, era un demonio solitario, pero le gustaba burlarse de las escrituras, se divertía citándolas.
La temperatura del cuarto comenzó a aumentar.
El aspirante a exorcista destapó el cuerpo del niño poseído para arrojarle agua bendita. Estaba amarrado de pies y manos a la cama. A pesar de ello se sacudía con violencia. En cuanto el agua bendita tocó la piel del energúmeno –término profesional para referirse a la víctima de la posesión-, éste comenzó a echar espumarajos y a crujir los dientes.
“Crux Sacra Sit Mihi Lux, Non Draco Sit Mihi Dux. Vade Retro Satana. Numquam Suade Mihi Vana, Sunt Mala Quae Libas, Ipse Venena Bibas.” (La Santa Cruz sea mi luz, no sea el dragón mi señor. ¡Apártate, Satanás! Nunca me atraigas con engaños, maldad es tu carnada, bebe tu propio veneno), dijo el aprendiz. A continuación, con una mano lanzó más agua bendita y con la otra, con la que sostenía la Biblia, hizo la señal de la cruz.
“¿Qué tengo que ver contigo, seguidor de Jesús? No me atormentes…”, fue la respuesta del enemigo. Acto seguido, el demonio lanzó múltiples blasfemias. El pastor y su hijo tenían ya demasiada experiencia como para acongojarse al pensar que aquellas sucias palabras salían de la boca de un pequeño de cinco años.
“Enmudece y sal, espíritu inmundo, de este niño. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…” Con una voz imposible para alguien de su edad, una retahíla de obscenidades salió de la boca del niño. El aspirante a exorcista no se amilanó.
“En nombre de Cristo abandona el cuerpo que estás ocupando. Te expulso con latigazos espirituales y tormentos invisibles. Deja este cuerpo que el señor ha purificado… Vete y nunca más busques cuerpos entregados a Dios; que te sean prohibidos para siempre.”, ahora usaba las mismas palabras que le había escuchado a su padre en los cientos de exorcismos en los que lo había asistido y que pertenecían al manual más importante para quienes luchan contra el ejército de Belsebú.
Por el esfuerzo realizado hasta ese momento y por la alta temperatura de la habitación, el aspirante sudaba copiosamente. Por experiencia sabía que la pelea no estaba todavía ni a la mitad del primer round…
Hasta ese momento los ojos del niño habían permanecido cerrados. A pesar de la oscuridad, en cuanto los abrió, el aprendiz sintió la mirada sobrenatural de aquellos ojos que carecían de iris y pupilas. Los dientes del endemoniado dejaron de crujir. Los espumarajos cesaron. No hubo más quejidos ni blasfemias. El exorcista y su hijo se miraron extrañados. ¿Qué pasaba? El demonio continuaba en el cuerpo del niño pero ya no luchaba. ¿Tan rápido? Le arrojó más agua bendita.
Nada. Silencio.
Después de varios segundos el demonio salió del pequeño cuerpo y se perdió en la oscuridad del cuarto. Ambos exorcistas estaban asombrados, el ritual había dado buenos resultados en un tiempo récord. Otra anomalía no les pasó desapercibida: el demonio abandonó de forma silenciosa el cuerpo del niño, era la primera vez que atestiguaban algo así. El exorcista profesional se hizo muchas preguntas, tendría que investigar...
El aprendiz o aspirante pensó en acercarse al niño pero antes de poder hacerlo sintió un beso en los labios y una nalgada. “¡¿Qué diablos…?!”, exclamó no con miedo sino con asombro. “Me gustaste. Te buscaré, precioso. Felicidades, ya eres todo un exorcista ¿no?”, escuchó que alguien le susurraba al oído, era el mismo con el que se había enfrentado solo que ahora la voz estaba cargada de sensualidad. Después de otro beso y otra nalgada, el demonio desapareció. El pastor, al ir a revisar el cuerpo del niño, no se percató de los coqueteos del demonio con su hijo.
-¡Enhorabuena! El niño está vivo, pronto se recuperará. Sabía que no me defraudarías… Mañana la Iglesia Local de la Patria del Espíritu comenzará a buscar un nuevo aprendiz y tú tendrás que fundar tu propia iglesia. Te espera un gran futuro, ya verás. –Dijo a pesar de sus dudas.
Ahora el que guardaba silencio era el nuevo exorcista/pastor, el recién graduado. Aquellos besos y nalgadas no le resultaron desagradables… Más bien todo lo contrario.
***
Gabriele –que se llamaba así por la admiración que sentía su padre por Gabriele Amorth, “el más grande de los exorcistas del siglo XX”- y Legión –como le llamaba cariñosamente Gabriele, por haber sido el nombre que se dio a sí mismo en el exorcismo en el que se conocieron- asistieron a las marchas del orgullo LGBTTTI desde que comenzaron su noviazgo.
Una vez que Gabriele fundó su propia iglesia, Legión comenzó a meterse en el cuerpo de quienes asistían a ésta. Su objetivo, obviamente, era encontrarse con el pastor/exorcista. Los besos, nalgadas y tocamientos de Legión fueron subiendo de intensidad, cosa que ambos disfrutaban. Pero aquello no podía continuar. Que el exorcista tuviera relaciones sexuales con el demonio como parte del ritual de liberación, resultaría poco convincente.
Legión decidió presentarse abiertamente. Lo hizo una noche en la que Gabriele se encontraba solo en el salón de su iglesia. Fue claro y directo: “Me gustaste cuando te conocí. Me interesa andar contigo y no nada más un acostón. ¿Aceptas?” Fue suficiente que se mostrara con su verdadera forma para que Gabriele se sintiera interesado en una relación seria.
El noviazgo les obligó a replantearse sus respectivas profesiones. Al final decidieron no mezclar el trabajo con su relación: Legión no molestaría personas que pudieran ser atendidas por Gabriele y este último comenzó a predicar, para escándalo de muchos, que no todos los ángeles caídos podían ser considerados malvados. De hecho, el pastor/exorcista tuvo que empezar a replantearse muchas de las afirmaciones de la demonología. A dos años de relación consideró que sus sermones ya habían preparado lo suficiente el terreno y salió del clóset con sus ovejas, todas se escandalizaron al saber de esa relación entre un hombre cisgénero y un demonio macho también cisgénero, pero no todas se fueron. Con el tiempo otras llegaron.
Lo que más les gustaba de asistir a la marcha era que podían mostrase públicamente sin que aquel demonio tuviera que fingir, cambiar de forma. Y no es que no pudieran pasear por la ciudad como cualquier pareja, de hecho, lo hacían frecuentemente. Pero Legión tenía que presentarse como si se tratara de un hombre. Pero ese día no existían razones para fingir, el espíritu de las tinieblas se presentaba tal y como era. Aunque no dejaba de llamar la atención, ya que la única prenda que usaba -además del calzado- era una diminuta tanga, en otras ocasiones usaba suspensorios.
Gabriele, en cambio, acostumbraba ir tal y como vestía cualquier día del año. Sin embargo, para la cuarta marcha juntos decidió usar una playera que tenía estampada, sobre un fondo con los colores de la bandera del orgullo LGBTTTI, la leyenda “Jesus Christ Saved Me From Heterosexuality”. ¿Su inspiración? Las supuestas terapias religiosas de conversión y una playera vista en Internet que en lugar de “heterosexuality” decía “homosexuality”.
Sobre la apariencia de Legión, todo el mundo pensaba que se trataba de una caracterización estupenda. Los cuernos, la cola y la pintura roja que le cubría su musculoso cuerpo sin duda eran, a ojos de los marchantes, trabajo de un profesional. De igual forma, pensaban que los globos oculares completamente negros se debían al uso de pupilentes de fantasía. La cereza del pastel era el tridente de oro de su tatarabuelo.
“¡Qué bonita pareja!”, decían –unos con sinceridad y otros con envidia- cuando los veían caminar de la mano, abrazarse o darse un apasionado beso.
Aquel diablo era hijo de un íncubo y una súcubo, así que llevaba el atractivo en los genes. En su momento, su orientador vocacional le sugirió continuar con la profesión de su padre, pero Legión siempre disfrutó más con las posesiones. Sus padres no se molestaron, solo querían que fuera feliz. Pero si su decisión en el plano profesional no provocó conflictos familiares, Legión imaginó que su salida del clóset sí lo haría. Se equivocó. Sus padres, tal vez acostumbrados al carácter inquieto e impredecible del “niño”, aceptaron sin chistar aquella relación.
Gabriele no tuvo tanta suerte. Un día antes de salir del clóset con los asistentes a su iglesia, decidió hablar con su padre. Éste, al ser un pastor conservador y fundamentalista, decidió darlo por muerto. Jamás podría aceptar esa relación a la que calificó de antinatural.
“No, te quiero solo para mí”, decía Gabriele cuando su amorcito planteaba la posibilidad de hacer caso a la recomendación de su antiguo orientador vocacional. Legión no hablaba en serio, le agradaba ver la reacción de su novio. Aquel humano quería una relación estable y exclusiva, nada de relaciones abiertas o poliamorosas, tampoco le agradaba pensar en tríos, orgías o intercambios de pareja. No quería ni imaginar que Legión pudiera estar con otros en el plano afectivo o sexual, y esto último sucedería en caso de convertirse en un íncubo. “No, amor. Somos tú y yo, y el mundo a nuestros pies.”, lo tranquilizaba. Y era verdad, estaba tan enamorado como Gabriele. Por ahora estaban bien así.
Era evidente la felicidad que les provocaba asistir a la marcha y caminar juntos sin preocuparse por el terror, sobresalto o apetitos carnales que la verdadera apariencia de Legión pudiera provocar. Solo se trataba de un mamado caracterizado estupendamente de demonio. Ambos coreaban con entusiasmo las conocidas consignas: “No que no, sí que sí, ya volvimos a salir.”, “¡El que no brinque es buga, el que no brinque es buga!”, “Detrás de las persianas se esconden las lesbianas.”, “A mí no me gusta el pan, a mí no me gusta el pan, me gusta la tortilla, la tortilla nacional” y “Ese bigotón también es maricón.”, entre otras. En ocasiones se detenían para ver pasar los diferentes contingentes: los de las universidades, el de padres y madres con hijos LGBTTTI, el de los osos, el de los travestis…
No faltaban quienes se acercaban a tomarse una foto con Legión. Como resultaba evidente que eran pareja, algunos le pedían permiso a Gabriele o le preguntaban si le molestaba. El mortal contestaba que no y era verdad. Cuando se tomaban la foto con su novio no podía evitar pensar en lo atractivo que se veía. “La musculoca y la flaca. Sí, hacemos bonita pareja.”, pensaba orgulloso. “Si supieran que se están fotografiando con un auténtico demonio saldrían corriendo”, también pensaba divertido.
En alguna ocasión un tierno muchacho de 14 ó 15 años se paró junto a ellos y, debido a su timidez, no decía nada, sin embargo su deseo resultaba evidente. “¿Quieres que te tome una foto con mi marido?”, preguntó Gabriele, el chico, que llevaba una playera que decía “My father don’t know I have boyfriend”, después de esbozar una sonrisa asintió. “No tengo celular.”, explicó al tiempo que mostraba una cámara fotográfica desechable. “Está bien, lo importante es que tendrás fotos de la marcha.”, le dijo Legión. “Muchas gracias”, dijo el adolescente una vez tomada la foto y se alejó. Lo siguieron con la mirada. Se topó con un jovencito como de veinte años que llevaba un letrero que decía “se regalan besos”… Que las bocas de los chicos se encontraran fue inevitable.
Terminaron su cuarta marcha con varios hombres trans, éstos llevaban el torso desnudo y pintado con los colores de su bandera. “¡¡Hombres con vulva unidos en la lucha!!”, gritaban sus integrantes al unísono. Detrás venía un contingente de asexuales, era la primera vez que veían uno.
Legión y Gabriele no se quedaron a los discursos y espectáculos del final.
-Vamos a comer… y después a meter al diablo en el infierno. –Propuso con picardía Legión.
-No renuncio a ti, Satán, ni a tus vanidades. –Contestó Gabriele siguiendo el juego y se dieron un beso que fue celebrado por los mirones.
Al día siguiente se divertirían mucho al descubrir una fotografía de ambos en la primera plana de un diario.
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