está puerca está amolada
como torta traqueteada
pero es mía y no la suelto
si le llegas al Distrito te me partes
más fuerte te contaminas
más gacho los muertos jieden
y te chillan los oclayos
y los cuates se te aguadan
nomás llegale al Distrito
y le distes para siempre
chicharrón a la esperanza
allá abajo está lo gruexo
allá abajo es la chifosca
las vigas que cain y expoltan
los gases que siempre truenan
las diarreas de la tierra
el smog recalentado
abajito a cinco metros
está la mera tiznada
ni alborotes ni le buigas
si se acabó tu rayita
cran te dan o te das cran
ratapán y tantantán
Canción aparecida en el cuento de ciencia ficción escrito por Arturo César Rojas El que llegó hasta el metro Pino Suárez.
Los seres humanos, al usar armamento nuclear y bioquímico, han mandado al planeta Tierra a la chi... flada. El cuento se desarrolla en la Ciudad de México, al protagonista los Panchólares le roban a su novia y éste tiene que ir a buscarla, precisamente, al metro Pino Suárez.
El protagonista es un roquero urbano, por eso le piden que cante unas rolas a cambio de su chava. “¡Ése, mi Roquero, si no te hemos dado matarili es pa’que nos des un cantarili!” El Roquero cuenta:
“¡Y canté! Con una voz amolada y gacha como mi chava, pero canté. Campechaneando las rolas que ya me sabía con otras medio improvisadas, pero canté (...) Canté muchas ondas, canté muchos rollos, canté el guato de verdades capulinas para darles en la mera torre y en su mera móder. Canté sobre el mundo que los de arriba nos habían quitado con su agua potable y sus árboles verdes y su comida pobrecita pero calientita y sus casas pobrecitas pero completitas y sus días de descanso pa’remar en Chapultepec y pa’jugar futbol en los llanos y pa’noviar con las chavas y llevarlas al cine. Canté sobre el mundo que ésos de arriba nos habían dejado, sobre la contaminación y las guerras chicas y la Guerra Grande y la ecología que chupó faros, sobre la laif dizque laif que tenemos ora que llevar los que tuvimos la idiotez de no restirarnos. Canté con harto cansancio, canté con harto coraje, canté como si en la cantada vomitara la puerca vida, canté sobre el sabor que tiene una cabeza de rata cuando uno tiene la suerte de hallar y chuparse una cabeza de rata (...) a lo pelón les canté la mera neta y la mera neta es que todo nuestro maldito planeta está pior de fregado que si tuviera nuevo sida porque se está convirtiendo en puritita mierda y ya hasta debe haber contagiado a los otros planetas y el cielo y las estrellas y más le vale y más nos vale morirnos pa’siempre.”
Decía más arriba que el protagonista va a buscar a su novia a la estación Pino Suárez del metro:
“Y por mi chava yo me tragué mi saliva y le llegue a esa especie de panteón con techo que antes se llamaba la Merced. (Ah, qué Merced tan chistosa, que antes apestaba tantito por las sobras de verduras y frutas, pero que ora apesta miles de veces pior por los miles de cadáveres de perros y de gentes.) Ya no había ni taquillas ni torniquetes, pero ahí entre los montones de basura y de difuntos y de pedazos de difunto, todavía estaba el postecito con el letrero que decía 'Merced' y también estaban las escaleras, y me fajé los pantalones y bajé y bajé sin retacharme ni un segundacho, que nada más iba a lo que iba y ya.”
Una vez que se encuentra con los Panchólares:
“Y agarramos y nos metimos por un túnel y caminamos y pasamos por un vagón bien oxidado y bien agujerado y seguimos caminando y salimos del túnel y le llegamos a otro andén, que ya ni andén parecía de tantas piedras y tantos huesos y tantísimo estropicio, hasta que nos topamos con esa como piedra azteca que había en el corredor pa´transbordar, esa piedra así como con figura de plataforma que antes estaba al aire libre y donde había pastito y hasta podía distinguirse un poquito de cielo. Nomás que ya no había cielo y menos aire libre (si ya casi ni aire había) y el pasto tenía tiempo que se había chamuscado como la gente, y los derrumbes lo habían dejado todo tapado y sin salida y con temperatura de horno de rosticería. (Con eso de que el terremoto del ochenta y cinco no fue nada comparado con los que le siguieron.) Viéndolo bien, lo único que se mantenía en pie era la dichosa piedra azteca, maciza ella, redonda ella, grandota ella igual que antes, que ora se prendía y se apagaba y se volvía a prender con unas claridades medio rojas y medio moradas, así como reflector de casa de espantos. (Con eso de que las piedras también le están mutando como los animales y las plantas.)”
La piedra como con figura de plataforma es el adoratorio o pirámide del dios del viento: Ehécatl, misma que fue descubierta durante las excavaciones para la construcción de la estación Pino Suárez y señala el límite sur de la gran Tenochtitlan. Se encuentra en el transbordo de las líneas 1 y 2 del metro.
El tramo Zaragoza-Chapultepec de la línea 1 fue inaugurado el 4 de septiembre de 1969, el 11 de abril del año siguiente se inauguró el tramo Chapultepec-Juanacatlán, a finales de ese año se agrega el tramo que lleva a Tacubaya y a mediados de 1972 se agrega el tramo que lleva a Observatorio. En agosto de 1984 se inauguró el tramo Zaragoza-Pantitlán.
Es esta la línea que usa el protagonista del cuento para ir a rescatar a su chava (Merced-Pino Suárez).
La línea 2 tiene 24 estaciones. El 1 de agosto de 1970 se inauguró su primer tramo que iba de Tasqueña a Pino Suárez. Al mes siguiente se inauguró el tramo Pino Suárez-Tacuba. Fue hasta agosto de 1984 que entró en funcionamiento el tramo Tacuba-Cuatro caminos.
Durante la construcción del metro fueron encontrados más de diez adoratorios, pero debido a su deterioro, solo pudo rescatarse el del dios del viento.
Aquí hay un artículo muy interesante sobre esta pirámide y aquí otro sobre algunas imágenes, recientemente encontradas, sobre su descubrimiento.
El que llegó hasta el metro Pino Suárez es uno de los mejores cuentos mexicanos de ciencia ficción, puede encontrarse en la antología El futuro en llamas de Editorial Vid, en el número ocho de El oscuro retorno del hijo del ¡Nahual! (ver aquí), así como en el blog Mortinatos (ver aquí).
Angélica Tornero, en su ensayo “Literatura homosexual”, incluido en el número 17 de la serie Tema y Variaciones de Literatura (misma que publica la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana) y que estuvo dedicado a la Literatura Gay, escribió: “En 1983 se presentó la primera y única novela de ciencia ficción homosexual llamada Xerödnny: Donde el gran sueño enraíza, de Arturo César Rojas, con el seudónimo de Kalar Sailendra”.
Arturo César Rojas también es autor, entre otras historias, de La risa divina y Aztlán: historia verdadera de la conquista de los reinos bárbaros de Europa, esta última historia se publicó en el número cinco del fanzine ¡Nahual!
No hay comentarios:
Publicar un comentario