La muerte en la ciencia ficción, un ejemplo
Porque los vivos saben que han de morir,
pero los muertos no saben nada,
y no hay ya paga para ellos, pues se perdió su memoria.
Tanto su amor como su odio, como sus celos,
ha tiempo que pereció,
y no tomarán parte nunca jamás en todo lo que pasa bajo el sol.
Eclesiastés
Orson Scott Card es el autor de El juego de Ender (1985), La voz de los muertos (1986), Ender el Xenocida (1991), Hijos de la mente (1996) y Consejera de inversiones (1999).
Las novelas mencionadas (la última es una novela corta) son protagonizadas por el mismo personaje: Ender Wiggin, sin embargo, el tipo de ciencia ficción es diferente en cada texto; la primera historia es una novela militar, la segunda es una novela antropológica y la tercera es de especulación metafísica. A decir del mismo Scott Card: “Me atrevería a decir que no existe ninguna serie de novelas con el mismo protagonista cuyos volúmenes sean tan distintos entre sí en tema, historia y género.”
¿Cómo nació el ciclo de Ender? Para encontrar la respuesta debemos remontarnos a 1967. Scott Card tenía 16 años cuando leyó la trilogía Fundación de Isaac Asimov, y como la guerra de Vietnam estaba en todo su apogeo, su mente estaba atiborrada de cuestiones militares. Entonces se planteó un problema: ¿cómo entrenarías a unos soldados para que lucharan en el espacio tridimensional? Escribe Scott Card: “Y me di cuenta de que el problema en gravedad cero se vería enormemente complicado por la falta de un arriba y un abajo definidos. Los viejos hábitos de la vida basada en la gravedad tendrían que ser erradicados de los soldados. El resultado de mis pensamientos fue la sala de batalla, un cubo de cien metros de espacio en gravedad cero con varios obstáculos que había que superar, y en el cual equipos de reclutas realizarían falsas batallas en trajes espaciales que les mostrarían dónde y cómo un soldado era herido por el fuego ‘enemigo’.”
Al escritor le pareció una buena idea, pero carecía de historia y personajes. Años después pensó que los reclutas de la sala de batallas podían ser niños. En el universo que comenzaba a imaginar Scott Card los niños con aptitudes militares eran separados de sus padres para ser entrenados y enviados a la guerra. Así, en agosto de 1977 la revista Analog le publicó una historia llamada El juego de Ender.
Años después Scott Card se encontraba trabajando en otro proyecto llamado La voz de los muertos. La historia tomó forma sólo hasta que descubrió que el protagonista tenía que ser el mismo Ender. Así, para continuar escribiendo La voz de los muertos tuvo que darle forma de novela a su texto El juego de Ender.
Posteriormente vendrían Ender el Xenocida e Hijos de la mente. Explica Scott Card: “A través de los cuatro volúmenes, el personaje de Ender Wiggin luchaba por resolver dilemas personales y morales que se arrastraban de libro en libro. Estos dilemas resultaban resueltos al final del cuarto libro.”
Para cuando escribió Consejera de inversiones el autor de ciencia ficción consideraba que la historia de Ender ya estaba terminada, aunque tenía la intención de explorar el mismo universo a través de otros de sus personajes.
De héroe a villano
¿Qué dilemas personales y morales arrastra Ender a lo largo de la serie? Entre ellos, el peso de la destrucción de una especie.
Niños-soldados –entre ellos el pequeño Ender- se enfrentan a los insectores y logran vencerlos. Para la humanidad esos niños eran auténticos héroes. Pero aquella opinión fue modificándose poco a poco. Y el cambio fue provocado en gran parte por el mismo Andrew/Ender...
Una vez que los insectores fueron derrotados ¿qué sucedió con Ender y cos sus compañeros de guerra? Scott Card cuenta en Consejera de inversiones (todas las transcripciones son de esta novela corta):
Más tarde, la mayoría de ellos volaron a otros mundos, mientras Ender servía como gobernador-niño de una colonia en uno de los mundos colonia conquistados a los insectores. Llegó a la madurez en aquel ambiente bucólico y, cuando estuvo preparado, fue guiado al encuentro con la última reina de la colmena superviviente, que le contó su historia y le suplicó que la llevara a un lugar seguro, donde su pueblo pudiera ser restablecido. Él le prometió que lo haría, y como primer pasó hacia crear un mundo seguro para ella escribió un corto libro sobre ella titulado La reina de la colmena. Lo publicó anónimamente..., a sugerencia de Valentine. Lo firmó “El portavoz de los muertos”.
No tenía ni idea de lo que ese libro iba a hacer, cómo iba a transformar la percepción de la humanidad sobre La Guerra de los Insectores. Fue ese libro el que lo transformó del niño-héroe al niño-monstruo, de la víctima en la Tercera Guerra de los Insectores al Xenocida que destruyó otra especie de forma completamente innecesaria. No fue que lo demonizaran desde un principio. Fue un proceso gradual, paso a paso. Primero sintieron piedad hacia el niño que había sido manipulado para que se usara su genio para destruir a la reina de la colmena. Luego su nombre empezó a ser usado para designar a cualquiera que hacía cosas monstruosas sin comprender lo que estaba haciendo. Y luego su nombre –popularizado como Ender el Xenocida- se convirtió para designar a alguien que hace lo desmedido a una escala monstruosa. Andrew comprendía cómo había ocurrido, y ni siquiera lo desaprobaba. Porque a nadie podía culparle más de lo que él se culpaba a sí mismo. Sabía que no había conocido la verdad, pero sabía que hubiera debido conocerla, y aunque no hubiera tenido la intención de que las reinas de las colmenas fueran destruidas, toda la especie de un solo golpe, ése había sido pese a todo el efecto de sus acciones. Hizo lo que hizo, y tenía que aceptar su responsabilidad.
Lo cual incluía el capítulo en el cual la reina de la colmena viajaba con él, seca y envuelta como una reliquia de la familia...
Ritos funerarios
Después de La reina de la colmena, Andrew escribió el libro El Hegemon, también lo firmó como El portavoz de los muertos.
Andrew tenía dos hermanos: Valentine (una exitosa historiadora y escritora) y Peter, el desalmado. Andrew escribió su segundo libro con la finalidad de comprender a Peter. Sin embargo, esta obra dio como resultado el nacimiento de una nueva costumbre funeraria:
Andrew nunca se había sentido cómodo con la forma en que su seudónimo, “Portavoz de los Muertos”, había sido tomado por otros y convertido en el título de un casi clérigo de una nueva religión que proclamaba la verdad. No había doctrina, así que la gente de casi cualquier fe podía invitar a un portavoz de los muertos para que tomara parte en unos servicios funerarios regulares, o para dar una charla separada después –a veces mucho después- de que el cuerpo hubiera sido enterrado o incinerado.
Ese actuar como portavoz de los muertos no surgió sin embargo de su libro La reina de la colmena. Fue el segundo libro de Andrew, El Hegemon, lo que trajo a la existencia esa nueva costumbre funeraria. Andrew y el hermano de Valentine, Peter, se habían convertido en hegemones tras las guerras civiles y a través de una mezcla de hábil diplomacia y fuerza bruta que había unido a toda la Tierra bajo un único y poderoso gobierno. Demostró ser un déspota ilustrado, y estableció instituciones que compartirían la autoridad en el futuro; y fue bajo el gobierno de Peter que se emprendió el importante asunto de la colonización de otros planetas. Sin embargo, desde su infancia, Peter había sido cruel y poco compasivo, y Andrew y Valentine le temían. De hecho, fue Peter quien arregló las cosas de modo que Andrew no pudiera regresar a la Tierra tras su victoria en la Tercera Guerra de los Insectores. Así que resultaba difícil para Andrew no odiarle.
Por eso había investigado y escrito El Hegemon: para intentar hallar la verdad del hombre detrás de las manipulaciones y las masacres de los horribles recuerdos infantiles. El resultado fue una implacablemente justa biografía que medía al hombre y no ocultaba nada. Puesto que el libro estaba firmado con el mismo nombre que La reina de la colmena, que ya había cambiado actitudes hacia los insectores, obtuvo gran atención y finalmente dio nacimiento a esos portadores de los muertos, que intentaban traer el mismo nivel de sinceridad a los funerales de otros fallecidos, algunos prominentes, algunos oscuros. Hablaban de las muertes de héroes y de gente poderosa, mostrando con toda claridad el precio que ellos y otros pagaban por su éxito; de alcohólicos y abusadores que habían arruinado las vidas de sus familias, intentando mostrar al ser humano detrás de la adicción, pero sin ahorrar nunca la verdad del daño que causaba la debilidad.
Scott Card cuenta lo sucedido cuando Andrew acude por vez primera a una “charla” para un hombre muerto:
El portavoz vestía simplemente y no se daba aires. Fue hacia la parte delantera de la habitación y comenzó a hablar, contando de forma sencilla la vida del hombre. No era una biografía, no había tiempo para tal nivel de detalle. Más bien era como una saga, que relataba los hechos importantes de la vida del hombre, pero juzgando los que eran importantes no por el grado de notoriedad, sino por la profundidad y el aliento de sus efectos en las vidas de los demás.
Las acciones del hombre fallecido habían provocado el sufrimiento de su familia, pero el portavoz logró su objetivo:
Ahora que podían ver el origen de todo en su infancia, brotaron las lágrimas. Evidentemente, se les había dado permiso para expresar sus resentimientos y, al mismo tiempo, perdonar a su padre por el dolor que les había causado. Las cosas tenían sentido para ellos ahora.
Andrew es llevado por su curiosidad a platicar con el portavoz, quien no se imagina que quien lo aborda es el autor de La reina de la colmena y El Hegemon (sobre todo por los efectos de la relatividad, para cuando Andrew cumple veinte años, en la Tierra –donde nació- han transcurrido cuatrocientos).
El acto terminó. Los miembros de la familia abrazaron al portavoz y se abrazaron entre sí; luego el portavoz se fue.
Andrew le siguió. Lo sujetó por el brazo cuando alcanzaba la calle.
-Señor –dijo-, ¿cómo puedo convertirme en portavoz?
El hombre le miró de una forma extraña.
-Simplemente hablo.
-Pero, ¿cómo se prepara?
-La primera muerte en la que hablé fue la muerte de mi abuelo –dijo-. Ni siquiera había leído La
reina de la colmena y El Hegemon. –(Los dos libros eran vendidos invariablemente ahora en un solo volumen)-. Pero cuando lo hice, la gente me dijo que tenía un auténtico don como portavoz de los muertos. Así fue como finalmente leí los libros y tuve la idea de cómo debía hacerse. De modo que, cuando otras personas me pidieron que hablara en funerales, supe hasta qué punto tenía que investigar. Ni siquiera ahora sé lo que hago “bien”.
-Para ser un portavoz de los muertos, usted simplemente...
-Hablo. Y se me pide que hable de nuevo. –El hombre sonrió-. No es un trabajo pagado, si es eso lo que está pensando.
-No, no –dijo Andrew-. Sólo..., sólo deseaba saber cómo se hacía, eso es todo. –No era probable que el hombre, ya cumplidos los cincuenta, creyera que el joven de veinte años que tenía delante fuera el autor de La reina de la colmena y El Hegemon.
-En caso de que se lo esté usted preguntando –dijo el portavoz de los muertos-, no somos ministros. No delimitamos nuestro territorio ni nos irritamos si alguien mete la nariz en él.
-¿Oh?
-Si está pensando usted en convertirse en portavoz de los muertos, todo lo que puedo decirle es: adelante. Pero no haga un trabajo incompleto. Está remodelando el pasado para la gente, y si no se sumerge completa y honestamente en él, hallándolo todo, sólo causará daño y es mejor que ni lo intente.
-No, supongo que no.
-Eso es. Tendrá que pasar por todo un aprendizaje como portavoz de los muertos. Espero que no desee un certificado. –El hombre sonrió-. No siempre es tan apreciado como lo era. A veces hablas porque la persona fallecida pidió un portavoz de los muertos en su testamento. La familia no desea que lo hagas, y se siente aterrorizada por las cosas que dices, y nunca te perdonarán por lo que has hecho. Pero..., lo haces de todos modos, porque el muerto deseaba que se dijera la verdad.
-¿Cómo puede estar seguro de que ha hallado la verdad?
-Nunca lo sabes. Simplemente haces lo mejor que puedes, -Palmeó a Andrew en el hombro-.
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